La munición es una de las primeras cosas que se prepara. Las embarcaciones custodian con celo la metralla hasta el momento de la contienda. Los movimientos han de ser rápidos y los proyectiles han de cumplir requisitos claves: ser los suficientemente ligeros como para lanzarlos en pequeños intervalos de tiempo y ser pringosos como para dejar huella y tropezones en el contrario. Los granjeros y sus pollos, el capitán y sus gitanas, los personajes Disney, los Aguacaneros, los Apocalípticos, los que apuestan más por la discreción y,en definitiva, todos los bandos ponen a punto sus provisiones y sus pequeños navíos a la espera de la orden de salida. Una conga, al ritmo de música animada y de algún que otro refresco y cerveza, ayudan a liberar tensiones hasta que Pedro Texaco, ataviado con un sombrero mejicano, se hace con el micrófono. Es la señal. Con gritos de júbilo, los participantes procesionan hasta sus botes en el Muelle Deportivo. Así comenzó ayer la regata de los dinghies, -que retornó tras un año en el olvido-, en la que participaron una decena de pequeñas embarcaciones.

El primer misil en forma de globo de agua vuela en las primeras décimas de segundo. Isabel Cambres y Paola Betancor, nietas del promotor de esta divertida y tradicional prueba, cuentan con un centenar de las coloridas esferas en su balsa. Con el rojo, verde y naranja en sus caras como colores de su equipo, lanzan sin mesura las bolas contra todo aquel que esté a tiro. El pequeño Miguel, encarnado en el pirata Jake y su melliza Natalia como Blancanieves, también tienen un buen arsenal en el zodiac de su abuelo Manolo Conde. Es el tercer año que los niños de tan solo cinco años participan y Miguel, menos tímido que su hermana que lo que más le gusta es tirar los globos "de los grandes" y mojar con las pistolas de agua a los demás.

La batalla está reñida y las gitanas que acompañan a Domingo Betancort, patrón del Zepekeño, tienen los volantes rosas del vestido empapados mucho antes de llegar al punto en el que está estipulada la salida oficial. Casi salen al mar sin proyectiles, porque la fiesta de la noche anterior les hizo olvidar ese importante detalle. No obstante, a última hora, unos cuantos panes en remojo les sacan del apuro. Y ¡menos mal! Porque entre que Javier González se tiene que tirar al agua, traje de flamenca incluido, para recuperar uno de los remos y Rayco Salinas utiliza su conjuntado cubo para la playa para mojar al adversario; el bote, con el resto de la tripulación, Tanausú Santana y el pirata Ismael Viera, se les hubiese hundido como en la edición anterior.

Como no podía ser de otra manera, Raquel, Rubén, Roberto, Pilar, Beatriz y Fifo, los "pollitos" de los granjeros Elena Bolaños, Angie Gallego y Manolo Sepúlveda, defendieron su balsa- corral a base de harina, ya que con huevos hubiese sido poco ortodoxo. No es el primer año que los miembros del Club de Buceo Bananas Diving participa en esa prueba que nació de una tarde de observación de Pedro Texaco, "sentado en la grúa", en el año 1981. "¡Pó, po, po, po, pó!" - que no ¡pío, pío!- es el grito de guerra con el que se hacen notar en el campo de batalla acuático.

Y mientras luchan por mantenerse a flote, los Aguacaneros lanzan a discreción su arma secreta compuesta por pan, agua, gofio, harina y el ingrediente estrella: gusanos. Los más veteranos del Club de Natación Aguacán, llevan asistiendo a la cita casi una década. Los más jóvenes acuden por segunda vez, suficiente para saber que lo más motivante es, según Ainhoa Rodríguez, "tirarle cosas asquerosas a los demás". Ante lo que los "apocalípticos", Luis Jiménez y Victoria García, se defienden únicamente con su lanza indígena hecha con caña y un cuchillo de plástico.

Pistolas de agua, garrafas, cubos... todo vale en un encuentro que tiene por objetivo poner la nota divertida y colorista a la temporada de regatas. Tras el tradicional izado de banderas, presidido por las autoridades, los regatistas de la ARC se agolpan para ver el espectáculo en el que los protagonistas son los botes salvavidas, las pequeñas embarcaciones y todo aquello que flote y que pueda recorrer los 400 metros establecidos. "Es como el carnaval en medio del mar", cometan algunos de los curiosos que disfrutan del panorama, eso sí, a buen recaudo. Y es que en el embarcadero la fiesta continúa y todos son buenos blancos a los que empapar, aún finalizada la regata. "Para el próximo año tenemos prevista una gran fiesta con paella, chuletada y entrega de trofeos, y que esto poco a poco se vaya recuperando", anuncia el precursor de los dinghies quien tampoco se salva del agua.