Planeó matar a dos de sus cinco hermanos y así lo hizo, sin remordimientos, ni atisbo de arrepentimiento. El fratricida de Almatriche, Francisco Javier Manzano Álvarez, ratificó ayer su confesión del doble crimen ante la magistrada Victoria Rosell y eludió cualquier pretexto o excusa para justificar su comportamiento. "Decidí tomarme la justicia por mi mano", declaró el mayor de los Manzano, de 49 años, una familia de Las Palmas de Gran Canaria conocida en la Isla por su fábrica de productos de limpieza.

Tras el interrogatorio, la magistrada, a petición de la Fiscalía de Las Palmas, ordenó el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza, de Francisco Javier Manzano como presunto autor de dos delitos de asesinato. El imputado, armado con una escopeta de caza, mató de dos tiros a Noelia, de 42 años, el pasado miércoles por la mañana, cuando ésta salía de la casa familiar en Almatriche para ir a trabajar. Luego, de camino a la empresa, se cruzó con José Antonio, de 47 años, y también lo mató de tres disparos, tras perseguirlo en coche y neutralizarlo a la entrada del barrio de Jinámar. Entre crimen y crimen sólo había 14 kilómetros de distancia, todo ocurrió en media hora.

Francisco Javier se entregó a la Policía Local de Telde y confesó de forma espontánea el doble homicidio. Al día siguiente, ante el Cuerpo Nacional de Policía, reconoció que planeó acabar con sus dos hermanos por desavenencias en la empresa familiar, que era administrada por ambos de manera mancomunada.

La juez profundizó ayer en esa confesión, sobre todo en los aspectos menos claros de la declaración policial. En esos momentos fue cuando el imputado expuso toda su frialdad y admitió que planificó la ejecución a tiros de sus hermanos. No se mostró orgulloso de su comportamiento, pero tampoco se excusó porque eso era lo que quería hacer.

Por eso compró munición y dos escopetas en unos grandes almacenes de la capital grancanaria: la de caza, que fue la que usó en el tiroteo, y una carabina del calibre 22, que fue hallada por la policía en su coche. Francisco Javier adquirió el pequeño arsenal el pasado sábado, tres días después de concederle la Guardia Civil el permiso de armas. Carecía de experiencia en esos manejos, por lo que fue a practicar a un campo de tiro. Así rumió la idea de asesinar a sus dos hermanos, hasta que finalmente decidió llevarla a la práctica el pasado miércoles. Esa mañana también cargó su coche con bidones de gasolina, aunque ha negado que quisiera quemar la fábrica de su familia o hacerle daño a sus padres o a sus otros dos hermanos. Su objetivo eran Noelia y José Antonio, quienes se hicieron cargo de Alvamanza SL en septiembre del año pasado, tras caer enfermo el patriarca y hacerse a un lado en la dirección de la compañía. Después echaron a Francisco Javier y, fruto de ese resentimiento, comenzó a pergeñar la venganza por el despido.

El imputado asegura que ayudó a su padre a construir la fábrica y se ha sentido menospreciado durante todo este tiempo, con un trato próximo al maltrato psicológico y siempre en beneficio de las dos víctimas.

El señuelo del fuego

Durante el interrogatorio se vino a bajo varias veces al recordar esos episodios familiares, pero insistió en que no tenía intención de atacar a nadie más. Los bidones de gasolina eran una parte del mismo plan. Sabía que su hermano, a esa hora de la mañana, estaría dentro de la empresa y, para hacerle salir, había pensado prenderle fuego a su coche y tirotearlo cuando fuera a sofocar las llamas. De ahí las dos escopetas.

Rosell, que es titular del Juzgado de Instrucción Número 8, también ha ordenado al forense que informe sobre la salud mental de Francisco Javier, por si hubiera riesgo de suicidio. Su abogado, Carlos Merino Guerra, que fue nombrado de oficio, tratará de cuestionar la imputabilidad de su defendido con los supuestos maltratos familiares y el informe del forense, si es que se le diagnostica algún desequilibrio que le sirva de atenuante. Hasta el momento no hay ningún indicio en ese sentido.

El imputado renunció al letrado que le puso su familia por el de oficio, una muestra más de que asume su situación y no busca justificaciones de lo que ha hecho.