Las grandes formaciones volcánicas, como la que presenta La Catedral, y los pecios, el Kalais, el Arona o Los Kinder, no son los únicos tesoros submarinos que esconden las profundidades marinas de la costa de Las Palmas de Gran Canaria. Las Canteras es famosa no solo por ser una de las mejores playas urbanas del mundo, sino por permitir a cualquier amante del tubo, las gafas y las aletas darse un garbeo y disfrutar del ecosistema que se ha formado entre la barra y la orilla. Sin embargo, entre La Puntilla y la bahía del Confital se pueden encontrar dos zonas de submarinismo, de dificultad asequible para los iniciados en el arte de la inmersión con equipo autónomo, que no desmerecen en nada a las anteriores y en las que la Diadema antillarum (una especie de erizo de mar, conocido como erizo de lima) se ha hecho dueño y señor del fondo marino.

El Roque Tortuga y la Baja Fernando son conocidas por contar con un ecosistema denominado blanquizal que es característico de la costa norte de Gran Canaria. La instructora de buceo y doctora en Ciencias Marinas, Leonor Ortego, explica el fenómeno: "El erizo consume todas las algas salvo las denominadas calcáreas, que son las que producen que quede toda la roca peladita y con ese color blanquecino tan característico".

La eriza de lima ha sufrido un estallido poblacional por el uso descontrolado del medio marino (vertidos, sobrepesca y reducción de zonas de cría tales como los sebadales) y ha desestabilizado el equilibrio ecológico del fondo marino, revelan estudios, como el realizado por Fernando Tuya, Arturo Boyra y Ricardo J. Haroun dentro de un proyecto titulado Canarias: Por una Costa Viva, desarrollado por el Centro de Biodiversidad y Gestión Ambiental (Bioges), de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Para tratar de controlar la masiva extensión de este equinodermo el Cabildo de Gran Canaria ha realizado diversas acciones, una de las cuales data de 2008, cuando se llevó a cabo una limpieza en la Baja Fernando con 110 buceadores en la que también participó Ortego.

Aunque las dos zonas de buceo se encuentran a poca distancia la una de la otra -apenas unos 1.500 metros- y las dos muestran ese paisaje marino blancuzco provocado por la voracidad de las erizas, sus peculiaridades provocan que visitar una u otra suponga una experiencia completamente distinta.

Ortego asegura que para la inmersión del Roque Tortuga no es necesario contar con una embarcación. "Se puede realizar desde tierra porque está a unos 200 metros de la costa".

La roca, que se encuentra justo enfrente de la punta del Cabrón, "es volcánica, tipo basalto, y está rodeada por otras muchas más pequeñas que aparecen con la bajamar". Por eso advierte de que si se va en barco hay que tener cuidado al acercarse.

El nombre de tortuga le viene porque la forma se asemeja a la de un quelonio aunque "en la cartografía oficial se señala como Roque Matavinos", apunta la experta.

El buceo en esta zona permite visitar dos zonas bien diferencias. En primer lugar uno puede recrearse en la parte más somera del roque, a una profundidad de unos cinco metros. Es la franja entre la roca volcánica y la playa. "Hay pueden verse muchas algas pardas y algunas verdes", destaca Ortego. Sin embargo, por el lado contrario, ya hacia mar abierto, el roque hunde sus raíces hasta los 15 metros de profundidad. "Ahí es donde ya puede verse el erizo", revela. Además, "cuando termina la roca comienza el arenal, cuyas partículas son más gruesas que la de la playa de Las Canteras, más parecidas a la que muestra la orilla de El Confital".

La zona del Roque Tortuga es especial para bucear porque como la profundidad a la que se sumergen los submarinistas no es mucha "se puede apreciar un contraste de colores muy bonito, sobre todo si se visita un día en el que haya buena luminosidad y el mar no esté turbio", asegura Ortego.

Las algas y los arcos de piedra que crea el roque no es lo único interesante que se puede ver en la zona. La doctora en Ciencias del Mar asegura que el Roque Tortuga también destaca por tener una buena población de invertebrados sésiles, como las anémonas y las esponjas. "Llevar una linterna para observar el interior de las pequeñas cuevas es una gran idea porque se descubre un mundo muy colorido", aconseja.

Durante una sesión de submarinismo, además, se pueden descubrir "peces verdes y pequeñas bicudas y barracudas pegaditas a la superficie", afirma. También es común disfrutar "de bancos de sargos, salemas, cabrillas e incluso pequeños abades que conviven con chuchos y angelotes que descansan en el arenal".

La dificultad de la inmersión es poca. De hecho, Ortego asevera que ella la utiliza para bautizos de buceo y ejercicios para controlar la flotabilidad... "Si uno no sabe mantenerse en el sitio puede acabar pinchándose con los erizos", bromea.

Si los arcos y sus claroscuros y las formas retorcidas de la piedra volcánica son alguno de los atractivos del Roque Tortuga, en la Baja Fernando se convierten casi en el motivo principal de la inmersión. "La roca llama la atención porque es de tipo sedimentario y muy frágil... si te apoyas en ella se rompe", asegura esta buceadora que realizó su tesis doctoral titulada "Diadema antillarum (Philippi, 1845). Procesos determinantes de la estructura y organización de comunidades bentónicas", analizando estos fondos marinos en innumerables tandas de buceo.

Lo característico de la Baja Fernando, un enclave situado en la bahía de El Confital, es el regalo que ha resultado de la erosión marina. "Ahí se ha formado como un veril en el que la parte superior se encuentra a unos 15 metros de la superficie y la más profunda a unos 25 metros... Es un frente de rocas con grandes arcos y agujeros horadados por todas partes".

Las sombras y los claroscuros en el fondo marino provocan que cada inversión "sea muy animada", hasta el punto de que parece que uno se encuentra buceando "por el interior de un barco hundido", afirma Ortego. "Además, se pueden ver jureles, barracudas, medregales y, alguna vez, peces rey".

Sin embargo, es una zona en la que el erizo ha actuado de forma devastadora. Según cuantifica la submarinista, "puede encontrarse entre diez o doce erizos por metro cuadrado".

Las labores de limpieza que se han realizado han permitido que en una zona determinada de la Baja Fernando de unos 2.500 metros cuadrados "haya crecido cierta vegetación", asegura. Además, reconoce que desde la limpieza de 2008 ha aumentado la diversidad de peces y ahora también se pueden ver algunas "salemas, viejas, pejeperros e, incluso, hubo una época con gallo verde", descubre Ortego.