Los 350 alumnos del nuevo CEIP de Siete Palmas pudieron estrenar ayer por fin el colegio, un mes más tarde del comienzo oficial del curso escolar. Hasta ayer, los chiquillos estuvieron repartidos entre el viejo Boliche, los de Infantil, y el Castilla, los de Primaria, porque los padres y madres se negaron a usar los barracones que instaló la Consejería de Educación del Gobierno canario en el Boliche.

Los padres y madres rechazaron también que sus hijos recibieran clases en el Boliche, donde el pésimo estado, la masificación y la falta de espacios comunes habían alcanzado límites intolerables, por el retraso en la apertura del nuevo centro, que se empezó a construir hace dos años. Pero ayer, los nervios y la indignación del principio de curso parecían ya olvidados. Los padres y, sobre todo, los niños estaban de fiesta y la alegría era evidente en sus caras.

El pasado miércoles se enteraron de que el nuevo colegio ya estaba listo y la mudanza se ha llevado a cabo en apenas cuatro días, en los que el esfuerzo del profesorado y resto del personal del centro ha jugado un papel fundamental. Así lo destacaba ayer Manoli, una de las madres, que destacaba que "los profesores han hecho una labora encomiable". Los padres también han arrimado el hombro, destacó el representante del consejo escolar, José Morales, quien destacó que la mayoría de las familias no mandaron a sus hijos a clase el pasado viernes para poder subir los pupitres y el resto del material al nuevo centro, donde la empresa que ha levantado el colegio finiquita las obras pendientes para terminar el aparcamiento. Según explicaron los padres, porque este periódico intentó sin éxito hablar con responsables de Educación, aún queda por terminar de instalar la capa asfáltica del parquin y la conexión con el alcantarillado. El director de la obra, dio por fin su permiso para que comenzasen las clases, ya que la zona del aparcamiento está aislada del edificio donde se imparten clases.

Los padres llamaban la atención sobre este asunto y no entendían la razón de que la empresa adjudicataria negara el permiso en septiembre pasado. "Es algo que no terminamos de comprender, pero lo importante ahora es que se ha conseguido traer a los niños al nuevo colegio, que está genial. El centro está estupendo y sólo falta que los chiquillos lo disfruten", indicó Morales.

Los escolares tomaron ayer un picnic como almuerzo porque el comedor aún no funciona a pleno rendimiento porque está pendientes de la conexión con Endesa, ya que el centro funciona con luz de obra, según explicaron los padres. Para la hija de Manoli, de siete años de edad, el de ayer fue su primer día de curso, porque su afección de vértigo le impedía coger la guagua hasta el colegio Castilla, en Vegueta. Al igual que los padres, la apertura del nuevo centro ha sido un alivio también para los profesores. Los responsables de Educación aseguraron en su día que la constructora se comprometió a acabar en agosto y no cumplió. Entre las flecos pendientes, queda elegir el nombre que tendrá el colegio, ya que en el barrio existe otro CEIP Siete Palmas. Algunos padres quieren que se llame Boliche; otros prefieren Adolfo Suárez o Mario Vargas Llosa.