En lo alto de sus riscos aún se pueden ver las cuevas de los antiguos canarios que, al igual que hicieron los conquistadores castellanos que los expulsarían después, eligieron las márgenes del Guiniguada para asentarse, porque el agua y la vida corrían por el mismo cauce en aquella época.

Hoy apenas se ve el agua por el Guiniguada, pero su huella todavía persiste en forma de acequias, pozos, molinos, lavaderos, callaos que fueron arrastrados durante cientos de años cauce abajo impulsados por sucesivas barranqueras y la flora que aún pervive en el lugar. Sólo a partir de la Fuente de Los Morales, empiezan a oírse los reguerillos de agua que bajan por los riscos. Verdadero pulmón de la ciudad, el barranco guarda a lo largo de sus 22 kilómetros de longitud una auténtica guía de la etnografía, la arqueología, la geología, la fauna y la flora Gran Canaria, que permanecen ocultos para la mayoría de la población capitalina, que no acaba de descubrir este parque urbano.

Un centenar de escolares del colegio público Iberia trazaron ayer su propia ruta por la parte baja del Guiniguada, cuyos secretos descubrieron, de la mano de los agentes ambientales del centro municipal de El Pambaso, en una actividad organizada por el Ayuntamiento para celebrar la Semana del Medio Ambiente. La mitad de los alumnos de quinto y sexto de Primaria partieron de El Pambaso; la otra mitad, del Jardín Canario, y todos se encontraron en el centro de Recursos Ambientales de la Fuente de Los Morales, después de un pateo de cinco kilómetros.

Nereida, vecina del Risco de San Nicolás, era de los pocos alumnos que conocía el Guiniguada. Creció oyendo hablar a su abuela de la época en que corría el barranco y su padre la lleva de vez en cuando a dar un paseo por el camino del agua. "Muchas veces vamos porque a mi padre le gusta el barranco", comentaba Nereida. Attasara, de San Juan, sólo conoce del barranco la parte que se divisa desde su casa en San Juan. Como muchos de los vecinos de Las Palmas de Gran Canaria, desconocían que el Guiniguada es el principal pulmón de la capital, donde todavía se pueden contemplar las fincas de plataneras que se asentaron a finales del siglo XIX, por la abundancia de agua en la zona.

Los escolares iniciaron la jornada en el huerto urbano de El Pambaso, en plena desembocadura del barranco, y empezaron la subida hacia Fuente Morales, en medio de fincas de plataneras, higueras, naranjeros, papayeros, tabaibas, laureles de indias, balos, inciensos moriscos, tajinastes y ricinos o buenas noches, cuyas semillas son muy efectivas para expulsar las lombrices que desesperan a los chiquillos. En los impresionantes riscos que flanquean el cauce habitan las aguilillas, los cernícalos y los vencejos, explicó Álvaro Quintana, monitor del aula medioambiental de El Pambaso, que contó a los escolares que Guiniguada significa "el río que siempre corre. Nace en la Cumbre, donde se denomina barranco de La Mina y baja por San Mateo y Santa Brígida hasta la capital grancanaria".

En Cuevas de Niz contemplaron los restos de los primeros estanques, acequias y casas que se construyeron en la zona, mientras por encima de las laderas se iban sucediendo San Roque, Barahona, La Matula, Miller Bajo, Lomo Apolinario y el impresionante viaducto del Guiniguada, que cruza el barranco a cien metros de altura.

Un poco más arriba, a la altura del instituto Felo Monzón, aparecieron los restos del primer yacimiento aborigen. Colgadas de un impresionante risco se asoman las cuevas del Llano de Las Huesas, pero a lo largo del cauce surgen otros yacimientos como el de Risco del Drago, debajo de Lomo Blanco, y más arriba, los de Fuente Morales o el Maipez.

Fuente Morales

A la altura de Fuente Morales, la vegetación comienza a volverse más verde y frondosa aparecen las espectaculares coladas de lava y los monumentales bloques erráticos, restos del cono volcánico de la Caldereta del Lentiscal o Volcán de los Frailes que fueron arrancados y transportados barranco abajo debido a las violentas explosiones que se produjeron hace 2.400 años. Los huecos de muchos de estos bloques erráticos fueron usados como viviendas, corrales de ganado, cuartos de aperos y establos, según explican Cristina Alonso Francisco Luis Guerra en su obra Guiniguada, los Caminos del Agua.

Justo en la Fuente de Los Morales, a la altura de Almatriche, se detiene una de estas coladas de lava, que partió de La Angostura y se desplazó barranco abajo a lo largo de cuatro kilómetros.

En un recodo que se llamó Los Morales, por la abundancia de esos árboles que había en la zona, brotaron tres fuentes: La Grande, La Chica y La Mediana, unos manantiales que abastecieron a la capital grancanaria durante 200 años. Fuente Morales siguió produciendo un pequeño caudal de agua hasta 1941, año en el que se secó, pero los más viejos aún recuerdan que para transportar el agua se construyó un viaducto, cuya obra terminó en 1909.

La desaparición de la fuente, explican Cristina Alonso y Francisco Luis Guerra, coincidió con el inicio de la canalización de un barranco, que llegó a conducir avenidas de agua de hasta dos metros de altura en la desembocadura en épocas de grandes lluvias, como la ocurrida en el noviembre de 1951. La última gran barranquera que se recuerda fue la que tuvo lugar en el año 2002.