La vida de Alcorac Henríquez González se apagó un domingo en su casa del barrio de San Juan hace ahora diez años, disfrutando junto a su madre Natividad de una de sus aficiones: las motos. La retransmisión deportiva puso punto final a su particular carrera de fondo, emprendida desde el día en que nació, en el que le diagnosticaron un soplo en el corazón que más tarde fue diagnosticado como cardiopatía congénita. Tenía 27 años. El colegio público Batería de San Juan, donde estudió, quiere recordar su fortaleza y ha solicitado a la consejería de Educación el cambio de denominación del centro por el de Alcorac Henríquez González.

La idea fue aprobada por unanimidad del consejo escolar del centro el pasado curso escolar, tiene la conformidad del Ayuntamiento capitalino y la dirección del mismo confía en que Educación acepte la petición. Así lo manifestaba esta semana su actual directora, Encarna Morín, quien explicaba que el homenaje es también un reconocimiento a sus padres, quienes lucharon durante años porque el barrio de San Juan contase con un buen centro escolar.

Natividad González y José Juan Henríquez, vecinos desde hace casi 40 años de este popular risco, continúan aún "sorprendidos" por este reconocimiento de la comunidad educativa hacia su hijo después de tantos años y, por ende, de sus vecinos; cuyo cariño y ayuda nunca les faltó en ese trance duro en el que el corazón del Alcorac decidió no seguir latiendo. "Es un regalo muy grande; estamos muy orgullosos", dice su madre, mientras enseña una foto de su hijo, sonriente y lleno de vida, tres días antes del fatal desenlace.

Natividad y José Juan destacan que Alcorac fue siempre un niño "muy alegre y simpático" a pesar de sus entradas y salidas al hospital, de las pruebas médicas y del futuro incierto que le esperaba. "Se llevaron incluso su historial a Boston para ver si lo podían operar pero era muy complicado porque necesitaba un transplante doble de corazón y de pulmón", añade Natividad, quien apunta que su hijo era además "muy familiar y muy amigo de sus amigos. Era fantástico".

Sus padres recuerdan que Alcorac, el mayor de dos hermanos, fue un estudiante que aprobaba "raspadillo" pero que era un niño que no daba problemas más allá de las travesuras propias de cualquier chiquillo. "Los profesores destacaban siempre su buen comportamiento en clase", recuerdan sus progenitores en el salón de casa.

Al joven le gustaban especialmente las manualidades y salir al patio a darle al balón o a jugar a cualquier otra cosa. Si se encontraba mal, ahí estaba su compañero de clase David para acompañarle de vuelta a casa. Casualidades de la vida, el joven falleció hace tres años en un accidente de tráfico.

Alcorac Henríquez fue uno de los estudiantes de las primeras promociones que salieron del Batería de San Juan, que abrió sus puertas en 1987 y cuyo nombre recuerda a una de las fortalezas defensivas construidas en el siglo XVIII en la zona.

Apertura en 1987

Antes de que se construyese el centro, los niños del risco se desplazaban a los colegios cercanos de la zona como el colegio Castilla, donde estudió Alcorac hasta tercero de EGB y donde hoy se levanta el Palacio de la Justicia; el Cervantes, también en la Vega de San José, y el centro de preescolar San Juan, situado en el Real de San Juan y que desapareció al abrirse Batería de San Juan.

El colegio se constituyó con 14 unidades para impartir Educación General Básica (EGB) y 4 unidades para párvulos. "Tuvimos que salir a manifestarnos para que nos dieran las sillas y las mesas", rememora el padre de Alcorac, sobre el empeño que pusieron los vecinos en lograr un colegio digno para el barrio.

José Juan, que fue vicepresidente de la asociación de padres y miembro del consejo escolar del centro además de portavoz de la asociación vecinal Santa Isabel, explica que el colegio llegó a tener toda clases de actividades extraescolares. Judo, taekwondo, música, macramé. Y es que l objetivo de los padres no era otro que alejar a los pequeños de las drogas y la delincuencia. "Estábamos todos -maestros, alumnos y padres- tan comprometidos con la educación que becábamos a los escolares más conflictivos, como si fuésemos el Gobierno, para que no rompieran la convivencia tan buena que había en el centro y en el barrio".

Tras terminar la EGB, Alcorac comenzó a estudiar Formación Profesional pero, tras varios cursos, se decantó luego por Bachillerato de Letras; que terminó en el instituto Pérez Galdós. Sus padres reconocen que se "dispersó de los estudios" en cuanto fue un poco más mayor y le dijeron lo que le ocurría. "Se metió en Internet a conocer más sobre su enfermedad. Se cansaba también más y ya no tenía tanto interés por estudiar", comenta su madre. Su cardiopatía comenzaba a ser más visible y con 20 años ya tenía un marcapasos aunque no dejó por ello de divertirse "sanamente" con sus amigos hasta el día en que su corazón se paró.

La decisión del consejo escolar de cambiar el nombre del centro por el del joven también es aplaudida también por la asociación de vecinos Artemi. "Es acertadísima, además, de un gesto muy bonito al recordar a un niño que estudió en el centro y a una familia muy querida en el barrio", dice su presidente Antonio Marrero.

La asociación reivindica desde el 2009 la creación de una Escuela de Educación Infantil en el mismo centro escolar, que actualmente cuenta con unos 160 escolares matriculados; muchos menos de los que estudiaban cuando se abrió. La petición vecinal ya ha sido cursada por el Ayuntamiento, que ha accedido, y a la consejería de Educación, quien ya se ha puesto en contacto con la dirección del centro para conocer si el colegio podría albergar a niños de cero a tres años.

El Batería de San Juan, que está inmerso en varios proyectos escolares como el Clic -en el que aparte de las horas obligatorias de inglés se imparte al menos una asignatura más en dicho idioma- o Escuela 2.0 -todas las clases cuentan con pizarras digitales y algunos cursos trabajan con ordenador- además de ofrecer acogida temprana y comedor; incluso en verano para ayudar a las familias del barrio, confía en que las dos peticiones se hagan realidad; lo mismo que los vecinos.

Los padres de Alcorac, mientras tanto, solo tienen palabra de agradecimiento. "Estaremos eternamente agradecidos a los que se han acordado de Alcorac. Tanto más porque hay otros padres en el barrio que han perdido a sus hijos. Nosotros no hicimos más que otros que el de dedicar mucho tiempo de nuestra vida a que San Juan tuviese un buen centro escolar . Ahora puede que sea el único que lleve el nombre de uno de sus alumnos".