La editorial Sial Pigmalión acaba de editar la novela De la Isleta al exilio, cuyo autor es el inquieto y polifacético hombre, nacido en el pueblo tirajanero de El Tablero, Marcial Franco Vega, que ha pasado por la docencia y por la política -fue alcalde de San Bartolomé por el PSOE- . De vuelta a la enseñanza, en 2012, se ha ido imponiendo en el ámbito literario canario, con la publicación de otras obras, como Habana, malecón y vida, El siroco llegó a Guayadeque, donde se fabula sobre hechos relacionados con la conquista de Canarias, y Las casas, esta última de estilo costumbrista. Es también autor del libro de greguerías Pizcos.

Este escritor sureño destaca en sus obras la canariedad y sus valores, el habla, las costumbres, las inquietudes... Como socialdemócrata que me imagino que es, no soslaya para nada la situación de una tierra y de una gente a la que no dejan progresar.

Así, alude a la necesidad de salir de esta tierra, que en situaciones difíciles se hace pequeña para las aspiraciones de muchos de sus habitantes que quieren desterrar el hambre y la pobreza, obtener una vida mejor, y, a veces, darse a conocer en facetas tales como la literatura o el arte. Por ejemplo, si Galdós, Néstor o Chirino se hubiesen quedado en Canarias, muy poca gente les conocería hoy en el mundo...

En esta obra, De La Isleta al exilio, Marcial Franco relata las andanzas de canarios del bando republicano que emigran a América, a Cuba, para evitar las represalias de los falangistas y franquistas. "El autor consigue crear una trama increíble pero veraz...". "La tensión narrativa atraviesa el texto separando los distintos planos que se entrecruzan: el hospicio, la guerra, un misterioso general republicano que guía los pasos de Pascual, el protagonista y cabecilla del grupo de La Montañeta", señala Tristán Pimienta, que prologó este libro y lo presentó también en el Club Prensa Canaria, del que es director. Indica en su prólogo que esta novela es "una invitación a la memoria", y un aviso para el pueblo, para la gente, para los que son neutrales o se decantan por una u otra opción político o religiosa, de que "el pueblo que no aprende de su pasado está condenado a repetirlo", frase del filósofo Santayana que recoge en su prólogo Ángel Tristán.

En la introducción, Marcial Franco subraya que a pesar de que Canarias se asoma a la historia con el epíteto de Islas Afortunadas, se ha dado la paradoja de que muchos de sus habitantes han tenido que emigrar para poder sobrevivir.

"Siglo tras siglo se vio obligada a arrancarse el reconcomio del hambre con socorridos monocultivos de plátanos, caña de azúcar, tomates o cochinilla, hasta que, por obra y gracia del dios Sol, arribó a sus orillas espumosas el bronceado maná del turismo, caritativo bienhechor de propinas famélicas, profundo desarraigo y clítoris amables", señala el propio autor de la obra.

Al mismo tiempo, reconoce que los tiempos, hoy en día, se han vuelto de nuevo adversos, en los que "ya nadie comparte con nadie ni un grano más de lo que sobra; ni siquiera con unas Islas que siempre tendieron la mano a los infortunios ajenos".

"Se nos nubló el buen juicio con el discurso bobalicón de que nuestro volcánico Archipiélago era un trocito de la boyante Europa incrustado en el África sin mosquitos ni malaria, al que el fantasma gris de la penuria ya no volvería a aparecer, aunque triplicáramos nuestra demografía al mismo ritmo fulgurante que las grúas poblaban las costas de nuestras islas, haciendo pie en la orilla de puro milagro", comenta Marcial Franco en la introducción de su novela.

Es como una llamada de atención sobre el papel casi siniestro que juega Canarias, relegada en el desarrollo del país, figurando en la cola en casi todas las facetas, en el paro, en la Sanidad, en la Educación, como si una maldición paralizara cualquier iniciativa de progreso y bienestar. Es un paraíso de cartón piedra al que han venido muchos a medrar, al socaire de la llamada industria turística , sin que revierta mucho en las clases menos favorecidas.