El puerto de La Luz empezaba a emerger como el gran recinto del Atlántico Medio y habían varios talleres dedicados a la reparación naval y a la construcción de barcos. Estaban Repnaval, Los Jorge, Maestro Pepe Gaspar y Luis Marrero, con sus diez barcos construidos.

En 1972 se dispone la creación de Astican (Astilleros Canarios). El 50% del capital social, fijado en 100 millones de pesetas, sería del INI; el 40% suscrito por tres filiales de la Caja: Condeca, Protucasa y Coinsa; y el 10% restante para la agrupación de reparadores del puerto que quisieron y que habían puesto el grito en el cielo, ante el temor de la desaparición de sus puestos de trabajo, con la creación de la gran empresa. A este reparto se añadía la promesa de concederles las acciones de las filiales de La Caja cuando ellos decidieran adquirirlas. El acuerdo alcanzado con los industriales incluía un generoso préstamo, a pagar en 20 años, a cambio de entregar sus acciones.

A Marrero le dejan fuera como si no existiese. Con carácter de urgencia se aprueba la creación de Astican y su salida a concurso. El constructor de barcos se reúne con el director del Puerto de La Palmas, Juan Argenti, y le niega su derecho a tener espacio para su industria, a pesar de su solicitud, realizada en 1971.

Al día siguiente, el ministro de Industria, López de Letona, firma la concesión de los terrenos y finalmente no sale a concurso y se queda indefenso. "En aquella época poco se podía hacer por la vía judicial, ya que lo que había era caciquismo y el ´yo mando´. La prueba es que no salió a concurso", señala Marrero a sus 84 años.

Privatización

Astilleros Canarios empezó a andar en 1974 como una empresa con mayoría del INI, hasta 1989. En ese año se inicia su privatización con la venta del astillero por parte del ente estatal al grupo Italmar con capital griego y canario, por 600 millones de pesetas.

"El negocio fue redondo para estos accionistas fantasma, que no pusieron un día y no hay un taller de reparación que tenga una acción con la promesa añadida de cederles las acciones de la filiales de La Caja cuando ellos quisieran adquirirlas", expone Marrero, dueño de la empresa Internaval, para quien Germán Suárez, el actual presidente de Astican, se hizo con parte de las acciones de las filiales de La Caja, así como de los talleres.

La suerte cambió con la entrada en la presidencia del Puerto de La Luz de Matías Vega Guerra. "Esto no hay por donde cogerlo. Te vas esta noche a Madrid con el dossier y fotos para que salga todo lo que te te han hecho", así lo hizo y pronto le adjudicaron una parcela de 700 metros al poniente de Astican. Llegó a tener en construcción en su nuevo centro de trabajo nueve barcos de pesca.

Don Matías muere y el dueño de Internaval queda desprotegido. El Banco Central, que hasta ahora le daba créditos, le comunica que no puede dar ni un duro. Marrero se queda descapitalizado ante el desembolso realizado en la construcción de los barcos.

El propietario de Internaval señala que ante esta situación, Luis Hernández Pérez, que posteriormente sería presidente del Puerto de las Palmas, le propone comprarle la mitad y llegan a un acuerdo, pero finalmente el negocio no se consuma. "Me dijo que iba a hacer un partido y que me lo compensaría y pasó el tiempo, yo no sabía por donde tirar", apunta.

En esta dura situación, y siempre según Marrero, desde el Puerto de La Palmas le empezaron a presionar con escritos para el pago de un canon atrasado de 700.000 mil pesetas. El dueño de Internaval se reúne con el director de La Luz para pedirle una prórroga. A la mañana siguiente, le manda al sargento, varios guardiamuelles y a un chatarrero con una grúa que cortó los nueve barcos y los amontonó al fondo del solar. La pequeña parcela de Luis Marrero Marrero, junto a la gran superficie que ha alcanzado Astican, estuvo 25 años inactiva con una chatarra por valor de 266 millones de pesetas.