Un instante. Eso es lo que le duró a Carla Reyes entre las manos un ejemplar de águila antes de encaramarse al cielo canario en el mismo muelle de San Cristóbal. La rapaz, que estuvo varias semanas en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira del Cabildo insular tras ser encontrada con síntomas de intoxicación en el vertedero de Salto del Negro, sirvió de ejemplo junto a dos tortugas bobas para que Carla y su medio centenar de compañeros del colegio Alisio de la capital aprendieran de la mano del director del centro, Pascual Calabuig, a ser respetuosos con la madre naturaleza.

"No pesaba nada". Fue lo único que percibió Carla, de diez años, en el instante mágico en que agarró al ejemplar de Buteo-buteo y éste soltó amarras. Un visto y no visto para sus compañeros pero que no pasó desapercibido para una grupo de gaviotas, que se lanzaron contra el animal para expulsarlo del muellito, y de un perro que comenzó a ladrarles y olisquearlas.

Las dos tortugas bobas Caretta-caretta, que llegaron al centro del Cabildo insular enredadas en basura, emprendieron su camino hacia el océano de forma mucho más lenta de la mano de Aitor Nolasco y de Denise Ortega ante el remolino de sus compañeros de estudios, algunos de los cuales se habían despojado de playeras y calcetines para experimentar el vaivén del mar. La clase a pie de playa también sorprendió a algunos bañistas, vecinos de San Cristóbal, que aprovechaban el cálido día tumbados en la arena.

La suelta de los tres ejemplares iba a ser en realidad de cuatro. Pero el segundo ejemplar de águila, encontrado también en el vertedero de basuras con síntomas de intoxicación, bajó en estos últimos días de peso, por lo que se decidió dejarla en el centro de Tafira para que se siga recuperando. "De 900 gramos bajo a 700, aunque los análisis de sangre dan bien", dijo Calabuig.

Respecto a las causas del envenenamiento, el director del Centro de Recuperación de Fauna explicó que el Servicio de Toxicología Clínica y Analítica (Sertox) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria analizaba aún las pruebas.

La entrada de las dos tortugas al mar y el vuelo de la rapaz fue el final de una interesante y aplicada clase sobre medio ambiente, que comenzó, sin embargo, por la mañana en el aula.

En el colegio Alisio -nombre que ha adoptado el centro tras la fusión del Carlos Navarro y el 24 de Junio el pasado año-, los escolares bombardearon a preguntas al director del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre, Pascual Calabuig, sobre cómo viven y qué comen las tortugas bobas. Además de otras cuestiones sobre diversa fauna marina; entre ellas la foca agrava. Y preguntas personales del tipo qué animales te gustan y por qué.

Un interrogatorio en tercer grado que dejó a Calabuig perplejo pero también contento sobre el buen trabajo que se había hecho días previos a la suelta de ejemplares en clase. "Estuve veinte minutos contestando a sus preguntas; es increíble el trabajo que han hecho en clase", señalaba el científico.

Y es que el objetivo último de estas sueltas en las que participan escolares es que los pequeños sean conscientes de que hay que cuidar la naturaleza y que los vertidos al mar pueden causar gravísimos daños en la fauna marina.

Los pequeños aprendieron la lección al dedillo: "Que no hay que viajar mucho en barco porque el petróleo afecta a los peces"; "que no hay que comprar souvenirs hechos de nácar, botones o conchas porque se matan animales"; "que no hay que tirar botellas de plástico al mar porque las tortugas se las tragan"; "que hay que estar en silencio en el campo para no ahuyentar a las aves"; "que si te encuentras a un animal herido hay que llevarlo al centro de Tafira o si no llamar al 112".