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La otra cara de San Juan

La Asociación de Vecinos se propone hacer reuniones con los vecinos para poner en común ideas y propuestas sobre cómo arreglar el barrio

Vista parcial del risco de San Juan desde la finca de Dominguito. ADZUBENAM VILLULLAS

Si existe una fecha señalada en la historia capitalina, esa es la del 24 de junio de 1478, día de San Juan. En aquellos tiempos el conquistador Juan Rejón funda el Real de Las Palmas a orillas del Guiniguada. El crecimiento de la nueva población obliga pronto al traslado de los artesanos y las gentes humildes a las laderas circundantes. Así comienza el desarrollo de los llamados riscos históricos de Las Palmas de Gran Canaria.

Sea casualidad o no, tras las señoriales calles de Vegueta se erigió en el siglo XVII una ermita dedicada a San Juan Bautista por orden del canónigo Juan González Boza. La pequeña iglesia daría nombre a uno de los barrios más reconocibles de la capital grancanaria. Con el tiempo, la ladera se iría poblando hasta llegar a la cima, formando un laberinto de calles anárquicas, en el que se conjugan los estrechos pasadizos con las empinadas escaleras.

En la actualidad, llegar a la ermita del santo fundacional de la ciudad es tan fácil como subir por la calle Real de San Juan, en la trasera del antiguo Hospital de San Martín. Puede que esta iglesia no salga en las guías turísticas, pero la belleza de su interior nos sobrecoge. "Mucha gente pasa por esta calle y pasa de largo, es una pena que nadie se acuerde de esta ermita" nos dice doña Arminda. Esta vecina guarda la llave del templo; el cual tiene un uso limitado actualmente, al existir otras instalaciones parroquiales más modernas.

Llegados a este punto, lo mejor es comenzar a subir interminables escalones. Pasear entre esas casas de colores chillones que tanta curiosidad provoca en los turistas que nos visitan. En la calle Cantabria nos encontramos con un huerto urbano plantado por los mismos vecinos. No es el único que podemos ver en nuestro ascenso. Más de un solar ha sido reutilizado de esta forma tan ecológica. Por desgracia, existen otros espacios llenos de basura, con casas en ruinas, esperando ser sacados del olvido. Así es como terminamos llegando a la parte alta de este sinuoso barrio.

En la década de los sesenta cientos de familias del interior grancanario vinieron a vivir a lo alto de las lomas de San Juan. Desde entonces los servicios y prestaciones han cambiado mucho. "Antes las calles de esta zona eran de tierra y no había alcantarillado" nos relata más de un vecino. Hoy cuentan, incluso, con el servicio de la línea 54 de Guaguas Municipales.

En estos altos se encuentra el colegio del barrio. Hasta el curso anterior se llamaba Batería de San Juan, en recuerdo de las instalaciones militares que aquí se ubicaron hasta la década de 1980. No muy lejos están los restos de la batería de Santa Isabel y un búnker de la Segunda Guerra Mundial. Su rehabilitación por parte del consistorio está tardando mucho en llegar. Las antiguas instalaciones militares llevan décadas abandonadas, a merced de los sin techo y los actos vandálicos.

No obstante, su condición de zona degradada no es motivo para dejar de ser transitada. Son muchos los vecinos que pasean a sus perros, salen a correr, o simplemente admiran las maravillosas vistas que ofrece el lugar. "La batería es un lugar fantástico para crear zonas verdes, miradores, salas de exposiciones?" nos cuenta entusiasmado Juan Ramos, vicepresidente de la Asociación de Vecinos de San Juan. Desde la institución vecinal ven primordial recuperar este espacio para la ciudadanía, teniendo en cuenta su gran potencial.

Educar para mejorar

"Queremos enseñar al público la parte amable de los riscos, demostrar que somos un barrio alegre y participativo". Son palabras de Antonio Marrero, presidente de la Asociación de Vecinos Artemi. El colectivo tiene el honor de ser uno de los primeros fundados en la ciudad, tal y como recogía LA PROVINCIA en sus páginas el 17 de noviembre de 1976. Ahora se proponen embellecer sus calles, aprovechando el atractivo que la historia les ha proporcionado.

La tarea que quieren realizar es bastante ambiciosa. Remarcan la extrema necesidad en educar y concienciar a las personas sobre cuidado, limpieza y embellecimiento. Juan Rebenaque, otro vecino, sugiere que las autoridades capitalinas simplemente ayuden con material; el resto, ganas y esfuerzo, lo pueden poner ellos mismos. Igualmente, piden una flexibilización a la hora de obtener permisos para rehabilitar fachadas y realizar pequeñas obras. "Muchos vecinos no se pueden permitir económicamente el costo del papeleo" nos relatan. No obstante, la crisis ha golpeado duramente a las familias de San Juan.

Por el momento, el plan más ambicioso del colectivo se centra en realizar reuniones zonales con los propios vecinos. La calle Antonio Collado ha sido la escogida para realizar la primera asamblea. Esta vía presenta un nivel de tráfico excesivo, por lo que la Asociación propone su plena reconversión, pavimentándola con adoquines y restringiéndola a residentes y vehículos de emergencia. Las humedades y la falta de limpieza son otros problemas que sufren los vecinos de esta zona. Es el caso de Ángela Medina, quien acudió a la reunión en busca de soluciones. El solar con el que convive está lleno de suciedad, malos olores e, incluso, ratas. Entre todos han acordado comenzar por intentar ayudarla, rehabilitando este espacio.

Juan Ramos se considera así mismo un idealista. En última instancia, quiere conseguir un barrio que deje atrás los estereotipos de marginalidad y suciedad que hoy ofrecen los numerosos rincones abandonados que se reparten por el risco de San Juan. De ahí que sea uno de los promotores del aula de ocio y formación "La Ladera", integrada en la Asociación del barrio. Con el lema "La Globalización y el cuidado" cada mes se impartirán talleres y charlas con la intención de concienciar a la población; dar a conocer la necesidad de cuidar el entorno en el que viven. "Hay que darles a entender que su casa no termina en la puerta, la calle y su entorno forman parte de su hogar", así explica Antonio Marrero la extrema necesidad de formar a sus convecinos en estas cuestiones planteadas.

Con todo, los desafíos que se marcan estos habitantes del risco de San Juan son importantes. Entre otras cosas, su patrimonio histórico puede jugar a su favor, desarrollando el turismo y el esparcimiento vecinal. Por lo demás, sus necesidades no son muy distintas de las del resto de barrios populares e históricos de Las Palmas, pero están dispuestos a deshacerse del estigma de la delincuencia y la pobreza que pesa sobre sus cabezas.

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