"Pensé en dejar el trabajo, pero no pude, tengo a mis hijas". Vicente es hermano de María Josefa Alemán Espino. Hace 16 años que ella salió de casa de su madre de madrugada, en Guía, y ni una noticia desde entonces. Desde aquel angustioso momento hasta ayer domingo, la policía ha seguido distintas pistas, que, incluso, le han llevado a Fuerteventura... Pero nada. "He registrado todo y ya no sé dónde buscar". Habla en presente: "Mi hermana tiene un hijo". Hoy María Josefa tendría 50 años y es la persona que lleva más tiempo desaparecida de las 37 registradas en Gran Canaria. Ayer Guanarteme salió a la calle para luchar contra el olvido y tener presentes a Ana María Artiles y Antonio Quesada, el matrimonio desaparecido el 6 de marzo de 2012 en la calle Castillejos. Junto a sus familiares, se manifestaron distintos colectivos y los allegados a muchos otros seres queridos de los que, un día terrible, se perdió el rastro.

En la Plaza del Pilar el cielo estaba gris, parece que el invierno esta año llegó para quedarse. Pepi González, presidenta de la Asociación de Vecinos Barriada de Guanarteme y Chile, que convocaba la movilización, reunía a los asistentes detrás de la batucada Show Band Piratas del Caribe, que hicieron el ruido necesario, igual que las motos del Comité Motogroup Gran Canaria, para llamar la atención sobre su reivindicación. Los afectados apoyan a las fuerzas de seguridad del Estado, pero reclaman más medios para Canarias, "los mismos que hay en La Península", según un comunicado, porque se sienten "desprotegidos" en sucesos de esta índole.

En el rostro de Rosa Elena García se nota el dolor. "Ya no tengo esperanzas, ha pasado mucho tiempo y no sabemos nada", confiesa. Su hermano Carmelo, natural de La Aldea de San Nicolás, fue visto por última vez en una playa del sur de Gran Canaria, en 2005. Tenía 33 años y estaba en paro. Rosa Elena parece resignada y eso hace que su expresión sea al tiempo dura y triste. Al despedirse, sonríe tímidamente y se incorpora a la marcha, que ya espera a los moteros en el cruce entre las calles Lepanto y Castillejos.

Los sonidos de los tubos de escape y las pitas se superponen al de la percusión y a ellos se suman los aplausos. Pepi reconoce caras que no fallan en la manifestación. "Hay una chica que el año pasado pudo venir caminando y tiene una enfermedad... Hoy [por ayer] ha venido en silla de ruedas".

En la cabeza de la marcha, sosteniendo una gran pancarta, están tres de los cinco hijos de Ana María y Antonio. Merci, que no puede evitar emocionarse y enjuga las lágrimas con un pañuelo, Loli y Antonio, que miran al frente profundamente serios. Subidas a las motos van Miriam y Mari Carmen, también hijas del matrimonio. Sus hermanos las saludan al pasar y es el único momento en el que sonríen.

Al llegar a la esquina donde se vio por última vez a los ancianos, justo delante de una conocida churrería, se guarda un minuto de silencio... Después, un aplauso, y el paso se reanuda.

Ana María y Antonio salieron ese día con dinero en el bolsillo, puesto que él se iba a comprar un audífono. Al parecer, tras tomar algo en la cafetería, sobre las seis de la tarde, se subieron a un coche conducido por un hombre. A partir de ahí, silencio. La familia ha pensado siempre que hay un móvil económico y tiene pocas esperanzas de que estén aún con vida. Han pedido que se registren casas abandonadas de Guanarteme y esperan cualquier noticia que les puedan proporcionar los investigadores.

Los vecinos de Guanarteme avisaban ayer de que saldrán a la calle año tras año para reclamar medios y, sobre todo, para que las madres, padres, hijos, nietos, hermanos o sobrinos de estos desaparecidos sepan que no están solos.