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Entrevista

Francisco Cases"Somos una Iglesia vieja y debemos asomarnos al balcón para mejorar"

"El peor momento ha sido el accidente de Spanair; los mejores son cuando voy a las parroquias", destaca el obispo de la Diócesis de Canarias

El obispo Francisco Cases Andreu. YAIZA SOCORRO

¿Qué balance hace de estos años?

Periódicamente me preguntan que haga tal o cual balance, pero, ¿cómo hacerlo de una acción cuya influencia es en el interior de las personas? Esto no es cuantificable, como los logros de una empresa. Uno puede tener unas impresiones, pero éstas no dependen de un solo individuo, a no ser que se tenga una gran personalidad o santidad. Cuando llegué a la Diócesis yo me monté en un tren que estaba en marcha, conmigo no empezó una etapa nueva en contenidos.

Pero se marcaría algunos objetivos, como no perder más fieles, el que la fe no decayera...

Ni la fe ha decaído ni los fieles han disminuido. Pero, ¿cuánto hay de fe auténtica? ¿Cuánto ha mejorado o empeorado? Ahí es donde hay que hacer el balance. Podemos decir los templos que hemos construido y mejorado. En la ciudad había una gran diferencia entre la ciudad baja y la alta, donde había un importante déficit de templos, hemos atendido ese problema pero para mí es un problema mínimo. No es lo que yo pretendo como obispo. Busco que la gente crea en Jesús y siga el Evangelio. ¿Cómo baremar eso?

¿No es cuantificable que haya más o menos gente en misa?

Solo lo hacemos cuando las desproporciones son muy manifiestas. Cuando no se celebran bodas, comuniones. Pero eso no es un problema de Canarias, sino de la Iglesia, en general, ni de un obispo concreto. Las bodas han descendido y eso es en toda España y Europa. Aquí, además, hay un handicap: que la población está muy dispersa para ir a misa. En las manifestaciones religiosas como la Semana Santa, fiestas patronales, el Pino sí que hay un cúmulo de personas. Notas fervor, que no decrece, que se incrementa cada año. Te sientes orgulloso pero eres consciente de que el domingo siguiente vas a tener a diez fieles. Por eso le digo lo del tren en marcha. Lo primero que hice fue preguntar por los objetivos que se habían marcado la Diócesis en la etapa anterior.

¿Para seguirlos?

Sí; y yo le habré puesto mi estilo personal. Cuando se hace el Plan de Pastoral de 2007, los contenidos son los mismos que en otras diócesis. ¿Por qué? Porque los problemas son los mismos y los objetivos también. Todas las diócesis estamos enfrentadas a los mismos retos y vamos en la misma dirección.

¿Y cuáles eran esos objetivos?

Por ejemplo, la transmisión de la fe; un problema que cuando entré estaba muy vivo. En la Iglesia se ha producido un foso entre los que tienen de 40 y 50 años para arriba, que tienen una fe adquirida con mayor o menor fidelidad o proyección en la vida de cada día, y los que son más jóvenes. No es que éstos se hayan salido de la Iglesia. Han nacido en ella, están bautizados y han hecho la Comunión pero les falta el arraigo de la fe. El problema es qué hacemos para que, cuando transmitimos esa fe, no cale. Es lo mismo que se pregunta la sociedad, los mayores de 40 y 50 años y no los de 80, cuando dicen en qué se ha fallado para que los valores de la convivencia ciudadana no se respeten. Resolver ese problema era uno de mis objetivos, como en otras diócesis, aunque se reflejará con otras palabras. Y esto te da mucha humildad, te quita presunción.

¿Ningún obispo rompe nada?

Como tú no te empeñes en embarcar a la gente en un proyecto común, que es por el que camina la Iglesia, pierdes el tiempo. Produce una deslabazón de la comunidad cristiana y nadie sabe a dónde ir. El saber que estamos unidos en esto, que es un problema común a la iglesia universal o, por lo menos en la occidental, es mucho. Hoy, el problema de la fe en la iglesia de Europa es por senectud. Somos una iglesia vieja y necesitamos asomarnos al balcón y darnos cuenta que ni somos el centro, ni el ejemplo, ni los únicos que están viviendo la fe cristiana. Las iglesias de África, Asia, América están con otros movimientos, y quizás habrá que fijarse en ellas para mejorar. Los problemas en la iglesia Europa son: pérdida de influencia social y de una secularización interna de las comunidades. Hemos perdido la identidad como creyentes, fortaleza en las convicciones y coherencia en los comportamientos. Vas a los institutos y, en la cuestión del aborto, los chavales de Bachiller te dicen que el aborto es una cuestión neutra, éticamente insignificante y se sienten inquietos porque la Iglesia está en contra. Otra cosa es que conozcan a alguien que está embarazada o en esa circunstancia. Ahí, les afloran las emociones, los sentimientos. Vivimos en una cultura en la que las emociones sirven para mantener las convicciones, pero eso es muy frágil. Benedicto XVI ya analizó la densidad que tiene la fe. Dijo que está profundamente afectada por la rutina, por el sentimiento, y que la gente desconoce los contenidos de la fe. Lo ves en las manifestaciones religiosas, donde hay un montón de personas movidas por el sentimiento de la cercanía a la Virgen, a los santos. Rascas un poco y te das cuenta de eso. Curiosamente, cuando hace estas afirmaciones (Año de la Fe 2012- 2013) coincide con su marcha. El Papa era consciente de que la Iglesia necesita una reforma que por su edad no puede hacer.

Habla de estilo personal, ¿cuál es esa impronta suya?

A mí me ven por la calle, con mucha frecuencia solo. Es decir, no necesito a nadie que venga conmigo para salir, entrar en el Hiperdino o ir a la peluquería. ¿Esto es un mérito? No, es un estilo, y otro tendrá otro; y lo mismo ocurre en las ideas. Y el que venga detrás, que yo ya tengo 71, tendrá el suyo. Para mí sigue siendo un gran reto el llegar a la gente joven. Ni soy un Juan Bosco, que se los llevaba de calle, ni como algunos curas, que se los llevan también en sus barrios. Llego a ellos cuando me los reúnen en un salón, pero soy consciente de la diferencia de planteamientos entre ellos y yo... ¡Y de los que son de mi misma edad!

¿Cuál ha sido su peor momento en esta Diócesis?

Sin duda alguna, el accidente de Spanair en Barajas, porque mi gente sufrió mucho. Fue muy fuerte, y afectó a muchísima gente.

¿Y el mejor?

Los mejores son cuando llega el viernes, el sábado o el domingo y visito las parroquias. Mis años más gratificantes han sido cuando era párroco y en esos encuentros hallas a la comunidad cristiana tal cual es. También son muy importantes los encuentros al año con las familias, los catequistas, los jóvenes, con la gente de Cáritas; los espero siempre con mucha ilusión.

¿A qué problemas ha tenido que hacer frente ?

Fundamentalmente, a lo que decía antes. A la secularización de la comunidad cristiana, que afecta a las convicciones, a los comportamientos, a las actitudes. De tal modo que te encuentras, con demasiada frecuencia, personas que tienen una fe a la carta. Es decir, se han configurado su propio esquema, que no se identifica al 100% con el estándar de la Iglesia. Y, entonces, ves debilidad, distancia, falta de identidad o de arraigo en las convicciones. Cualquier aire se lleva una convicción que tu creías que era fuerte. La secularización es como el polvo, pasa inadvertido, pero se va posando. Por eso siempre tienes que estar advirtiendo y animando, no con la condena, sino con la paciencia.

¿Y dentro de ella?

¡Éste, éste, es el problema! También la falta de vocaciones sacerdotales y de laicos comprometidos. Hay muchos laicos, y necesitaríamos más. Los obispos hablamos a los cristianos, pero, ¿quién llega a la sociedad? Faltan intelectuales cristianos escribiendo en la prensa o saliendo en la televisión.

¿La Diócesis está saneada o hipotecada?

Debemos dinero como la familia que debe el piso y lo va pagando sistemáticamente, sin problemas. Los problemas de patrimonio son los más arduos que afrontamos. Hemos dado locales a la parroquia del Santo Hermano Pedro, en El Pilar; acometido las obras de la iglesia de la Feria del Atlántico, que estaba parada; se ha arreglado la iglesia de La Ascensión, en Las Torres; se está terminando la de Jesús de Nazaret, en Siete Palmas. Templos nuevos donde no los había y reformas. Deberemos unos dos millones y medio de euros. No emprendemos una obra si no se puede hacer frente a la deuda. En el tiempo que llevo, habremos gastado, aparte las subvenciones, no menos de siete u ocho millones en nueva construcción, reformas y en pagar la deuda.

¿En estos años de crisis no se habrá dejado mucho dinero en el cepillo? ¿O esto es historia y la Iglesia se sostiene con el Estado?

!No, qué va! Lo que recibe la Iglesia del Estado, que no es del Estado, sino de los cristianos que quieren que su 0,7% del Impuesto de la Renta vaya a la Iglesia, como también se da para las que han firmado acuerdos con el Estado, solo cubre el 25% de los ingresos de la Iglesia española. En la Diócesis es el mismo porcentaje. El resto, es del cepillo y las cuotas de cada parroquia. La colecta ha bajado por la crisis pero lo que no ha descendido ha sido la aportación de los fieles de la Diócesis a Cáritas. El domingo primero de cada mes la cuota va íntegra a Cáritas. Pero en este periodo de crisis se ha triplicado. Eso dice mucho de la sensibilidad de la gente. A nosotros nos importa más la labor de Cáritas que construir un templo nuevo.

¿Hay algún proyecto nuevo?

Sí. En La Minilla alta tenemos la idea de construir un templo.

¿Hay solar?

Sí; y en otras zonas de la ciudad.

¿Y no es arriesgado construir iglesias viendo que la sociedad está cada vez más secularizada y que hay falta de vocaciones?

¡Ya! En nuestro caso, existían templos aunque no en buenas condiciones. Les hemos mejorado las instalaciones y dado a los barrios de la zona alta de la ciudad templos que no tenían. Eso no lo pueden pagar solo los vecinos, sino que lo tiene que afrontar la Diócesis. Los edificios, además, hacen un efecto de cohesión social, los usan otros colectivos del barrio. No podemos pensar que, como hay falta de fe, dejémoslo, y el último que apague la luz. Ahora los proyectos son menos ambiciosos.

¿Cómo definiría a la comunidad cristiana de la Diócesis?

Los problemas son muy semejantes a los de otras diócesis, y conozco tres. Si tuviera que decir alguna característica, diría que el vigor de la fe cristiana en las Medianías, en la Cumbre, es mayor que en el litoral; también porque hay gente más mayor. En el l litoral hay más secularización, aunque depende de las zonas. La ciudad también lo está bastante. El turismo ha sido un factor en la entrada de la secularización. Y no solo en cuanto a costumbres, descoque, sino porque ha provocado que familias que tenían ingresos muy bajos pudieran comenzar a tener varios sueldos sin tener una gran capacitación profesional y siempre con el problema de la inestabilidad laboral. Lo que ha ocurrido es que los chicos han abandonado los estudios, las familias se han fragmentado, porque no se ven por los horarios, no hay convivencia, no se reúnen los domingos.

¿Para la Iglesia es fundamental conciliar vida familiar y laboral para el arraigo de la fe?

¡Es evidente! No hay ningún partido político en el arco parlamentario que defienda la familia, la vida, los derechos de los padres en la educación, incluso los pobres. ¡Ninguno! Muchas de las cosas que está diciendo la Iglesia no son buenas solo para ella sino para la sociedad.

Habrá visto el debate de ayer en el Congreso.

Sé por donde ha ido (ríe).

¿Y qué le ha parecido?

A mí no me asusta que mande éste o aquel. ¡Para nada! Lo que me asusta es que España se instale en el conflicto, en la crispación. Nos falta la sensatez, buscar más armonía.

¿Se instalará la armonía o volveremos a votar?

Me da la impresión de que vamos a ir a votar, pero no me asusta, salga quien salga.

¿No teme que si gobierna la izquierda decida cobrar el IBI a la Iglesia o cambiar los acuerdos?

Cambiará y no pasará nada. Los acuerdos de la Iglesia con los Estados son muy distintos. Aprende uno a convivir. ¡A ver cuándo descubren algunos políticos el bien que hace la Iglesia! Aparte de atención a los pobres y a los excluidos, ahorra mucho dinero con la Educación. Es fácil decir que voy acabar con la concertada, pero, ¿usted va a fabricar de la noche a la mañana los colegios que necesita para tener las plazas que tiene la concertada? Los profesores cuestan menos. Con el IBI lo único que digo es que no es una exención exclusiva de la Iglesia. No depende de los acuerdos del Estado- Iglesia (1979), sino de la Ley de Mecenazgos (2002), que afecta a las ONG, a instituciones sin ánimo de lucro, a las Fundaciones de los partidos políticos, de los sindicatos y a la Iglesia. Si pagamos nosotros, el IBI, lo tendrán que pagar todos.

¿Cómo han sido las relaciones con las administraciones públicas? ¿Cordiales o correctas?

De una u otra manera, por las personas, y por mí, y no por el signo político. No soy amante de las grescas.

¿Y con el resto de las comunidades religiosas?

Con quien fundamentalmente nos relacionamos es con la comunidad ecuménica. Hay un templo común y hacemos actos. Con los musulmanes falta la relación personal.

¿Qué va aportar Francisco I a la Iglesia?

La reforma de la Iglesia según el Evangelio y la acción misionera para extenderlo.

¿Y lo va a lograr?

Sí, lo está haciendo y va a cambiar muchas cosas. Y si no lo logra porque la salud le falle, cumplirá 80 años, dejará puestos los palos para continuar. Él tiene la visión de que la Iglesia necesita una reforma, que ya la vio Benedicto XVI. Francisco I está diciendo a los obispos que salgan a la calle, que no sean príncipes, que no estén zascandileando por ahí de viaje, que trabajen. No hay más que ver los discursos que ha dado en México, donde ha hablado del narcotráfico, la corrupción, la violencia, y en Alemania. Si a mí me los suelta me muero de vergüenza.

¿Le gustaría jubilarse aquí?

El día que cumpla 75 años, ahora tengo 71, debo presentar al Papa una carta de renuncia. Puede ser aceptada inmediatamente, dentro de dos años, o no aceptada; diciéndotelo o no. Es impensable que con 71 me trasladen; soy consciente de que lo normal es que éste aquí, Siempre he estado con ese ánimo y actitud.

¿Cómo le gustaría que le recordaran?

¡Ay, Señor! (Ríe) Digo lo mismo que al dejar la parroquia. Siendo una persona que ha sido feliz, queriendo a la gente, aunque no haya hecho cosas extraordinarias, más que hablar de Jesús.

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