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La última escritura de los ingleses

Una investigación del historiador Manuel Ramírez sobre las inscripciones en los cementerios británicos canarios aporta nuevos datos de su presencia en las Islas

El cementerio inglés de la ciudad, antes de la rehabilitación de 2012. A la derecha, arriba, una foto antigua del de Puerto de la Cruz, y, abajo, el de Santa Cruz de Tenerife. LA PROVINCIA / FEDAC / MANUEL RAMÍREZ

La muerte continúa siendo un tema tabú en la sociedad de hoy; sin embargo, esta última fase de nuestra vida forma parte también de nuestra historia: la personal y la colectiva. Solo hay que pararse a pensar en el ceremonial que los antiguos pobladores de las Islas dedicaron a sus familiares fallecidos; necrópolis y momias que hoy son parte del patrimonio histórico y cultural del Archipiélago, pero también de la identidad del isleño. Todo pueblo y civilización tiene sus costumbres y ritos fúnebres y conocerlos es descubrir algo más sobre aquellos que nos precedieron. Esta es la oportunidad que ofrece la investigación del historiador y profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Manuel Ramírez Sánchez, sobre la huella escrita que dejaron los ingleses que vivieron en las Islas, o que estaban de paso, en las cruces y estelas de los cementerios de Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife y Puerto de la Cruz, y que la semana pasada se presentó en la Casa de Colón.

Historias en la piedra. La escritura última en los cementerios ingleses de Canarias, editada por Dykison SL y que ya se encuentra en las librerías, no solo se ciñe al protocolo de cualquier investigación científica, sino que invita al lector a conocer desde un punto de vista inédito la presencia inglesa en el Archipiélago, desde la época victoriana hasta mediados del pasado siglo en una España que rezumaba catolicismo por los cuatro costados. Y también a reflexionar sobre la protección y defensa de este patrimonio británico y las oportunidades que ofrece para el turismo una ruta singular por estos espacios como desde años vienen haciendo ciudades como París, Londres o Barcelona.

Su propuesta no ha caído en vano porque el director general del Patrimonio, Miguel Ángel Clavijo, se comprometió el pasado jueves, durante la presentación de la investigación, a promover una red de cementerios atendiendo a sus particularidades desde el punto de vista histórico, cultural o paisajístico, en los que se podrían incluir diez de los 178 camposantos - seis de ellos están catalogados como Bien de Interés Cultural (BIC)- que hay en Canarias.

¿Pero qué se esconde tras estas últimas moradas protestantes para que puedan ser visitables? Un paseo por estos recintos nos descubren datos, elementos y curiosidades en sus tumbas que el historiador Manuel Ramírez Sánchez, experto en epigrafía, ha catalogado por primera vez para que el paso del tiempo o la destrucción humana no olvide a sus moradores.

No hay que olvidar que el cuidado de los tres camposantos está en manos de la comunidad británica, cada vez menor, cuyas familias pueden seguir enterrándose si tienen sepultura en las necrópolis de Las Palmas de Gran Canaria y Puerto de la Cruz, no así en el de Santa Cruz de Tenerife, cerrado desde los años sesenta y en pésimo estado pese a un intento de rehabilitación hace dos años.

Lamentablemente, algunas de estas inscripciones -más de 500 catalogadas siguiendo las pautas del Council for British Archaeology y el consorcio British Heritage en este tipo de temas- se leen con dificultad por su deterioro; otras tantas desaparecieron para siempre por dejadez o uso del mármol para otros menesteres.

Sus páginas también nos ayudan a mirar a la muerte con otros ojos, como los versos del clásico Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre: Recuerde el alma dormida,/avive el seso y despierte/contemplando/cómo se pasa la vida,/cómo se viene la muerte/tan callando, tras leer las loas que algunas familias escribieron a sus finados. Palabras que, según el historiador, van acortándose a un simple RIP y el nombre del fallecido con el paso del tiempo.

El primero de España

En Puerto de la Cruz se encuentra el cementerio protestante más antiguo de España, y también el primero de Canarias. Conocido popularmente como la chercha, derivado del inglés churchyard [camposanto], su construcción data de 1747, aunque hay documentos que hablan de fechas anteriores. Pese a ello, no está catalogado como BIC. Sí lo están, sin embargo, el de la capital y el de Santa Cruz de Tenerife.

Hoy en día se encuentra en pleno casco, rodeado de hoteles, un campo de fútbol y la comisaría de Policía Nacional pese a que fue levantado fuera del municipio. Ramírez ha catalogado 156 inscripciones entre sepulturas y nichos, algo inusual en los otros cementerios ingleses.

Entre las peculiaridades de este camposanto es que acoge algunos masones españoles por la dificultad de enterrar a estas personas en lugar santo, además de numerosos alemanes. Una característica que también se da en los otros cementerios ingleses, donde figuran protestantes de diversas nacionalidades, bien residentes o viajeros y marineros de paso.

En él reposan los restos de Joseph Seymour Biscoe, miembro del cuerpo bengalí, anteriormente de la Artillería Real, nacido en agosto de 1843 y fallecido en 1890. En su tumba se lee: Conmigo, cuando la noche es noche, porque sin ello no me atrevo a morir. Y los de George Herbert Wilson, hijo del reverendo John S. Wilson, maestro de arte de la iglesia del Reino Libre de Escocia, fallecido en 1889 a los tres meses de edad. En su estela, en la que hay un ave con una rama en su pico dentro de un círculo, hay escrito: El niño no esta muerto sino duerme.

Son algunos ejemplos de los monumentos funerarios que se levantan, un "reflejo de la mentalidad de la época", como explica el profesor de la ULPGC, que se observa también en los otros cementerios ingleses del Archipiélago, y que testimonian el nivel cultural y social de la familia y la religión que procesan, ya que, en ellos, podemos hallar referencias a sus cargos, profesiones, méritos personales, así como salmos de la Biblia e himnos de iglesia escritos en lengua vernácula del finado, y también en latín, con diferentes tipografías.

El cementerio de Las Palmas de Gran Canaria data, sin embargo, de 1835. Su construcción se hizo con la contribución de algunas familias -solo unas pocas residían en la Isla- y del gobierno británico, después de que el Ayuntamiento cediera un terreno en San José tras la polémica suscitada años antes al enterrar a una británica extramuros de la ciudad por no poder ser sepultada en el camposanto católico. La primera persona enterrada es el marino George Williams, el 4 de diciembre de 1835.

El cementerio inglés de la capital es el inmueble británico más antiguo en territorio grancanario, ampliado en 1888 ante la demanda de turistas británicos que venían a la Isla. Fue tapiado en 1903 y años después se construiría la pequeña capilla que hay a la entrada, dedicada a San José. Entre sus muros también descansan familias ilustres de la Isla como los Miller, los Park, los Swanston; entre otros.

Allí yace Hyde Elphinstone Beadon, sexto hijo de Sir Cecil Beadon, caballero y comandante de la Estrella de la India, nacido el 22 de noviembre de 1852 y muerto el 28 de marzo de 1885. Y sobre la cruz latina de mármol que preside la losa la firma del fabricante: el italiano Enrique Wiot, uno de los únicos marmolistas, afincando en la Isla, que trabajó para los ingleses.

Su firma, como la de otros marmolistas; principalmente ingleses -A. MacDonald o Garret &Haysom; entre otros-, figuran en las cruces latinas, cruces célticas y monolitos de mármol, granito y arenistas, erigidos en honor de sus familiares y adornadas con flores de lis u otros elementos que recordasen la actividad del difunto. Estelas que llegaban por barco a las Islas desde el Reino Unido años después incluso de haber enterrado al pariente.

El historiador Manuel Ramírez señala que era una práctica habitual encargar a marmolistas de su tierra los monumentos funerarios ya que los camposantos evocaban a los que tenían en su tierra, de ahí también que se dejara crecer la hierba y se plantasen flores como si de un jardín se tratase. En este sentido, Ramírez critica la rehabilitación que en 2012 llevó a cabo el Cabildo insular tras su declaración como BIC ( 2010), que retiró las plantas y sembró picón, cambiando su fisonomía.

El cementerio de Santa Cruz de Tenerife, situado en el barrio de Cuatro Torres, tiene la particularidad de estar pared con pared con el católico San Rafael y San Roque, construido a mediados del siglo XIX. Declarado BIC en 2004 es, sin embargo, en más deteriorado de los tres. En 2015, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife inició una rehabilitación, concentrada en la capilla.

Un informe del Consistorio indicaba que de los 116 panteones existentes, el 27,59% se encontraban en buen estado; el 30,17 % en estado regular; y el 42,24% en mal estado. Su acondicionamiento, sin embargo, se paró.

Descansan en él Lewis Gellie Hamilton, por muchos años residente en esta isla, nacido en Grenenock (Escocia) el 16 de julio de 1798 y muerto en Santa Cruz de Tenerife el 30 de agosto de 1872, a la edad de 74; tal y como reza en su estela de granito gris. Y Richard Balkwill, que murió a la edad de 38 años un 22 de julio de 1885 y cuya estela de granito blanco fue erigida por respeto por sus trabajadores y envíos. Ellos, como los demás finados de los tres cementerios, dejaron su huella en Canarias y bien valen un respeto.

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