A las puertas de conseguir una plaza como ordenanza para la administración general del Estado. Así se quedó Marco Alberto Abrante Santana hace unos meses. El joven, de 22 años y con una discapacidad intelectual menor del 33%, es usuario de la Asociación Protectora de Personas con Discapacidad Intelectual de Las Palmas (Aprosu), donde actualmente trabaja mientras vive en un piso tutelado. Su historia personal va ligada al empuje que en materia asistencial y de integración social ha logrado la entidad, que este año celebra sus cincuenta años.

Nadie podría imaginar hace medio siglo que una persona con discapacidad intelectual podría acceder a una plaza en la administración pública. La propia presidenta de Aprosu Olga Bravo de Laguna reconocía en marzo, cuando la asociación recibía de manos del Cabildo insular el Roque Nublo de Plata por su trabajo -uno de los numerosos galardones de la institución- que cuando comenzaron a caminar las familias atendían a sus hijos como podían en casa. "No había colegios y apenas sabían sobre la enfermedad".

En la actualidad, 118 jóvenes, adultos y mayores disfrutan de una calidad de vida familiar, social y laboral gracias al empeño que la entidad puso hace cinco décadas para que la enfermedad y los problemas familiares se dieran a conocer. Dieciséis de ellos están además bajo la tutela de la asociación.

La mayoría de dichos usuarios vive entre las residencias, hogares funcionales o pisos tutelados puestos en marcha a lo largo de estos años en la ciudad por la organización, pionera en Canarias y también en España en defensa de los derechos de las personas con discapacidad intelectual.

La asociación cuenta también con un Centro Ocupacional, al que asisten 104 personas, y un Centro Especial de Empleo, que cuenta con dos empleados con discapacidad tras los recortes.

La Residencia del Cristo de la Salud, con capacidad para 42 personas y construida en 1996 con donaciones particulares, fue uno de los primeros logros de la asociación. Entonces, no existía en la Isla ningún centro para atender a las personas con discapacidad. Las familias con menos recursos no tenían otro refugio que el hogar o el psiquiátrico, mientras que las que tenían mejor poder adquisitivo podían optar por las residencias que había en la Península.

El ejemplo de Marco

En la Residencia del Cristo se ubicó en el año 2000 el Centro Especial de Empleo, donde acude cada mañana Marco Alberto a trabajar.

El joven comparte piso con cuatro compañeros más desde hace dos años y medio. "Es agradable estar con otros compañeros en un piso. Te ayuda a mejorar, a hacer cosas que antes no sabía como poner la lavadora", cuenta con desparpajo.

Marco Alberto se presentó este año junto a otros dos compañeros más del centro al concurso-oposición para optar a dos de las plazas de ayudante de gestión y servicios comunes para Las Palmas de Gran Canaria que había convocado el Ministerio de Política Territorial y Administración Pública. Marco no consiguió la plaza; tampoco sus compañeros, pero quedó en quinto lugar.

El suspenso, lejos de desanimarle, le ha dado fuerzas para seguir intentándolo. Conoce sus dificultades pero ha comprobado que es importante proponerse retos. "Estoy contento con el trabajo que hago en el Centro pero ahora sé que puedo conseguir cosas."

Hace unos meses, Marco Alberto representó a sus compañeros en un encuentro sobre autogestión en Cádiz, al que asistieron jóvenes con discapacidad intelectual de otras autonomías. Entre las reivindicaciones que plantearon figuran la de poder entrar en las discotecas y en otros espacios públicos como instalaciones deportivas sin compañía de monitores, el que puedan formar una pareja así como una mayor participación en el lugar en el que viven.

Los logros conseguidos por Marco son un ejemplo del gran paso que ha dado en estos 50 años Aprosu. El camino ha sido arduo. Primero vendría la lucha por la escolarización de los niños, después la búsqueda de viviendas y, más tarde, la integración laboral.

La directora y gerente de la asociación, Carmen Delia Arencibia Quintana, asegura que el objetivo siempre ha sido el que las personas adquieran, en la medida de lo posible, el máximo de autonomía personal para llevar una vida lo más completa posible; de ahí que la asociación haya apostado con fuerza por los pisos tutelados y los hogares funcionales así como la integración laboral de sus usuarios.

Alegría entre recortes

Como el resto de las asociaciones sin ánimo de lucro que ayudan a enfermos y a sus familias, Aprosu también se ha visto afectada en estos últimos años por los recortes de las administraciones públicas. La entidad ha perdido a un fisioterapeuta, ha tenido que recortar puestos en el centro de empleo y ha tenido que reajustar la plantilla de 72 trabajadores ya que el presupuesto depende principalmente de las partidas del Gobierno de Canarias y del Cabildo insular, a través de cuyo Instituto de Atención Social y Sociosanitaria llegan los usuarios a Aprosu. También ha visto mermada las solicitudes de empresas que colaboran con ellos.

Pese a los recortes, la entidad está de enhorabuena. La Residencia del Cristo de la Salud contará en breve con una planta más lo que permitirá cinco nuevas camas que se suman a las 42 existentes. El proyecto, que ya estaba diseñado para el 2000 pero que por diversas causas no se había ejecutado hasta ahora, ha sido financiado por la ONCE y con ayudas de la administración pública, aunque necesitan apoyo para vestir las habitaciones.

Las camas se suman a las que Aprosu tiene en la residencia Domingo Suárez Valido, en las que se atiende a 13 mayores de 50 años, y a los dos hogares funcionales -10 plazas- y al piso tutelado -cinco plazas- en los que personas como Marco pueden disfrutar de una vida plena como el resto de los ciudadanos. La asociación dispone también de un servicio de hotel en la residencia del Cristo en el que se proporciona descanso y apoyo a las familias. Un granito más en la historia de la entidad que aliviará la lista de espera y a cinco familias.