El tren vertebrado, el parque de atracciones Tívoli, el espacio de ocio ideado por César Manrique para El Confital, el Parque de la Música en El Rincón o la Gran Marina forman parte de esa larga lista de proyectos ideados en la capital grancanaria durante los últimos 35 años que finalmente se quedaron en el limbo por muy diferentes razones.

Algunos de ellos, como el tren vertebrado o la Gran Marina, fueron objeto de una gran polémica en el seno de la sociedad capitalina, otros como el Tívoli languidecieron por problemas económicos o duermen en un cajón por falta de voluntad política para impulsarlos, como pasa con el Parque de la Música.

La mayoría murieron antes de materializarse, como el proyecto de Manrique para El Confital o el puente sobre el mar que uniría el Puerto con la Avenida Marítima, pero otros llegaron a construirse en parte. Aún se pueden ver las ruinas, por encima de la Mar Fea, del que iba a ser el mayor parque de atracciones de España. Al menos así fue como se vendió en su momento.

En cualquier caso, pocas actuaciones, a excepción de La Gran Marina, han generado tanto rechazo entre los ciudadanos y sectores económicos y sociales de la capital como el tren vertebrado, un ferrocarril aéreo ideado por Alejandro Goicoechea que la empresa Transeuropa comenzó a instalar en la acera naciente de la Avenida Marítima a principios de los 70. Las críticas de los detractores fueron creciendo a medida que avanzaba la colocación de los carriles de hormigón en la Avenida Marítima, entre Juan XXIII y el parque San Telmo, debido al enorme impacto sobre el paisaje.

Más que el tren en sí, se cuestionaba el lugar elegido para su ubicación. Los carriles enjaulaban la avenida, decían los críticos. Transeuropa solicitó en 1971 la concesión para instalar el tren elevado que conectaría la capital y Maspalomas y, mientras se hacía el proyecto que nunca llegó a presentarse, se instalaron un kilómetro y medio de raíles y dos módulos del tren, como muestra.

Tras la prueba realizada en 1974 -a la que sólo acudieron representantes del Ministerio de Obras Públicas porque las autoridades insulares y locales se negaron a ir para expresar su oposición al proyecto-, el ministro Enrique Martínez Cañavate dictó la sentencia de muerte del proyecto cuando ordenó su desmonte en 1975. Las pruebas, se argumentó, no cubrieron las expectativas. El del transporte fue el sector que se mostró más beligerante con el tren.

El fracaso del proyecto se debió a su enorme impacto visual, a la inseguridad que generaba (estaba previsto que los carriles del tren fueran por el medio de la autovía) y, sobre todo, a la falta de financiación y de apoyo por parte de las instituciones. Causalidad o no, el desdoblamiento de la carretera del Sur, que se encontraba empantanado desde hacía 20 años, se aceleró y las obras comenzaron meses después de que el Ministerio diera luz verde al tren.

A finales del pasado siglo volvió a resucitar la idea de un tren que uniría la capital y el Sur.

El Cabildo habló incluso de instalar uno de alta velocidad para aprovechar la línea de subvenciones de la Unión Europea a este tipo de transporte, pero la cosa no prosperó, tras costarle a las arcas del Cabildo más de 200 millones de las antiguas pesetas en tres estudios de viabilidad, dos para un tren y uno para un tranvía capitalino, que también fue desechado. El que fuera concejal de Urbanismo, Juan José Cardona, propuso otro tipo de tren, denominado de cremallera, una especie de ascensor que uniría el parque Doramas con Altavista, donde estaba previsto un museo en homenaje a Manolo Millares. Ambos proyectos quedaron en el olvido.

EL TÍVOLI. La posibilidad de que la capital contara con un gran parque de atracciones murió definitivamente en 1990, tras el último intento fallido para reflotar un proyecto que, desde sus mismos inicios, nació con muchos problemas por la falta de financiación de los impulsores privados. Los niños de la época soñaban con un gran parque de atracciones cada vez que pasaban por la carretera del sur y veían la enorme noria instalada en el Tívoli. Pero los chiquillos crecieron y la noria y todos los elementos que se instalaron en el solar de 46.000 metros cuadrados nunca llegaron a funcionar y fueron desmantelados, después de que el ´ferruje´ se adueñara de ellos durante años.

El proyecto se inició en 1974 cuando un grupo de inversores se embarcó en la aventura de crear un parque, pero la falta de capital empantanó el proyecto, que fue retomado, sin éxito, en 1985 y en 1990. Los socios hablaron en 1990 de una inversión de 1.500 millones de pesetas, de los cuales 1.000 ya se habían empleado en el desmonte y la obra civil, pero el proyecto, que contó con una subvención de 214 millones de pesetas del Ministerio de Economía murió finalmente por falta de capital.

CONFITAL. En el cajón de los proyectos se quedó también el que realizó el artista lanzaroteño César Manrique en 1991 para El Confital. Denominado gran centro de atracciones, el esbozo -no llegó a proyecto- de Manrique proponía instalar lagos, cascadas, restaurantes panorámicos, instalaciones deportivas, incluido un pequeño campo de golf, en el único espacio virgen que le queda a la ciudad.

El proyecto, que fue presentado al entonces alcalde Emilio Mayoral, no salió nunca adelante y parece que así seguirá al menos durante el actual mandato, debido al enorme impacto que tendría. La actual corporación apuesta por actuaciones blandas y, en cualquier caso, el futuro del lugar depende de lo que se establezca en un diseño global del frente marítimo.

La Gran Marina ha sido el último proyecto de la capital que ha pasado a formar parte del limbo, pese al empeño que puso la anterior alcaldesa Pepa Luzardo en sacarlo adelante.

El proyecto, que iban a realizar los arquitectos Carlos Ferrater y César Pelli, tras ganar un concurso ilegal, y que generó una gran oposición entre los ciudadanos, contemplaba una gran operación urbanística en el istmo de Santa Catalina, con edificios de gran altura y muelle deportivo. En el cajón espera desde hace más de 10 años el proyecto del Parque de la Música. Ni José Manuel Soria ni Pepa Luzardo quisieron hacer realidad el proyecto que contempla una gran zona de ocio en El Rincón.