Empecemos por este espacio en el que confluyen dos poetas. A uno de ellos, Tomás Morales, figura de referencia del modernismo insular, le está consagrada esta bella plazoleta ubicada en el paseo que lleva igualmente su nombre. El otro, Joan Margarit i Consarnau (Sanaüja, Lérida, 1938), Premio Nacional de Poesía 2008 y arquitecto, catedrático jubilado de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, es, así mismo, hijo del autor de este espacio, Joan Margarit Serradell (Barcelona, 1908-1997), arquitecto municipal de Las Palmas entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta del siglo XX.

Margarit Serradell recaló en Las Palmas en una trayectoria profesional que le había conducido antes a Figueras, Gerona y Tenerife y que concluiría en Barcelona. Para entonces, su hijo era un joven estudiante de arquitectura que venía en vacaciones a la casa familiar de la calle Bernardo de la Torre. Después, Joan Margarit hijo ha regresado en varias ocasiones, invitado a recitar sus versos, y de este reencuentro con su memoria, o, por mejor decir, a partir de la reelaboración de la misma, surgieron poemas como El tocadiscos, incluido en Se pierde la señal (2013), y Arquitecto en Las Palmas, del libro No estaba lejos, no era difícil (2012) y que evoca la huella de su progenitor en la ciudad.

A solicitud de este periódico, Joan Margarit i Consarnau accedió a comentar tres obras en Las Palmas de su padre, quien, como él, fue docente en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Una de ellas es la mencionada Plazoleta de Tomás Morales, erigida en 1959 y de la que el poeta evoca "unos bancos deliciosos, con unas barandillas en forma de cisnes", dos elementos parnasianos que, por alguna razón difícil de entender, en algún momento algún munícipe insensible ordenó derribar. El resto de este recinto, afortunadamente se preserva intacto: el suelo con un mosaico que dibuja una lira y el "muro bajo rojizo", recuerda el autor de No estaba lejos, no era difícil, ante el que se levanta el busto del poeta custodiado por una fuente.

Dice Joan Margarit i Consarnau que Joan Margarit Serradell fue "uno de los primeros urbanistas que habló en España de urbanismo moderno, un urbanismo ligado a la economía y la política, en sintonía con los países desarrollados, como entonces se llamaban: Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Suiza, sobre todo". Margarit i Consarnau, que, como arquitecto, ha participado en obras como el Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, el Estadio Olímpico de Montjuïc de los Juegos de 1992 y la Villa Universitaria de la Universidad Autónoma de Barcelona, dice, así mismo, de su padre que fue un arquitecto de "regiones devastadas", que aprendió su oficio "en un tiempo en el que no había acero ni hierro" y que trabajó en una "época sin muchos medios".

Este espíritu, a decir del poeta, se refleja en la Iglesia Nuestra Señora de Los Dolores, de Schamann, también de 1959, que aporta "limpieza conceptual en aquellos años en que empezaba a imponerse el brutalismo, el gris del hormigón".

He visto, transparente de alegría / la torre de la iglesia, dice el poeta leridano en los versos de Arquitecto en Las Palmas. La torre, el campanario exento de este templo es, precisamente, uno de los elementos que destaca, por su "levedad", que, amén de a valores formales, responde a la necesidad económica: "La transparencia permite que el viento la cruce y eso posibilitó ahorrar en materiales".

Junto al campanario, otro de los valores de la Iglesia Nuestra Señora de los Dolores radica, a decir de Margarit i Consarnau, en la introducción voluptuosa del color que este edificio comparte con la Plazoleta de Tomás Morales. "Esta obra", señala, "participa más de la Brasilia de Niemeyer que del influjo de Le Corbusier que venía de Europa. Es un edificio con una idea higiénica de luz, de claridad, que evita la brutalidad y lo siniestro, propios de épocas de opulencia". Es por esta jovialidad en medio de la escasez por lo que cree que, a partir de ahora, arquitecturas como la de su padre comenzarán a valorarse más.

Nacido en el seno de una familia obrera, Joan Margarit Serradell consiguió ingresar como alumno en la Escuela de Arquitectura de Barcelona en unos años en los que, explica su hijo, la arquitectura era una profesión de élite y apenas lograban pasar el examen un cinco por ciento de los que lo intentaban, "casi todos hijos de la burguesía catalana". Su origen humilde lo pagó luego, recién titulado, en la posguerra, con la ausencia de encargos en su ciudad natal, lo que le obligó a un peregrinaje por distintos lugares de la geografía española, entre ellos Las Palmas. Aquí dejó también otra de su obras emblemáticas: el Mercado Central, levantado en 1958.

De este edificio erigido en la calle Galicia, Joan Margarit i Consarnau destaca ante todo el arco, "el arco enorme, en calma", de su poema, y que, explica, "forma parte de esta tipología de estructuras sencillas pero de gran potencia expresiva". Junto a este elemento, llama la atención sobre "los muros laterales que le dan iluminación y un gran movimiento".

Al autor de estos edificios le pudo finalmente la añoranza de su Barcelona natal. Decidió regresar allí. Su hijo, no obstante, afirma que "debió de quedarse en Las Palmas". De ahí esa declaración melancólica del poeta arquitecto al fantasma de su progenitor, mientras lo evoca entre tiempos: el pasado del padre que había construido y el futuro del que había de proyectar, el presente de la voz que canta y el pasado de la que recuerda. Y, en el intervalo, un presente eterno, en el aquí del espacio urbano de Las Palmas, donde, le dice el poeta a la voz que no contesta, "dentro de mí, hoy puedes reposar".