El Ayuntamiento de la capital grancanaria elabora un proyecto para crear un sendero peatonal y ciclista que recorrerá el Guiniguada, con el que se intenta que la ciudad deje de darle la espalda al barranco y conozca las singularidades de su paisaje y sus valores arqueológicos, paisajísticos, geológicos y etnográficos. La creación de este sendero, que abarca desde la finca de El Pambaso, cerca de la desembocadura, hasta el Jardín Canario, contempla actuaciones de embellecimiento en los márgenes del cauce y tiene como objetivo abrir nuevas rutas de paseo, tanto para los ciudadanos del municipio como para los turistas que cada año visitan la ciudad.

El concejal de Medio Ambiente y Movilidad Ciudadana, Ángel Sabroso, quiere poner en valor las singularidades del paisaje de uno de los barrancos más importantes de la ciudad. El proyecto sobre el sendero estará terminado en tres meses y en esa fecha, el Ayuntamiento espera contar con la autorización del Cabildo de Gran Canaria y el Consejo Insular de Aguas para sacar a concurso la ejecución de la obra. El barranco ya cuenta con tres equipamientos públicos de carácter educativo y ambiental: el centro municipal de Recursos Ambientales de El Pambaso, un aula de la Naturaleza en Fuente Morales, en la que la gente puede pasar la noche si pide permiso antes al Ayuntamiento, y el más importante de todos, el Jardín Botánico Viera y Clavijo, auténtico parque temático que alberga en su interior verdaderas joyas de la flora endémica del Archipiélago y del resto del mundo.

El sendero respetará y se adecuará al medio, poniendo en valor las numerosos atractivos del entorno a través de una batería de miradores, puntos de encuentro y señalética.

Sabroso explica que la ruta en bicicleta organizada el pasado año en el Guiniguada constituyó la "primera experiencia" que "permitió visualizar el potencial que tiene el barranco para actividades relacionadas con la naturaleza, el ocio, la salud y el deporte".

"Este año hemos trasladado la experiencia al senderismo, intentando poner en valor el cauce natural del barranco mediante la conexión a pie de los tres recursos de educación ambiental que se ubican en el barranco", indica el edil que añade: "Nos encontramos antes una ruta natural en el corazón del término municipal que tiene un altísimo potencial como pulmón de ocio, naturaleza, educación y deporte. En él encontramos un alto valor histórico y natural, de muy fácil acceso, con una orografía que permite que prácticamente todas las edades puedan recorrerlo. Hacer una escapada a la naturaleza sin salir de la ciudad, objetivo al que no podemos renunciar teniendo un barranco urbano como el del Guiniguada". A su juicio, la creación de senderos peatonales en el cauce del Guiniguada significará la "recuperación natural de un espacio privilegiado para la ciudad".

Entre las actividades que el Ayuntamiento quiere potenciar en el barranco están las relacionadas con la educación, la concienciación ambiental y también las que tienen que ver con el deporte, "pues es una ruta inmejorable para trekking o bicicleta de montaña. Tener la posibilidad de hacer senderismo sin salir de la ciudad, subirse en una guagua amarilla hasta El Pambaso y disfrutar en tan sólo unos minutos de plena naturaleza es algo que no debemos desaprovechar y de ahí la apuesta que realizamos por potenciar y mejorar el cauce del Guiniguada", sostiene Sabroso.

Y es que el barranco Guiniguada, que durante siglos fue el corazón que marcaba el ritmo de la ciudad que nació a su sombra, ha sido olvidado por los habitantes de municipio a medida que el agua dejó de correr por su cauce.

El agua ya no está, pero los caminos del agua conservan la huella de su paso y aún permanecen los cultivos de plataneras que se afincaron en el cauce entre finales del siglo XIX y principios del XX. Y también las acequias, estanques, molinos, acueductos, cuyos restos son testigos mudos de otros tiempos, como las cuevas de los antiguos canarios o las huellas de las erupciones volcánicas.

Un paseo por los 22 kilómetros del barranco, que nace en la cumbre de Tejeda y muere en el Atlántico, a la altura del teatro Pérez Galdós, supone transitar en pocas horas por las distintas épocas de la historia de la ciudad a través de un paisaje en el que están representados buena parte de los ejemplares de la flora y fauna del Archipiélago.

El camino por el Guiniguada arranca a la altura del colegio Guiniguada, en la zona de El Pambaso, por una pista de tierra bordeada de fincas de plataneras, una vaquería y los riscos sobre los que se asoman las casas de barrios como San Nicolás, San Francisco, San Roque, Barahona, Albiturría, Lomo Apolinario, Lomo Blanco... Luego van apareciendo los estanques, las canteras y los restos de los veinte molinos de agua que se construyeron en el cauce para los ingenios azucareros y moler el gofio. A partir de la Fuente de Los Morales -la zona de los tres manantiales, situados a la altura de Almatriche, que abastecieron de agua a la ciudad durante doscientos años hasta que se secaron en el siglo pasado- el paseante se topa con el impresionante espectáculo que dejaron en los riscos y el cauce la acción de los volcanes y el agua. En la zona se pueden ver las huellas de sucesivas explosiones volcánicas de hace millones de años pero, sobre todo, de la última explosión, la de la Caldereta del Lentiscal, ocurrida hace 2.400 años. "El barranco, con sus fondos aluviales planos y las laderas que lo limitan fue el recipiente, la caja geológica, que encauzó y moldeó el flujo de rocas fundidas que el volcán vertió en él", explica el geógrafo Álex Hansen Machín, en el libro Fuente Morales. "El depósito actual de la colada", añade, "ocupa el fondo del barranco, como una gran losa de basaltos dispuesta sobre los aluviones que ocupaban el lecho sobre el que discurrió". La colada de lava se extiende durante cuatro kilómetros, desde La Angostura y se detiene justo a la altura de la Fuente de Los Morales, donde comienzan a aparece los grandes bloques erráticos repartidos por todo el Maipez. "Estos bloques", señala Hansen, "son mayoritariamente fragmentos del cono volcánico arrancados de las paredes del mismo y transportados por la violencia de las efusiones de lavas. Los bloques alcanzan en ocasiones diámetros de más de 20 metros y alturas de hasta nueve metros sobre su base, lo que pone de manifiesto la gran capacidad de carga y arrastre que tuvo la colada de lava. Algunas fracturas que en ellos se encuentran crean cuevas naturales de gran tamaño", que fueron aprovechadas como viviendas por los antiguos canarios.

Hansen recuerda que fue "la originalidad de este paisaje" la que llevó al naturalista Enrique Sventenius a construir en la zona el Jardín Canario, que constituye uno de los máximos atractivos del Guiniguada.