El alcalde Juan José Cardona se reunió ayer en las Casas Consistoriales con cerca de un centenar de mayores de los cinco distritos de la ciudad, usuarios de la ayuda a domicilio y de actividades socioculturales. Los convocó para hablarles de los avances que ha experimentado la ciudad en la eliminación de barreras, entre otras cuestiones, pero los mayores aprovecharon la oportunidad para reclamarle -eso sí con muy buen rollo- una solución a los problemas que sortean a diario. Abrió el fuego Pino, una señora de La Isleta, que se quejó de la valla que le han puesto al Castillo de la Luz. Cardona intentó convencerla insistiendo en que está buscando una solución para sustituir el acero cortén por otra cosa e invitándola a visitar la fortaleza, pero Pino insistía en su crítica no sólo a la valla, sino a la caja del ascensor. "Es como si yo fuera con una ropa interior carísima y por fuera mal vestida. Esos hierros no me gustan", sostuvo rotunda.

"¿Y la palmera, cuándo la podan?", preguntó otra señora vecina de la calle Doctor Miguel Rosas, mientras pedía más luz para Luis Morote. Una vecina de Cruz de Piedra se quejó de los restos de señales verticales que se quedan en las aceras, cuando las retiran, y hacen tropezar a los viandantes y besar el suelo. Más enfadada se mostró Juana Rosa, de Piletas, porque la carretera de acceso a la rotonda de San Lorenzo sigue cortada, cuatro meses después de que se hundiera. "El Cabildo está trabajando en ello", respondió Cardona, despejando balones, y dando por cerrado el "departamento de quejas".