Trabajadora, detallista, valiente, luchadora, con carácter y con mucha fortaleza. Según Irene y Néstor, estos son algunos de los adjetivos que mejor definen a su madre, Amalia Domínguez Guerra. Esta mujer se ha convertido en el referente de sus cinco hijos tras inculcarles valores como la unidad familiar y la honradez por un lado, y de ejemplo de superación, por otro, tras vencer los imprevistos que le ha deparado la vida. El domingo celebrará el Día de la Madre como a ella realmente le complace: con un afectuoso encuentro entre sus seres queridos.

"Ha sido el acontecimiento más gordo de mi vida", especifica Amalia. Con estas palabras comienza a relatar aquel episodio de su libro vital en el que detalla un momento de incertidumbre donde, sin quererlo, se convirtió en la protagonista de una historia real: hace aproximadamente un año le diagnosticaron un cáncer de ovarios.

"Me preocupaban más mis hijos y cómo lo iban a vivir, que yo misma", cuenta esta madre coraje. Esta etapa, ya superada, generó que sus hijos y su marido, Juan Domínguez, se volcaran aún más para ofrecerle su apoyo íntegro. "Estoy segura de que si ahora pasa cualquier cosa, estarán más fuertes", opina Amalia, quien se muestra firme en cuanto a la idea de aprender de esta experiencia para reponerse y enfrentarse a los retos que surjan por el camino. "Me he sentido feliz, arropada y querida por todos ellos", agrega.

Amalia ha educado a sus hijos a tiempo completo. Para esta ama de casa de 58 años, la alianza que conlleva el matrimonio sentó la base de su estirpe. "Tenía que ser consecuente con este sacramento y formar una familia", matiza. Reconoce que el inicio de esta aventura, tras la llegada de los dos primeros, fue lo más complejo de este trabajo. A medida que las hojas de su libro de familia se iban rellenando con la venida de más vidas, los mayores se involucraron bajo un objetivo pedagógico logrando una convivencia más apaciguada.

La experiencia de ser madre la tilda de comprometida, "donde los hijos te roban sueños, tiempo, tranquilidad; pero compensa porque es criar para un buen futuro", argumenta. Entre los méritos que ello le ha reportado se queda con la constatación de que están "sanos, unidos y han sacado sus estudios" adelante, declara.

Raúl, el simpático; Néstor, el generoso; Irene, la extrovertida; Carla, la alegría; y Aarón, la serenidad. Estas son algunas de las características que conforman la personalidad de sus descendientes y que tanto Amalia como su marido han cultivado con sumo cuidado y cariño. Cada uno de ellos han sido factores claves para distinguir el Día de la Madre.

Primeros trabajos

A Domínguez Guerra se le vienen a la cabeza aquellos iniciales trabajos que sus pequeños inventaron en el colegio. "Me hacía mucha ilusión porque eran sus primeros pensamientos y elaboraron cosas creadas por ellos", dice.

Entre ellas, Irene realizó un cuadro a punto de cruz, que le acarreó un auténtico quebradero de cabeza. Finalmente, mostró su satisfacción con el resultado que obtuvo y apunta que le hizo ilusión dar este obsequio a su madre. Por su parte, Néstor se acuerda de ver a su padre con flores para sorprender a Amalia. "Eso es algo que debemos de heredar los hijos, tanto para nuestras madres como para nuestras mujeres", sostiene. Y es que Amalia esboza una sonrisa en cuanto habla de los brotes, que son un auténtico deleite para ella.

Reconoce que da importancia, en su justa medida, al motivo de la jornada que se festeja el primer domingo de mayo. Bajo su punto de vista, lo primordial es la unión, sea cual sea el día. "La familia se hace, crece relacionándose y vive de manera conjunta", apostilla. A su vez, reflexiona y apunta que si ello "se pierde, se destruye la humanidad". Igualmente, está acostumbrada a envolverse en torno a una familia numerosa. Ello es porque procede de una donde eran diez hermanos. Desde pequeña se implicó en las labores de casa para ayudar a su madre. Incluso, en alguna ocasión llegaron a llamarla "mamá". Y es que como aprecia su hijo Néstor, "fue madre siendo niña".