Han pasado 105 años desde que el 9 de marzo de 1908 se creó el Real Club Náutico de Gran Canaria en uno de los salones del Gabinete Literario. Un simple reglamento compuesto por 31 artículos sentó las bases de una sociedad dedicada al deporte, la cultura y las relaciones sociales que aún pervive como uno de los referentes de la vida grancanaria.

Cincuenta pesetas. Esa fue la cuota inicial que debieron abonar los 176 socios fundadores cuyos nombres aparecen reseñados en las últimas páginas del Reglamento del Real Club Náutico de Gran Canaria y del que la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) guarda una copia en el portal de internet Memoria Digital de Canarias.

Los fondos que fueron recaudados gracias a la iniciativa encabezada por Gustavo J. Navarro Nieto se destinaron a crear una entidad dedicada al deporte y al fomento de la imagen de la Isla.

Navarro Nieto, a la sazón primer presidente de la sociedad recién constituida, explicaba de la siguiente manera su carácter: "El Real Club Náutico no es ni será únicamente una sociedad deportiva, pues aunque los sports en general están reconocidos universalmente, no como una simple distracción de gente ociosa, sino como necesarios para el mejor desarrollo físico y moral del individuo y de la raza, y en especial el náutico (...), podemos considerarlos como secundarios dentro del vasto programa que, puestas nuestras miras en el engrandecimiento de Gran Canaria, nos proponemos desarrollar".

La intención de los fundadores era aprovechar lo que "la naturaleza le había sabido prodigar generosamente" a la ciudad para que adquiriese "la importancia mundial a que tiene perfecto derecho, convirtiéndose en gran centro de atracción de viajeros".

Un centenar de años después de aquellas palabras que sentaban el proyecto del club y le auguraban un futuro prometedor, la sociedad cuenta en la actualidad con más de 7.000 socios, mantiene una sala destinada a exposiciones artísticas -la Sala Néstor- y sus deportistas han demostrado en el mundo entero la gran cantera de regatistas que existe en Canarias con varios títulos olímpicos y mundiales.

Pero si los objetivos del club eran los expuestos por su impulsor, el germen de su creación fue "el interés que en Las Palmas despertó la celebración de las regatas conmemorativas del Descubrimiento de América, cuya organización planeaba que partieran del puerto de Palos (Huelva), el 3 de agosto de 1908", exponen los historiadores Manuel Ramírez Muñoz y Encarna Galván González en su obra El Real Club Náutico de Gran Canaria 1908-2000.

La primera dificultad a la que se enfrentó el club recién constituido fue dónde ubicar el edificio. Ramírez y Galván recuerdan que la primera sede estuvo "en una habitación baja en el número 28 de la calle Travieso alquilada por 25 pesetas mensuales". Aquel emplazamiento temporal dio paso al inmueble que se construyó delante de Depósitos Comerciales y Gran Canaria y cuya edificación llegó a ser denunciada, según afirman los expertos.

El edificio, "sustentado en doscientos pilares de cemento armado" y compuesto de "un cuerpo central con dos pabellones laterales con gran terraza al mar y dos estrechas torres en su piso alto", llamó la atención en su época por ser "uno de los más suntuosos de Europa", esgrimen los historiadores.

Lo que para unos fue una muestra de la arquitectura postromántica, para otros -los más pequeños- fue un mundo entre la tierra y el mar donde la imaginación volaba libre.

El periodista Ángel Tristán Pimienta resume aquel sentimiento de niñez en sus Memorias del Real Club Náutico, publicadas en El Real Club Náutico de Gran Canaria. Cuando se cumplen los cien años, de la siguiente forma: "Para los niños que vivíamos entre la playa de Las Canteras y el parque de Santa Catalina, el puerto cercano y, los que podíamos entrar, el Real Club Náutico ejercía una fascinación irresistible por su mezcla de aventura y misterio. Aventuras como perseguir centollos al otro lado de un túnel que comunicaba las dos dársenas, en el arranque del muelle de Santa Catalina, casi a los pies de la marquesina, que dejaba entrar los rayos del sol a través de sus enormes celosías de madera".

Sin embargo, el tiempo hizo estragos en el edificio, que poco a poco fue consumiéndose. En 1960 "se derrumbó una parte del muelle [...] y según informe técnico era posible que el edificio corriese la misma suerte", narran Ramírez y Galván.

En 1962, tras una lucha por lograr los permisos para construir un edificio nuevo que duró varias decenas de años, el club se trasladó al inmueble actual, donde comenzó su segunda etapa.

El número de socios fue creciendo a medida que aumentaban los logros deportivos de la institución -que cuenta con casi 500 entorchados en vela ligera-, aumentaban los eventos sociales -entre ellos las fiestas-, culturales y deportivos de renombre.

En esta segunda singladura hay que mencionar, por ejemplo, la organización de los campeonatos de España de Snipe en 1961 y los mundiales en 1965 o el certamen de Miss España en aquel mismo año.

La elección de las instalaciones del Teatro Pérez Galdós, el Estadio Insular y el Real Club Náutico de Gran Canaria como los lugares para escoger a la mujer más bella del país fue "interpretado por todos los medios informativos como el reconocimiento oficial del preponderante papel turístico que desempeñaba en aquel momento la ciudad canaria", exponen los historiadores.

El regatista Joaquín Blanco Roca fue el primero en ganar un título nacional de vela -clase Snipe- para el club en 1973. Ese mismo año, hacía lo propio, en la categoría juvenil, José Luis Doreste Blanco. Los dos fueron los abanderados de una época de grandes regatistas que 40 años después sigue dando títulos regionales, nacionales, mundiales y olímpicos al club.

La construcción de la marina

La práctica de los deportes náuticos es una de las bases sobre las que se asentó la creación del Real Club Náutico de Gran Canaria. Como tal, Ramírez y Galván aseguran que la creación de un muelle deportivo anexo al centro "siempre ha estado presente" entre las diversas juntas directivas. Pero, durante más de 30 años el Varadero, "a pesar de sus carencias, cumplió airosamente su papel de puerta de entrada y salida de tantos sueños, tantas ilusiones y tantos triunfos vividos por los socios".

Hasta tal punto este varadero fue tan importante para la vida del club, que ha vivido sus propias anécdotas. Una de las más sorprendentes tuvo lugar una noche en la que Rafael, uno de los vigilantes, telefoneó por la noche a Juan E. Martín González, para pedirle ayuda porque "un bote grande lleno de marineros rusos" había invadido la rampa de entrada. Los que allí estaban, según cuenta Martín González en esta narración suya que acompaña a la de Tristán Pimienta, lograron "repeler la invasión".

Historias aparte, el club luchó durante una década, hasta 2005 cuando el proyecto de la marina fue aprobado, para contar con su propio muelle deportivo. Según los historiadores, fue "el 12 de abril cuando [...] entraba en la marina la primera embarcación a vela, el Taquión [...], y minutos después lo hacía la Atis.

Pero 105 años de historia no solo sirven para recordar cómo fue el club en sus inicios, lo que ha logrado para la sociedad grancanaria y cómo es ahora. También permite mirar hacia el futuro, uno que se dirimirá el próximo 23 de abril en las elecciones que se disputan el actual presidente, Juan Marrero Portugués, y la candidatura defendida por Fernando del Castillo.