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Opinión

Tirma: la otra mitad de la historia

Componentes de Compañía Molina (de dcha. a izq: Francisco Molina Vega, Ángel Molina Vega, Justo Molina Falcón, Miguel Molina Falcón y Anastasio Molina Vega) hacia los años 30. ARCHIVO DE LA FAMILIA MOLINA

Se cumplen 75 años de la fundación de la empresa Tirma, una firma reconocida y querida por el público canario que ha contribuido tanto a endulzar nuestros días y a despertarnos con el buchito de café como se reconocía en un artículo de este periódico la pasada semana. Allí se recogían sabrosas anécdotas de su ya larga historia, pero solo se contaba la mitad de la verdad, quizá por falta de informantes, quizá por falta de espacio?

Mi interés aquí es contar la parte que se obvió y no solo porque creo interesante reconstruir un episodio importante de emprendeduría de la isla con el protagonismo de todos sus actores, sino porque me parece un acto de justicia- aunque sea "poética"- a la memoria de mi familia. Porque Tirma se formó en 1940 como una sociedad en la que entraron como socios los componentes de Compañía Molina y Don Virgilio Suárez (y su familia), al 50% cada grupo. Por suerte tengo en mis manos el relato original de aquellos momentos, en unos folios redactados por mi padre Miguel Molina Falcón -uno de los componentes de Cía. Molina y socio de Tirma-, papeles que mi hermano Chano tuvo el acierto de conservar. Por esos viejos papeles mecanografiados me voy a guiar en este relato, añadiendo algunos datos antecedentes que he recogido de la memoria de los más viejos.

Entre los varios negocios con los que se atrevió la Cía. Molina (importaciones y almacenajes de mercancías en el ramo alimentario, ventas al mayor y al detalle, representaciones de calidad- Ron Bacardí, puros Partagás- fábrica de licores, de jabones, de tuberías, producción de fósforos?) tenían hacia los años 30 un tostadero de café y ahí empezó la alianza con D. Virgilio Suárez, quien viniendo de Cuba pensaba montar otro de similares características, y entonces formaron una sociedad privada para ello entre D. Virgilio y los Molina. En aquellos años empezaron a vender café empaquetado bajo la marca El Boxeador. Como la gente estaba acostumbrada a comprar el café a granel y no entraba por el empaquetado-más caro- me contaba mi padre (quien tenía una gran memoria) que la forma de convencer al cliente que se les ocurrió fue inundar el mercado de un café de inferior calidad y lanzar una campaña publicitaria por la radio-tan omnipresente entonces- dirigida a las amas de casa (que eran las que compraban el café) advirtiéndolas más o menos así: "Señora, no deje que su marido se vaya a la esquina a tomar café: ofrézcale en su casa un buen café con una marca que acredite su calidad: Café El Boxeador"?

Pues bien, en 1940, a partir de aquel tostadero de café se forma Tirma con una participación del 50% entre los socios de CiA Molina y D. Virgilio Suárez. Según cuenta D. Miguel Molina en los folios mecanografiados susodichos, los estatutos de Tirma, fueron redactados por él mismo, siguiendo los de una sociedad francesa que había creado en Marruecos (de la que no tengo mas noticia). En principio la administración de Tirma fue llevada por el grupo Molina hasta que se incorporó Virgilo Suárez hijo y entonces se pactó que los Molina tendrían tres consejeros delegados más el presidente y que los Suárez tendrían solo dos consejeros delegados: D. Virgilio padre e hijo. Durante años así funcionó sin mayores problemas, aunque no se repartieron beneficios, sino que toda ganancia iba a aumentar el capital y mejorar la industria. El negocio iba tan bien que a pesar de las considerables inversiones que se hicieron para el nuevo edificio y la renovación de la maquinaria, se informó a la Junta de que no era necesario acudir a un crédito industrial que se tenía ya autorizado por el Gobierno. Tirma ya era una firma acreditada que producía además de café, caramelos, galletas, y chocolate?

Pero los Molina empiezan a perder el control de la administración cuando el presidente hasta entonces, Ángel Molina enferma y sufre una incapacidad. D. Virgilio no admite que fuera sustituido por otro Molina mientras viviese, sino que impuso que él mismo sería el que debería llevar las riendas en calidad de vicepresidente y consejero delegado. Así que, de hecho, D. Virgilio ejercía de presidente y fue haciéndose poco a poco con la información y?el poder.

En un momento determinado D. Virgilio convoca una Junta General para explicar que la nueva fábrica se había pasado de presupuesto, de modo que, en vez de repartir los dividendos acordados, pedía un aumento de capital para cubrir el déficit del orden de 45 millones de pesetas que el propio D. Virgilio y su hijo habían facilitado a la sociedad. Esta novedad inesperada, que contradecía las buenas noticias de la junta anterior que hablaba de lo saneado de las inversiones, fue recibida con asombro e incredulidad por el grupo Cía. Molina quienes deciden sindicar sus acciones ante un panorama de creciente desconfianza e inseguridad. La misma desconfianza se desata por la otra parte y D. Virgilio propone, entonces, vender la sociedad Tirma a una compañía suiza interesada, quien, aseguró, daría por ella 200 millones de pesetas. ¡Mas,, ay! cuando los Molina acceden a la venta, D. Virgilio, sacándose un as de la manga, contesta que los suizos se basan en los resultados de los inventarios y que a la vista de ellos, no van a aceptar ese precio y que, por lo tanto, lo mejor sería hacer la compraventa entre los socios.

Inteligente propuesta porque sabía que los Molina no estaban todos en condiciones de comprar , ni todos (eran 5) estaban de acuerdo en hacerlo. Se le pide entonces a D. Virgilio que haga él una oferta y, seguro de la debilidad de sus oponentes éste pone sobre la mesa la siguiente propuesta: que los Molina le traspasen la totalidad de sus acciones y que al cabo de un año los Suárez decidirán si se las quedan o no. Ellos no podían aceptar tales leoninas condiciones y entonces piensan en un comprador de fuera para vender su parte. Encuentran a un emprendedor importante en la isla pero éste exige la totalidad de las acciones, cosa a la que los Suárez se niegan, pues nunca pensaron seriamente en vender.

No se llegaba a ningún acuerdo entre ofertas, contraofertas y demandas e incluso soterradas amenazas por las dos partes y la tensión aumentaba el círculo vicioso. Y el círculo se había empezado a romper cuando uno de los Molina es tentado y casi cae en a la trampa que le tienden los Suárez para comprarle su parte en un monto considerablemente mayor al precio real de las acciones para obtener una mayoría simple. Al final no pudo porque las acciones estaban sindicadas. Pero esto hace que se deshaga aquella confianza de los antiguos compañeros de la Cía. Molina que se guiaban por la máxima de los mosqueteros "todos para uno y uno para todos" y, al tiempo, que se quiebre definitivamente la sociedad Tirma entre los socios fundadores. Hacia el año 1972 , D. Virgilio compra a los Molina todas sus acciones en un precio acordado justamente sin trampa ni cartón, una vez que éstos tenían en su mano la posibilidad de una demanda contra los Suárez.

Una historia, en fin, llena de intrigas, traiciones, demandas, dimes y diretes. Pero también una historia de grandes aventuras, de valientes emprendedores, de esforzados trabajadores, de imaginativos creadores? Un capitulo importante de la industria alimentaria de nuestra isla que se llenó de olor a café, de chocolate, de yogures, de riquísimas ambrosías. Una historia que se fraguó entre DOS familias que tiene que ser contada como la de estas dos familias de socios para que esté completa.

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