La biblioteca del IES La Vega de San José no es especialmente grande, pero tiene el tamaño justo para poder reunirse en ella. Las estanterías llenas de libros flanquean las paredes y el espacio central lo ocupan las sillas que se distribuyen en pequeños grupos circulares improvisados sobre la marcha. La proyección de un colorido mapa del mundo preside la estancia donde el ambiente es distendido. Los murmullos se entremezclan y enseguida se percibe la presencia de acentos que suenan distintos. Son los de los ocho invitados que, a través del Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias, esta mañana quisieron compartir su experiencia vital como emigrantes e inmigrantes con los alumnos de 4º de ESO. Una oportunidad que los chicos exprimieron hasta el último minuto preguntando, pero sobre todo escuchando las historias de quienes en muchos casos tuvieron que abandonar su hogar para poder vivir. Y es que hay realidades que se entienden mejor si se les pone nombre, cara y voz.

Es la primera vez que el instituto, que cuenta con alrededor de 600 estudiantes, realiza una actividad similar en sus instalaciones. Apenas han pasado unos minutos desde el comienzo de esta prueba piloto cuando el director, Adolfo Fernández Manrique de Lara tiene claro que la idea de la profesora de religión, Elia Campanalunga, ha sido un auténtico éxito. “Este es un centro integrador y por eso cuando Campanalunga nos propuso esta iniciativa pensé que sería bueno que se extendiese a todo el alumnado del último curso de Educación Secundaria porque con ella les estamos colcando ante el mundo real”.

Basta con mirar a los adolescentes, su postura corporal, sus expresiones para percibir que ese mundo real que les llega a través de relatos ajenos les tiene verdaderamente atrapados. No están acostumbrados a oír historias como la de Boubacar Dialla, que con 17 años tuvo que huir de su país natal, Malí, porque tuvo un enfrentamiento con otro chico por una mujer y en la pelea falleció un hombre. “Nos ha contado que allí no se persigue a quien mata sino al que de algún modo tiene la culpa de la pelea y, en este caso, se la echaban a él”, cuenta impactado David Pérez Navarro. Él tiene la misma edad que Dialla cuando salió de su tierra “donde jugaba al fútbol en un equipo de segunda división y estudiaba derecho”. El joven africano, que a día de hoy tiene 22 años, llegó a España en patera y ahora trabaja como ayudante de cocina. Conocer su trayectoria no ha dejado indiferente al alumno de La Vega de San José para quien el encuentro “aporta respeto y ayuda a ponerse en la piel del otro”.

Ese era precisamente el objetivo de la profesora de religión y con la ayuda de Juan Moreno, responsable del área de incidencia y participación del CEAR en Canarias, lo ha conseguido. La iniciativa motivó al también responsable de comunicación que habló sobre la organización antes de dar paso al testimonio del grupo de inmigrantes compuesto por el joven Dialla, Emmanuel Obiazoua, de Nigeria; Ramatu Marion Williams Tayjlar,de Sierra Leona; el mauritano Ibrahima Seye, el senegalés Mamadou N’Diaye, Mohamed Said, del Sáhara Occidental; el colombiano Edgar Gómez y el español con raíces palestinas, Jorge Halaby.

Precisamente la historia que este último ha compartido con los estudiantes ha conmovido a Stefany Tibubay. El canario, cuyo abuelo inmigró de Palestina a Chile durante la Primera Guerra Mundial (1914- 1918) “para evitar ser reclutado por el imperio otomano” les habló sobre la historia de un estado que a día de hoy acumula miles de muertes debido al conflicto con Israel que arrastra desde hace décadas. “Yo he ido una vez a Palestina y coincidió con Navidad. Mientras nosotros estábamos allí, a unos kilómetros, estaban bombardeando Gaza. Lo que ocurrió allí son auténticos crímenes de guerra”, recuerda quien quisiera haber podido viajar en más ocasiones a la tierra de sus orígenes. “Cuando murió mi abuelo en Chile mi padre regresó a Palestina y se quedó a vivir allí como 30 años antes de venirse aquí y tenernos a mis hermanos y a mí”, explica Halaby.

“Nos ha dicho que fue duro y que al principio añoraba mucho su país porque se sentía solo y eso es algo muy triste que, en parte, te hace querer volver a tus raíces”, comenta Stefany. A sus 16 años sabe muy bien de lo que habla. Ella misma vino de su Bolivia natal a España hace dos años para unirse a su madre, quien la dejó con cuatro en su país para buscar una mejor prosperidad económica y poder darle una mejor vida. “Yo no conocía físicamente a mi madre porque era muy pequeña cuando ella me dejó en casa de unos conocidos hasta que pudo traerme”, comparte quien cree que hay demasiadas realidades en muchas naciones que no se conocen. “Allá yo vivía en una casa que no tenía piso, sino tierra, y no había baño, ni ducha, tenía que ir a sacar agua de un pozo. Mi país es subdesarrollado y eso se aprecia a simple vista así que hay cosas de las que cuentan que puedo entender”.

A pesar de que no dio tiempo a contarla en las exposiciones finales en la que los alumnos del instituto compartían con el resto la historia de los protagonistas de la jornada, la de Edgar Gómez es una de las más impactantes. Colombiano de nacimiento, él es el único superviviente de la Unión Patriótica que hay en Canarias. Y es que hace 17 años que tuvo que salir de su país al estar amenazado. Estando ya en España, en 2004, consiguió el asilo con la ayuda del CEAR y actualmente trabaja en la Isla como electricista. Su anhelo es poder regresar a su tierra, donde pudo volver temporalmente hace poco para visitar a su padre enfermo, pero la situación, a pesar del proceso de paz anunciado hace unos meses, no es la más idónea. “Siguen matando a personas con total impunidad”.

La de Gómez y la de sus compañeros son realidades no tan lejanas que no siempre llegan con toda la veracidad a la sociedad. De ahí la importancia de actividades como la que se ha celebrado en la pequeña biblioteca del centro educativo de la Vega de San José, donde la inmigración se ha tratado como un ser humano no como un mero concepto.