El diseño del viejo mercado de abastos de Escaleritas, situado en la plaza de Plácido Buylle, recuerda a un viejo fortín de la etapa colonial española en África. Parece estar anclado en el tiempo a pesar del bullicio que se vivió entre sus paredes a principios de la década de los cincuenta cuando las primeras familias llegaron al barrio. Un grupo de vecinos, residentes en las conocidas como 422 casas -ubicadas entre la avenida y el complejo deportivo Vicente López Socas- reivindica el local, ocupado por una oficina del Servicio Canario de Empleo, para convertirlo en un espacio sociocultural.

Su fisonomía puede chocar en la actualidad, pero hay que retrotraerse a la fecha en la que se construyó el inmueble -década de los 40 y en pleno gobierno del Mando Económico de Canarias- para entender los torreones y la terraza almenada que aún configuran su planta.

El mercado, el colegio Isabel la Católica, la parroquia de Santa Isabel de Hungría y dos locales más de esparcimiento conforman el equipamiento público que se diseñó para la mencionada urbanización.

El grupo de viviendas surgió al amparo de la creación del Instituto Nacional de la Vivienda, organismo dependiente del Ministerio de Trabajo creado en 1939 para paliar el deterioro inmobiliario de la Guerra Civil y para incentivar la depauperada economía española.

Bajo dicha ley se diseñó la figura de la "vivienda protegida" con el fin de promover la construcción pública y de animar a los escasos constructores que había entonces. A cambio había bonificaciones, fiscalidad y tipos de interés a bajo precio para los propietarios.

Las viviendas no iban destinadas a gente sin recursos, sino a familias que podían hacer frente a una mensualidad, aunque la propiedad no se alcanzaba hasta los 40 años.

La ley no especificaba entonces ni los metros cuadrados que debían tener las viviendas ni la calidad de los materiales a usar. El único requisito que se solicitaba era que las casas por término medio no debían superar las 30.000 pesetas de la época. Es decir, los 180,30 euros.

El Plan Nacional de Viviendas 1944-54 preveía la construcción de 1.400.000 viviendas, incluidas las rehabilitaciones, en todo el estado. No se llegó a la mitad de lo planificado, pero puso las bases de lo que sería la construcción de viviendas durante décadas en España.

Aunque a las islas no llegaron los efectos de la contienda, la necesidad de viviendas era un hecho. El proyecto de la construcción de las 422 viviendas se aprobó en 1941. El terreno lo compró el Ayuntamiento por un coste de 7.790,19 euros y el proyecto final se adjudicó a Hijos de Diego Betancor S.A por un valor de 87.137,50 euros.

En 1945 se inician las obras, que terminaron en 1949. A los adjudicatarios de las casas les correspondía amortizar el coste total de las mismas más el importe de los solares y los costes de la iglesia y la urbanización, a la que contribuía también el Ayuntamiento con una cantidad.

La construcción de las viviendas no se hizo con todas las garantías y antes de que terminase la urbanización algunas de las casas ya habitadas presentaban desperfectos. Entre ellos, 57 casas tenían problemas de cisternas y bajantes, 26 presentaban averías en los desagües y bajantes de azoteas, 24 tenían humedades además de pisos desnivelados, pavimentos incompletos y mosaicos de cocina que saltaban. También hubo que hacer reparaciones en 21 pisos que tenían grietas y en otros 52 con problemas en puertas y ventanas.

Soledad León Díaz, una abuela de 91 años, llegó al barrio con cuatro hijos desde la calle Teno de La Isleta, donde vivía con tres familias. En Escaleritas ha vivido "años muy felices" y recuerda un mercado lleno de vida en el que había una centralita de teléfonos. También se acuerda de la guagua que los acercaba a la ciudad.

Hoy en día reivindica el mercado como lugar de esparcimiento para todos los vecinos como la que más. "Para nosotros y para la gente nueva. Para los jóvenes, si no la gente está perdida", apostilla con la sabiduría de que hay que alentar a los chicos del barrio a que hagan cosas para que no estén en la calle.

Goyo Pestana, también vecino y preparador olímpico, tiene el mismo objetivo: ofrecer su sabiduría deportiva a los jóvenes de la zona.

En la actualidad, el barrio no dispone de centro sociocultural y para cualquier actividad que quieran hacer los residentes deben trasladarse hasta Schamann. Eso es lo que tuvo que hacer María Cristina García, de 62 años, el pasado año para hacer un curso se manualidades.

Hace años, el Ayuntamiento ofreció un local dentro del mercado para los vecinos, pero no reunía ni las dimensiones necesarias para realizar talleres y reuniones ni la facilidad para que las personas mayores accedieran.

Los vecinos vienen reclamando desde hace tiempo el mercado. El Ayuntamiento ha señalado que está estudiando ubicarles en el recinto pero los vecinos piden la totalidad del edificio para el barrio, que tiene una gran población y que no dispone de espacios para actividades socioculturales. Según datos del Consistorio de 2007, el distrito de Ciudad Alta, al que pertenece Escaleritas, tiene una población de 105.961 personas.

Juan Carlos Sosa, presidente de la Asociación de Pensionistas Nuestro Barrio, expone que la urbanización fue dotada con equipamientos para los vecinos y que después de más de 60 años en el barrio no tienen ninguno. "Sólo pedimos que igual que nosotros hemos sido flexibles con los lo- cales de esparcimiento que hoy ocupan un restaurante y un club de colombofilia y con la iglesia, que está a punto de ser cedida al Obispado de Canarias, se nos conceda el mercado".