El Ayuntamiento firmaba esta semana un acuerdo con los hoteleros y el Auditorio Alfredo Kraus para potenciar el turismo de congresos . ¿Le parece buena la iniciativa o como propietario de un hotel rural está al margen de esas iniciativas en la ciudad?

Creo que todo tipo de acuerdo que sea para promocionar y aumentar la actividad económica y, consecuentemente, que la gente de las Islas podamos vivir mejor son positivas. Lo que pasa es que la relación entre ese tipo de iniciativas y el turismo rural es complicada, ya que se trata de un evento más de ciudad.

De momento, Santa Cruz de Tenerife parece que nos saca ventaja en la materia, este miércoles inauguraba una cumbre del sector hotelero de España.

¡Vaya por Dios! Siempre pasa igual. Una Isla hace una iniciativa y luego la otra se lamenta. Pero un congreso, igual que con otro tipo de eventos, conlleva llenar los hoteles puntualmente. Con la regata ARC , por ejemplo, suelen derivarse muchos clientes hacia el hotel.

Qué curioso, que opten por un hotel rural.

Sí. No sabemos por qué. Pero algo debe de pasar, porque nos tocan a la puerta. Sobre todo desde que nos abrimos hace un par de años a la red hotelera Booking.

¿Y qué tal son como clientela?

Muy buena. Hemos tenido gente de Centroeuropa. No sé exactamente si vienen a competir o por la atracción de la prueba. Quizás es porque se llenan los hoteles de la ciudad. No lo sé, pero el hotel se ocupa por esos días y como alojamiento rural tratamos de darle esa cercanía y atención personalizada que creo tienen todos los hoteles de estas características.

¿Y ya tienen reservas?

No, de momento no pero, seguro que comenzaremos en breve.

Los eventos deportivos están dando juego, aunque sean puntuales.

Sí. Primero se llenan los hoteles de la ciudad como es lógico y luego ya entramos nosotros.

Retomando el congreso de Santa Cruz de Tenerife, los hoteleros reclaman medidas institucionales con el alojamiento ilegal. Un problema del que los hoteles rurales también se sienten afectados.

Eso compete básicamente a las instituciones; nosotros tenemos bastante con el día a día. Pero, efectivamente, la casuística, como en otras cosas, existe también en el sector y controlarla depende de a quién corresponda.

¿Tienen esa competencia?

No, que yo sepa.

¿Qué tipo de problemas tiene un hotel rural como negocio?

Es un negocio muy difícil por la estacionalidad, que es muy corta, y la coyuntura. Se demandan las mismas prestaciones, pero el número de pernoctaciones es más baja. Es decir, estamos a medio camino entre el confort de un alojamiento de ciudad y esa idea rural de tranquilidad y trato humano que busca la gente. Aunque nadie espera encontrar un hotel rural tan cerca de la capital.

¿Qué época es para ustedes la buena?

Ésta de noviembre hasta marzo.

¿Quiénes se alojan aquí?

Alemanes, británicos, eslovenos. El año pasado apareció gente de China, de Shanghai. No me preguntes cómo llegaron. En este periodo vienen muchos extranjeros. Gente que está dando vueltas por el mundo y aparece por aquí. ¡Y gente joven, además!, que es lo que más sorprende.

Sí, porque en una isla como esta lo lógico es ir a la playa.

Sí, pero hay que gente que te dice que al Sur no lo quiere ver ni de lejos por la masificación o porque hay otro tipo de turismo. Eso sorprende.

Estamos en una casona del siglo XIX, ¿cómo llegó a convertirse en este negocio?

Pues una conexión de estrellas como dicen los entendidos. Fue una casualidad porque encontré a un viejo amigo por aquí cuya abuela era, casualmente, la propietaria. Y de ese contacto salió la posibilidad del negocio. En esos momentos estaban intentando vender la finca y, como yo tenía el club de tenis La Calzada al lado, pues entramos en negociaciones. Pensaba más en una ampliación del club que en un hotel de turismo rural pero, al final, derivamos en esto.

¿Y quién le convenció?

Un amigo me dijo que por qué no montaba un hotel rural. En aquel momento, además, las administraciones locales propiciaban este tipo de negocio porque decían que ayudaba al desarrollo rural. Que luego no se corresponde. Las administraciones anuncian muchas cosas a bombo y platillo pero luego ponen dificultades de los más variopintas.

¿Para obtener licencias?

Para todo. Estamos dentro del Paraje de Pino Santo, que es un espacio protegido; y entiendo que las cosas se hagan con orden para no romper el paisaje porque iría en contra de nuestros propios intereses. Pero, ¿dónde está la línea entre lo que dice la ley, pura y dura, y la susceptibilidad y sensibilidad de la administración?

Vamos, que la ley depende del funcionario o político de turno.

No quiero decir eso. Digamos que de la interpretación de las leyes. El que se asienta en un paraje rural no es normal que lo rompa, sino que lo quiera proteger, porque de ese cuidado del entorno obtendrá los beneficios. La gente busca la tranquilidad, la belleza y el confort. Y creo que es compatible la protección del entorno con un negocio, aunque, a veces, choca con el que está interpretando la ley.

¿Tuvo algún problema?

No, pero aquí prácticamente no se puedo hacer nada. Y me refiero a pequeñas infraestructuras para dar confort al cliente. El que viene a un alojamiento rural le gusta tener comodidades no solo en el hotel sino en el entorno de las instalaciones. Pero si quiero poner una pérgola con una cierta comodidad para que la gente lea; cerrada, para que no molesten los bichos, ya me consta como construcción y me dicen que no.

¿Recibió alguna ayuda?

Creo que alguna. Pero se deberían de dar más facilidades y no en el sentido económico. Esto es una actividad económica que puede fomentar la economía de un lugar porque aquí se necesita una persona para el jardín, para guardar el hotel, para limpiar; y cuanta más gente tenga la posibilidad de ganarse la vida pues mejor. Los límites no se pueden poner desde un despacho; hay que venir aquí y ver lo que se quiere hacer, dónde, ver si se integra o no en la naturaleza. ¡Ojo! que yo soy el primero que no quiere hacer nada que estropee el paisaje. Tenemos el barranco del Guiniguada al lado, que es un privilegio, con una flora y fauna que es para potenciarlo y preservarlo para las generaciones venideras.

¿Cómo transformó la casona?

Esto era la típica casona de labranza; había hasta plataneras. Las instalaciones estaban bastante deterioradas; no tiene nada que ver con lo que hay ahora. Había techos de madera, que ya no resistían el paso del tiempo. Estuvimos cinco años con la rehabilitación. Primero con el bloque donde estaba la casa y después ya nos dedicamos a adecentar el exterior y la cuadra.

¿Por qué cinco años?

Era restaurar, exteriorizar las cosas antiguas que tenían relevancia como las piedras y combinar en la medida de lo posible el confort con lo que da sabor a una casa rural.

Se celebran bodas y otro eventos. ¿Estaba en el guión?

Surgió después. Empezamos con un restaurante al uso pero que no fue rentable porque las pernoctaciones eran pocas. Ahora estamos abiertos a cualquier evento y tratamos de combinarlo, cuando es viene mucha gente, con el descanso.

¿Y qué porcentaje ocupa eso en el negocio total?

Supera a las pernoctaciones.

¿Y a qué cree que se debe? ¿A que el turismo rural no está asentado aún en Gran Canaria? ¿A que no se hace promoción?

Lo rural tiene buena acogida pero no se corresponde con las pernoctaciones. En un sitio de sol y playa, donde esto es la estrella, hay mucha competencia. No me atrevo a decir que sea responsabilidad de la Administración pero esa dificultad está ahí. Hay un boom en turismo de sol y playa, mientras que lo rural , no es que sea la parienta pobre, es que no llega a ser familia.

Pero este es continente en miniatura, así se ha promocionado siempre, ¿por qué no se potencia lo rural, otras islas lo han hecho?

No sé por qué lo rural no echa a volar solo, quizás sean muchos factores los que contribuyan a que eso no sea así. En nuestro caso lo que hemos intentado es que con los eventos, con los que el negocio sobrevive, podamos satisfacer las necesidades del cliente y mantener esto con un cierto decoro.

¿Tiene algún proyecto?

En un negocio siempre hay que estar dándole a la cabeza, mirar al futuro y observar cualquier cosa que surja por ahí para ver si se puede hacer con tu impronta. Evolucionamos en la medida de lo posible porque cada vez la gente es más exigente. Y creo que lo estamos consiguiendo.

El Club de pádel La Calzada, del que es propietario, ¿ está unido al negocio del hotel?

No, pero intento disminuir gastos entre los dos tanto de personal como de otros recursos.

¿Ayuda al hotel el tener instalaciones deportivas cercanas?

Sí. Hemos tenido eventos en el club, cuando fue de tenis y ahora que es de pádel, en el que la gente se alojaba en el hotel. O puede venir al hotel y hacer deporte a dos minutos. Como anécdota, te diré que en el 2000 hicimos un torneo, que fue el último de Rafa Nadal. Y ahora mismo empezamos un torneo de pádel, que durara diez días, en el que participan 400 personas.

Fue presidente de la Unión Deportiva, ¿cómo vivió el que el equipo no subiera a Primera?

Como cualquier aficionado. Muy fuerte. Es como tener el saco lleno de ilusiones que, de repente, alguien te rompe sin poderlo disfrutar. Lo normal es que de un mazazo como ese nos hubiera costado levantarnos. Pero tener esta ilusión, sin duda alguna, la ha capitalizado el equipo humano que está al frente del club; es una labor muy importante. Si que es verdad que la afición está en la base del equipo pero después de ese mazazo, levantarse cuesta. Me enorgullece haberlo logrado. Y, ahí estamos, intentando que el Barcelona y el Madrid tiemblen con la presencia de la Unión Deportiva en Primera.