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El debate sobre la Base Naval

Opinión

El debate sobre la Base Naval

"Se presenta la oportunidad ideal para la ciudad contemporánea, que los términos de participación y transparencia no queden en etiquetas vacías"

Hace unos años, una conjunción de intereses del Cabildo Insular, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y la Autoridad Portuaria, permitió llevar a cabo una experiencia que tenía como finalidad la renovación del frente marítimo de la ciudad, particularmente el área entre la Base Naval y el Muelle de Sanapú. El trabajo, que partiría de un curso expresamente financiado por las tres instituciones y desarrollado en la Universidad de Harvard, llevó a nuestro equipo de arquitectos (C-G) a situarse al frente del proyecto durante casi un trienio. Tiempo en el que se construyeron el Complejo Woermann y el Centro Comercial El Muelle, aunque el encargo que se nos había hecho iba más dirigido a plantear problemas de conjunto.

El tema viene a colación por la actualidad que ha adquirido la supuesta recuperación de la Base Naval. Como es fácil de suponer la Base Naval era uno de los temas estrella del encargo señalado y después de tanto tiempo al frente del proyecto pueden suponerse la cantidad de reuniones, debates y discusiones que entre las instituciones implicadas se pusieron sobre la mesa en relación con este recinto militar. La reconsideración de aquellas discusiones es lo que ahora nos anima a salir a la palestra.

Normalmente al afrontar este tema se alude a las negociaciones con las Autoridades Militares, en tanto que es evidente que la posibilidad de contar con ese espacio constituye la base de partida. Sin embargo, entendemos que el tema es mucho más amplio y de ahí que su resolución deba abordarse a partir de la conjunción de diversos factores y de la relación entre ellos, esto es a partir de una metodología integrada. De no ser así, un proyecto de esta envergadura pronto caerá en el olvido, o en el limbo más absoluto. Esperando una coyuntura que, de ofrecerse, lleve a ejecutar con prisas una actuación aislada más, como si esta ciudad no fuese capaz de actuar de otro modo.

En principio es preciso plantearse dos temas básicos: el programa de usos y la gestión, a los se deberá añadir otros como el rol urbano del área, su relación con el frente marítimo en su conjunto, la accesibilidad-movilidad y otros parámetros morfológicos. Pero ante todo, deberá debatirse abiertamente el futuro que se pretende y cómo alcanzarlo, fomentando la más amplia participación activa. Es evidente que se trata de una aspiración de esta ciudad ya recurrente, y que en cualquiera de los casos precisará de un plazo dilatado para alcanzarla. Estas circunstancias ofrecen tal vez la oportunidad ideal para desarrollar un proceso de construcción de ciudad contemporáneo, donde los términos de participación y transparencia no queden en etiquetas vacías.

El debate abierto sobre los dos aspectos básicos señalados, esto es su futuro uso (o usos) y su gestión urbanística, podrían ofrecer el marco adecuado para que cada punto de vista sea entendido y apreciado, y por tanto pueda avanzarse en la definición real de lo que se pretende. Las cuestiones a plantear inicialmente serían pues: ¿En qué se propone convertir el espacio existente? Y ¿Cómo se va a llevar a cabo? Cuestiones a someter al escrutinio, control y decisión de todos los sectores sociales implicados (no los supuestos, sino los realmente implicados) ampliando los márgenes de la instancia estrictamente municipal, tanto técnica como política y superando los viejos atavismos del derecho a decidir por haber sido elegido. Si esto se afronta a partir de un proceso así planteado, habremos ganado mucho.

Los procesos de participación ciudadana, el trabajo desde comisiones diversas, la definición previa de ideas de conjunto entre ciudadanos, profesionales y posibles inversores públicos y privados, está extendida en otras comunidades de mayor desarrollo que la nuestra, aunque no está muy desarrollada en España. Tal vez estemos en el momento de avanzar en este tipo de procesos.

Porque probablemente el mayor problema que nos vamos a encontrar, si es que realmente la recuperación del recinto militar se decide llevar a cabo, es cómo actuar sobre el espacio existente y cómo gestionarlo. Algunas voces se han levantado dando por hecho que sea cual sea su función a futuro, la financiación de la operación global deberá ser pública. Y algunas otras voces, más minoritarias, dan cabida a una cierta participación privada. No cabe duda que, al margen de cómo lo haya tratado la última versión del Plan General Municipal aprobado, unos ciertos valores arquitectónicos contiene la estructura edificada existente. No, a lo mejor, el conjunto como tal, pero sí algunos elementos urbanos y piezas concretas. Pero la protección de esos elementos por sus valores arquitectónicos, no impide necesariamente su explotación privada. Los barrios de Vegueta y Triana están llenos de ejemplos de edificios protegidos y renovados explotados por privados. En cualquier caso, no queremos tanto decantarnos por la dicotomía público / privado, cuanto poner sobre la mesa los temas que creemos que más van a concentrar la discusión en una supuesta recuperación de la Base Naval.

El recinto es el resultado de la readaptación de una antigua plataforma frutera en suelo militar en una coyuntura especial de carácter bélico. Plataforma construida sobre la base de uno de los castillos que formaban el cordón que recorría todo el litoral de la ciudad desde el de La Luz hasta el de San Cristóbal. Un tema, éste del castillo, por cierto, también a reconsiderar. Las primeras piezas construidas de las existentes fueron las dos naves delanteras, que ya suponen una parte del patrimonio edificado del recinto. Otras piezas se fueron alineando a partir del eje prolongación de Mesa y López una vez superada la muralla de piedra que bordea la entrada de la Base. Otras edificaciones de diferentes dimensiones pero de menor interés arquitectónico completan la estructura, pero pensamos que pueden ser obviadas a la hora de una posible reestructuración del recinto.

Como puede apreciarse son variados los aspectos que rápidamente surgen en el debate sobre el qué y el cómo. La clarificación y acuerdo sobre los mismos podrían ofrecer un marco firme a partir del que impulsar definitivamente la recuperación de la Base Naval para la ciudad. El proceso participativo al que aludimos debe diseñarse y articularse convenientemente, de tal forma que cada agente comprenda las aportaciones de los demás, al tiempo que le sirven para redefinir su propia posición. La ciudadanía tiene derecho a entender las opciones que se barajan, tanto en relación al resultado espacial final como a la gestión y financiación de la actuación. Los profesionales tienen la responsabilidad de traducir las aspiraciones ciudadanas, al tiempo de atender los requerimientos técnicos y espaciales precisos. Y los responsables públicos tienen la capacidad de organizar el proceso, demostrando que la transparencia no es la lupa con la que mirar hacia atrás, sino sobre todo la forma de avanzar hacia el futuro.

Por tanto, el tema no es tanto de recuperación si / recuperación no. Nosotros en particular pensamos que la Base Naval se debe devolver a la ciudad: deben quedar muy pocos cuarteles y bases militares en e l frente marítimo de las ciudades. Ahora bien, debe hacerse, por una vez, quizá la primera de muchas, con la ciudadanía, en el marco de un proceso y programa temporal adecuado y acordado. Los ejemplos de proyectos y concursos de los últimos años en esta zona de la ciudad, han sido demasiado aparatosos y frustrantes como para tropezar otra vez con la misma piedra.

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