Como cualquier madre con hijos preadolescentes, las preocupaciones le saltan a Jesica Ramírez Rodríguez, una joven mamá de 35 años, como un resorte. Los estudios, las malas compañías, el comportamiento de Íker, su hijo de 12 años, son sus mayores preocupaciones. Nadie diría, salvo por las lágrimas que le afloran al mirar a su pequeño de reojo, el peligro que le espera en los próximos seis meses durante los cuales estará fuera de casa. Su destino: Afganistán. Misión: soldado raso en la Unidad de Protección de Repliegue de las tropas españolas.

Estos días las horas se apuran al máximo. Jesica, miembro del Regimiento de Infantería Ligera de Canarias 50, tiene que dejar todo en orden en casa y dar las últimas recomendaciones a Íker, que se quedará, en su ausencia, a cargo de las abuelas Isis y Luz Marina. Y, por supuesto, estar juntos. Será la segunda vez que madre e hijo estén más tiempo lejos el uno del otro, aunque a una mayor distancia. En la primera ocasión, Íker apenas fue consciente de la separación porque tenía cuatro años cuando Jesica estuvo de instrucción en La Palma.

"Es superdifícil ser madre, cada etapa de los niños tiene su complejidad más si cabe cuando eres madre soltera como yo. Pero ésta está siendo muy dura por mi trabajo. Psicológicamente he llegado agotada con la preparatoria del destino porque no puedes contar demasiado y tampoco preocuparles con tus angustias; te lo guardas todo para ti. Había que ponerse a estudiar y ayudar a Íker con los deberes además de las tareas de casa. Me quedaba poco tiempo para disfrutar de él porque a las diez de la noche estaba KO en casa", cuenta.

Por primera vez, Jesica participará en una misión internacional de forma voluntaria tras ocho años como profesional en las Fuerzas Armadas, una institución que casualmente conmemora este año el 25 aniversario de la incorporación de la mujer a los tres ejércitos.

El último informe elaborado por el Ministerio de Defensa en el 2012 sobre el número de efectivos en las Fuerzas Armadas indica que hay 15.314 mujeres en los tres cuerpos, incluido el personal civil, frente a 108.970 hombres.

En Canarias, 688 mujeres se ponen a diario el uniforme, y 75 de ellas ocupan posiciones en la escala de mando. Un grupo de ellas marchaba el jueves rumbo a Afganistán, en un primer contingente, y otras tantas lo harán junto a Jesica en los próximos días.

Como en cualquier otra empresa pública, Jesica no ha tenido otras facilidades para compaginar su vida laboral y familiar más que la reducción de jornada por maternidad y que su jornada acaba al mediodía salvo cuando hay que hacer guardias de fines de semana o tiene maniobras o cursos. "¡Qué hubiera sido de mí sin las abuelas!", dice, extendiendo esta loa a todas las mujeres de la tercera edad que colaboran en el crecimiento de los nietos "incondicionalmente".

Jesica subraya que en cualquier profesión "es difícil ser madre" y que la vida familiar no debe de ser un impedimento para que las mujeres con hijos lleguen profesionalmente hasta donde deseen. "Necesito realizarme plenamente como militar. Y si ahora toca ir a Afganistán, pues allá voy".

Del Ejército, al que entró después de unos años como dependienta tras despertársele el gusanillo de haber sido scout de niña, ha aprendido a ser constante, luchadora y a conseguir lo que se ha propuesto. Y eso es lo que quiere trasmitir a su hijo Íker, estudiante de sexto de Primaria en el colegio Fernando Guanarteme y con unos bonitos ojos verdes.

"Aprendes, en definitiva, a ser persona, a ser más constante en las cosas y a luchar por lo que quieres. En el Ejército hay que tener mucha paciencia. Es lo primordial, por el trato que debes tener con los compañeros y por el tiempo que hay que esperar hasta que te comunican tu cometido. Recibir órdenes es también muy difícil", explica, mientras recuerda que en sus inicios en el Ejército estuvo una vez arrestada "por ser rebelde".

Ahora se ve de preadolescente reflejada en Íker y saca toda su mano dura como madre para lo que no hace falta llevar ningún uniforme. Íker asiente, pero añade que es también "divertida" y se le da muy bien la lasaña y los espaguetis.

Jesica confía en que se comporte bien, en que no llegue tarde a casa, en que mantenga el armario ordenado y en que colabore en las tareas de casa porque los abuelos "son más permisivos" durante su ausencia. En unos días tendrán que dejar de jugar juntos al baloncesto, al ajedrez y a las palas, aunque se verán y hablarán por Skype mientras se añorarán vía email. Íker ya sabe dónde está Afganistán en el mapa pero tendrá que esperar seis meses para descubrir lo que verá mamá.