Antonio Quesada y su mujer, Ana María Artiles fueron vistos por última vez en una cafetería de Guanarteme, en la capital grancanaria, el 6 de marzo de 2012. Desde entonces, nadie sabe su paradero. Es uno de los 36 casos de personas desaparecidas sin motivo aparente en Gran Canaria en la última década, según denunciaron ayer varios de sus familiares y colectivos ciudadanos en una emotiva concentración en el mismo barrio que no deja de recordar al matrimonio de mayores.

Yeremi Vargas o Sara Morales han sido los casos más célebres en la Isla durante los últimos tiempos. Varios de sus familiares estaban ayer en la plaza del Pilar para reclamar lo mismo que los allegados de otros vecinos cuya desaparición no ha sido tan difundida, pero que se ha vivido con igual tensión y dramatismo: "Que sigan buscando", fue el ruego que salió de varios miembros de este colectivo que durante la jornada estuvo arropado por los vecinos de Guanarteme, los grupos de moteros de Gran Canaria, colectivos ciclistas y hasta una batucada que se encargó de mantener en alerta al barrio ante el acontecimiento de la mañana.

En torno a las diez de la mañana ya se congregaron en la plaza buena parte de los manifestantes, justo en el Día Nacional de los Desaparecidos sin Causa Aparente. La reivindicación de Guanarteme para que no se olvide a Antonio y Ana María ha devenido en una convocatoria de aún mayor calado, a la que acudieron desde distintos rincones del mapa insular. Desde La Aldea hasta la misma capital grancanaria.

Muy cerca de la Plaza del Pilar se vivió en 2011 otro drama. Antonio Luis García Vera acompañó a su madre a comprar, se quedó en la calle y ya no volvió a subir, como recordaba en la concentración Antonio Luis García padre, mientras portaba un retrato de su hijo. También marcharon junto a él las hijas del matrimonio desaparecido; José Suárez, abuelo de Yeremi Vargas; Josefa, la abuela de Sara Morales, y una de sus primas... A duras penas, algunos pudieron contener la emoción a lo largo de un breve recorrido por las calles de la zona, debidamente escoltados por las fuerzas de seguridad y con el tráfico momentáneamente cortado para la ocasión. Otros, sencillamente, no pudieron, y rompieron a llorar.

El colectivo de familias de los desaparecidos mostró una admirable entereza a la hora de confirmar que mantienen la esperanza en la búsqueda, que no dan por acabada. En algunos casos, echan en falta "más información" por parte de la policía, sin dejar de agradecer su esfuerzo y las investigaciones de los cuerpos del orden. Les piden que no cesen en su empeño.

Algunos recordaron incluso el pozo que se abrió en 2010. Los más cercanos a Sara Morales no eran los únicos que permanecían especialmente pendientes de aquellos trabajos. Otras familias de desaparecidos mantenían en aquellos momentos su atención puesta en Jinámar. Ese y otros episodios de búsquedas pasadas también se comentaron durante una marcha que fue breve pero muy intensa para todos los que tomaron parte en ella, y para el refuerzo que prestaron los propios residentes en la zona. Aunque desde uno de los integrantes de la Parranda Guanarteme se recalcara, micrófono en mano, y al final de la concentración, en la misma plaza del Pilar, que "hasta pocos somos". Entendía, como el resto de los presentes en el improvisado estrado, que los afectados merecen "todo el apoyo posible".

Los carteles de los extraviados, sus rostros, fueron exhibidos de nuevo allí, en el corazón del barrio, como un recuerdo imperecedero que defienden los que continúan guardando la ilusión de volver a encontrarse con ellos. O, cuando menos, de saber de su destino. Recordaron las familias que son 36 los casos que se han acumulado en la Isla. Que la cifra se extiende a 60 en todo el Archipiélago. Y que es preciso mantener el instinto de búsqueda afilado y, sobre todo, la esperanza.

"Ha venido gente", observó, pancarta en mano, José Suárez, abuelo de Yeremi, como reconocimiento del apoyo que sintió en una mañana inoportuna para convocatorias masivas, por ser la siguiente a la última noche del Carnaval en la capital grancanaria. Pero ni el fin de fiesta pudo restar protagonismo a una concentración que despertó la memoria de la ciudad y que agitó el espíritu de todo aquel que tuvo la oportunidad de presenciarla de cerca.