La tradición canaria de la Noche de los Finados, o "Finaos" en el léxico de las Islas, no está muerta, o al menos de momento. Esta reflexión la realiza uno de los promotores de la recuperación de esta festividad en Las Palmas de Gran Canaria, Rafael Caballero, miembro de la Asociación de Vecinos del Casco Histórico de Vegueta-Triana La Unión. Caballero, marido de Loly Santana, la presidenta de la asociación, explica las características de la Noche de los Finaos que desde hace años llena el barrio histórico con agrupaciones folclóricas, las típicas castañas y piñas asadas y diversos licores dulces para entretener al estómago. "Temo que este año sea el último de los Finaos, no sé si mi salud me dejará organizarla el que viene", expresa Rafael apenado, ya que es uno de los encargados de atraer a grupos folclóricos a la ciudad e invitarlos al recorrido desde hace catorce años.

Halloween, la Noche más freak en el Monopol, la ruta de los pinchos de Vegueta e incluso varias tunas universitarias sumaban personas a la zona. A pesar de todo, este año los disfraces espeluznantes han sido menos, debido a la atracción que ejerce la zona del Puerto para los más jóvenes.

En cuanto a la Noche de Los Finaos, comenzó en el Parque de San Telmo a las 20.30 horas y se prolongó hasta la madrugada. En ella doce agrupaciones folclóricas de la capital iban siguiendo una ruta en la que a cada parada entonaban sus cánticos y folías. La estampa era cuanto menos curiosa.

Nada más asomarse a la concurrida calle Mendizábal sonaban los cánticos que llegaban desde la pequeña plazoleta de Andrés Déniz El Ratón. Además, el humo que desprendían los tres asaderos de piñas y castañas se hacía notar y junto a ellos numerosos asistentes hambrientos se relamían ante la visión de los alimentos que se tostaban al fuego.

"Yo he celebrado la Noche de los Finaos cuando era pequeño en Valleseco y esta comida era la típica. Ahora ya no se hace tanto porque sale caro recoger las piñas, la gente no quiere picarse las manos y se ha perdido mucho con la gente mayor", explicaba Luis Reyes mientras intentaba coger una de las piñas puestas en el asadero.

Las cifras hablaban por si solas. La asociación de vecinos había dispuesto 120 kilos de castañas y 800 piñas para reponer el cuerpo y que todos pudieran refugiarse del frío que amenazaba una particular fiesta que, como contrariedad, ha viajado desde los pueblos y el ambiente rural hasta la gran ciudad.

Omar Falcón y Sara Ramírez preparaban con esmero los suculentos manjares en una tremendo ajetreo. "¿Cuánto vale una piña?", preguntaba un asistente. "Lo que tardes en coger la servilleta y en que no te la quiten", bromeaba Omar. Y es que todas eran gratis, dispuestas por los organizadores para llenar la plazoleta de gente que se interesase en conocer un poco más por el origen de sus tradiciones. En cuanto a la receta y el tiempo de preparación, Sara Ramírez, experta "asadera", señala: "según lo que veas, esto se hace a ojo". Su experiencia la precede: más de diez años en el mismo sitio y el mismo día en su labor de alimentar al personal.

El bullicio también llegaba de la sede de la asociación. Dentro, además de la agradable decoración canaria, los voluntarios y miembros sostenían platos de garbanzada, pinchitos,, y se ofrecían unos a otros chupitos de ron miel y un curioso licor de mora silvestre. "Hemos preparado 20 kilos de garbanzada para los grupos. El dinero lo hemos recolectado durante todo el año", expresaba dentro Rafael Caballero antes de disponerse a actuar con su parranda La Unión de Vegueta. Dentro de la cocina, Loly Santana, cocinaba con esmero. Uno de los presentes era Carmelo Sánchez, presidente de la agrupación Vecinos Unidos del barrio de La Isleta. "Los Finaos los he celebrado de forma personal, con mi gente", señala Sánchez. En cuanto a las canciones que se tocan en la fiesta, no requieren ninguna temática especial, e incluso se ha acompañado de Bailes de Taifas. De todas formas, Las Palmas de Gran Canaria no está sola ante la recuperación de la fiesta. Los municipios insulares llevan años en su empeño por mantener viva la festividad. San Bartolomé de Tirajana, Arucas, Telde, Valsequillo, Valleseo, Santa Lucía, Artenara o Guía elaboran sus Ranchos de Ánimas, Casas del terror e incluso obras teatrales terroríficas como El Misterio del Jacho.

A pesar de la alegría en la Noche de los Finaos, al pasear entre los asistentes se oían palabras sobre la deseada muerte de la horripilante crisis. "A ver si pronto la podemos enterrar, que ésa ya ha vivido mucho", bromeaba Carmen Roldán junto a su grupo de amigas.

Vegueta hizo gala anoche de su versatilidad. Al abandonar la zona donde se hunden las raíces de la festividad canaria, la Plaza del Pilar Nuevo mostraba una faceta completamente diferente. En un escenario preparado y con una ambientación suave, Desmontando a Don Juan, una obra teatral, se representaba ante una gran afluencia de público. La compañía 2RC Teatro repetía este año su singular escenificación en la que enfrenta al Don Juan de Zorrilla con el de Tirso.

Luis O´ Malley, director del espectáculo, explicaba antes del inicio de esta representación al aire libre las características de su adaptación. "Estamos ante una revisión del gallardo español como instigador de la mujer, que por primera vez tiene una voz propia", aclaró O´Malley. El Don Juan, en su versión más moderna, también quiso resucitar en esa noche especial para entretener a los aún vivos.

Entre las preferencias sobre Halloween o Los Finaos, surgían discrepancias, sobre todo entre los grupos de jóvenes apostados en terreno neutral: los bares de pinchos. A pesar del intento de los locales por atraer a gente disfrazada de momia, bruja y zombie, muchos de los asistentes se mostraban indiferentes con la fiesta importada.

"Si tengo que disfrazarme será por Carnaval, aquí ya tenemos nuestras propias tradiciones, pero la gente por vivir una fiesta se apunta a todo", señalaban al unísono unos universitarios ajenos a la variedad de indumentarias de su alrededor. Otros, en cambio, opinaban en una línea más sosegada, que no son opciones contrarias.

El ajetreo y el cambio de ambientes y público de anoche en cada rincón permitió que Veguetademostrase que es camaleónica: puede ser terrorífica, tradicional, selecta e incluso rara, pero nunca aburrida.