Artista, risueña, simpática, cercana, comprensiva, elegante y coqueta. Así es como recuerdan familiares y amigos a Sira Ascanio Gutiérrez, que falleció esta mañana a los 71 años de edad tras luchar durante más de dos décadas contra el cáncer. Una enfermedad que logró vencer anteriormente en dos ocasiones y que bajo ningún concepto pudo borrarle la sonrisa que tanto la caracterizaba y que mantuvo “hasta el último momento”, según contó su hijo Ciro Gutiérrez Ascanio. Mañana, a las 14.30 horas, sus seres queridos le dirán el último adiós antes de que sea incinerada en el tanatorio de San Miguel.

Madre de tres vástagos y abuela de dos preciosas niñas, Ascanio llegó al mundo el 1 de enero de 1946. Una fecha que se convirtió en “el día grande” de su familia que celebró el inicio de cada nuevo año conmemorando el nacimiento de una persona poco convencional. “Mi madre era una bohemia”, recuerda con cariño Gutiérrez sobre su progenitora. Y es que haber crecido entre la fotomecánica y los linotipos de la empresa familiar que dirigía su padre, Paco, bajo el nombre de Fotograbado Ascanio, hizo de ella una amante de las Artes Gráficas desde muy joven. “Tenía muy buen ojo para la fotografía ”, si bien la pintura fue la gran pasión con la que consiguió el reconocimiento artístico allá por los años 70.

Su vínculo al mundo de la cultura y del arte contribuyó a que pasara por la Escuela de Luján Pérez y estar en formación continua en numerosos talleres técnicos promovidos por el Cabildo de Gran Canaria. Esto hizo que conociera a pintores como Gordillo y Canogar que influyeron en su forma de pintar caracterizada por el estilo figurativo y abstracto. “La recuerdo siempre en el taller que ocupaba toda la planta de abajo de la casa de Tafira donde vivíamos, rodeada de muchos de sus cuadros, algunos a medio hacer, en proceso”, rememoró Ciro, cuyo salón está presidido por una de las tantas obras que su madre dedicó al mar. Una temática sobre la que creó varias series y casi siempre lo hacía a gran formato.

La casa de su hijo no es el único lugar en el que hay presencia del legado pictográfico de Sira Ascanio. También lo hay en el Gobierno de Canarias, donde Gutiérrez actualmente ostenta el cargo de director general de Universidades; así como en el rectorado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria o el Club de Natación Metropole al que también estuvo vinculada durante muchos años gracias a prole. Ellos, Darío, Violante y Ciro, el fruto de su matrimonio durante 30 años con Carlos Gutiérrez, son las personas que han marcado los pasos de su vida. Ascanio no fue una madre convencional como las de las últimas décadas del pasado siglo. “Ella era diferente, no se dedicaba a las labores de la casa o a cocinar como hacían las madres de otros chicos de mi edad o la de mis hermanos cuando éramos pequeños”. A Sira era frecuente encontrarla más en plena creación de sus cuadros en el taller que ocupaba toda la planta de abajo de la casa donde vivían en Tafira, o entre exposiciones de obras de arte o tal vez en alguna reunión del Colectivo Espiral que integraban numerosos pintores del momento. Pero eso nunca le impidió velar por la crianza de sus hijos, a quienes tampoco mostró jamás la cara amarga de la enfermedad que con apenas media centuria se coló en su organismo.

Entre otras cosas porque además de ser risueña, era también “muy coqueta”. Hasta tal punto que Gutiérrez no alberga recuerdo alguno de los estragos que en ella hizo la quimioterapia a la que se sometió con el primero de los tres cánceres que tuvo a lo largo de dos décadas. “Se compró una peluca de tal calidad que yo nunca noté que no era su pelo”, asegura. “Ella era muy elegante y guapísima, morena, muy canaria”, apostilló con orgullo quien la acompañó durante sus últimas horas.

Todas ellas características de las que también se han hecho eco las redes sociales como Facebook donde, Ascanio pasaba muchas madrugadas charlando numerosos amigos que ayer escribieron emotivas despedidas y condolencias como la publicada por el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) en su perfil. Y es que ella era muy querida por su faceta artística, pero sobre todo por su forma de ver y vivir la vida. Esa en la que en la recta final volvió a sus orígenes, cambiando pinceles y paletas de colores por la por la fotografía a la que dedicó infinitas horas tras el ocaso, manteniendo viva la que fue su gran pasión hasta que nacieron sus nietas María y Nora. Las pequeñas a las que trató con “gran cariño maternal” y que al igual que el resto de su familia, mantendrán viva la sonrisa de Sira Ascanio en su recuerdo.