La tranquilidad se alteró por completo ayer para muchos vecinos, transeúntes, comercios y trabajadores en varias calles entre el parque Santa Catalina y la playa de Las Canteras. La alarma se mantuvo durante más de dos horas. Una mochila, sin dueño conocido o que se identificase, levantó todas las sospechosas posibles, o por lo menos de oficio al encontrarse los cuerpos y fuerzas de seguridad españolas en nivel cuatro de alerta antiterrorista.

Varios clientes habituales de un bar y de un supermercado que está en frente al mismo avisaron sobre las dos de la tarde a la Policía Nacional de que había en la acera una mochila desde hacía tiempo y que nadie, de las personas cercanas, sabía nada. Estaba en la esquina de las calles Torres Quevedo y Bernardo de la Torre, junto a un bolardo y una farola que tiene una cámara de vigilancia en su parte más alta, y cerca de unos contenedores de recogida de basura orgánica.

Poco tiempo después, llegaron distintas unidades y numerosos agentes del Cuerpo Nacional de Policía, y entre ellos los Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX), así como de la Policía Científica.

Los agentes comenzaron a acordonar la calle Torres Quevedo, tanto con Bernardo de la Torre, como con Tomás Míller, y a cortar el tráfico en estas dos vías en determinados momentos. Además, se evacuaron varios inmuebles, los más cercanos, y se impidió el paso a los vecinos, sobre todo a la calle Torres Quevedo. Miembros de la Policía Local también colaboraron en este servicio. Diversos comercios y establecimientos cercanos cerraron sus puertas por precaución.

Tras ser tomadas las medidas preventivas de seguridad, el robot de los TEDAX cogió la mochila sospechosa y la llevó unos metros más adelante, en la citada calle Torres Quevedo, a un lateral de un supermercado Spar. En ese momento ya habían comenzado a acumularse decenas de curiosos, tanto locales como extranjeros al ver tantos agentes y calles acordonadas.

Pasadas las tres de la tarde se realizaron un total de tres detonaciones controladas en ese objeto desconocido que estaba en la acera, con el fin de abrirlo y desactivarlo, en el caso de que fuese un artefacto preparado para explosionar, hecho que no era así. No hubo daños o alguna consecuencia negativas por las detonaciones, sino algún aplauso y exclamación de algunas personas, alejadas, que seguían con mucha atención lo que estaba sucediendo.

Después de escuchar el ruido como de tres petardazos fuertes, los policías verificaron de qué se trataba, tomaron fotos y los restos oportunos. Después de haberse terminado la operación, responsables policiales señalaron que este paquete sospechoso contenía una olla de inducción, con su respectiva olla y una placa con su correspondiente dispositivo y cableado. Nada más, nada sospechoso, según los investigadores.

Tras las verificaciones posteriores, se iban abriendo el paso paulatinamente en las distintas calles. Numerosas personas preguntaban a los agentes cuándo podían pasar y caminar por la calle peatonal Torres Quevedo para ir a sus respectivas casas. La gran mayoría de los afectados se lo tomaban de buena manera, aunque alguno ponía cara de fastidio.

En el tiempo que numerosas personas seguían con detalle lo que ocurría, o en el que tenían que esperar para ir a sus domicilios, esas dos horas, los rumores y supuestos se repetían entre los curiosos y transeúntes. "Me dijo una vecina que vio a un policía sacar muchos cables de esa mochila", comentaba una residente del número 14 de Torres Quevedo, poco después de oír la tercera detonación. "Desde la ventana vi antes ese bulto junto al poste. Sobre las dos y cuarto me dijeron que tenía que bajar", agregó esta mujer, que no creía que fuese una bomba porque "sería de chiste al dejarla junto a un poste con cámara de vigilancia y ser grabado quien la dejó". En cambio, otros peatones comentaban en Tomás Miller que "es una bomba, seguro", aunque no argumentaban el por qué. "¿Van a tardar mucho que tengo que coger unos papeles?", era una de las preguntas repetidas a los agentes.