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"En San Cristóbal vemos los peces"

La costa del barrio marinero se convierte en el lugar favorito para pasar el puente del Día de Canarias para Amalia y Celia Francés Pérez

Una silla de playa, a escasos metros de la orilla, preside el pequeño litoral del barrio de San Cristóbal. Sobre ella, toallas de colores, mochilas, alguna prenda de vestir y gafas de buceo. Amalia Francés Pérez y su hermana menor Celia han dejado todo listo para meterse a margullar, pero antes las niñas de ocho y siete años se acercan con su padre David Francés Iglesias para comprobar cómo está el agua. Casi no hay nadie dentro como tampoco son muchos los que se apostan en la arena. La familia solo tiene previsto estar un rato, así que aprovechan la tranquilidad que impregna el ambiente de la víspera del Día de Canarias para zambullirse a gusto en el lugar al que suelen acudir con mucha frecuencia. "Nos pilla cerca de casa y además es un sitio ideal para ellas cuando baja la marea", asegura el progenitor mientras las chiquillas terminan de colocarse el kit básico de buceo. Y es que ellas el motivo que tienen ellas para elegir el barrio marinero es que allí pueden "ver muy cerca los peces".

Las dos hermanas esperan que su padre se meta en el agua para seguirle después. Esta vez van a tener casi toda la playa para ellas para poder observar la fauna marina que tanto les gusta y que conocen bien. "Una vez en Las Canteras nos llevamos pan y se lo echamos a los peces y pude tocarle la cola a uno, pero aquí son tan pequeños que son más rápidos que nosotras y no nos da tiempo", explica divertida Amalia. Frente a ella, Celia asiente. Las dos están encantadas y no tardan mucho en reunirse al remojo con David Francés mientras otro señor nada de un lado a otro durante un rato y en la arena una pareja aprovecha para hacerse fotos con música de discoteca de fondo.

Las canciones, que salen del móvil de uno de los pocos bañistas son la máxima alteración que sufre el ambiente en el que se respira tranquilidad durante el penúltimo día de puente. En el paseo, algunos vecinos se congregan en pequeños grupos donde charlan distendidamente. Poco a poco, al barrio van llegando foráneos que, en su mayoría, toman dirección hacia uno de los restaurantes: El Bote.

El negocio lleva casi dos décadas abierto en la zona donde ofrecen a sus clientes "platos estrellas" como el tomate aliñado con queso y aguacate, los calamares, el pulpo salteado o las gambas fritas con pimiento y cebolla que "son una golosina", según la camarera Milagros Morena Santana. "Por supuesto, no faltan las papas arrugás y el gofio" en el menú al que añadirán hoy platos especiales como las chuletas en salsa de miel, la paella de marisco y el sancocho canario que podrán degustar aquellos que consigan mesa. "Nosotros no abrimos los lunes, pero hoy [por ayer] lo hemos hecho por el puente y ya nos han llamado para reservar para mañana [por hoy], pero en días festivos no reservamos mesa porque queremos que todo el mundo tenga oportunidad de poder comer aquí", cuenta Morena Santana. Y es que normalmente los fines de semana y jornadas como las de hoy El Bote suele copar su aforo para un centenar de personas, muchas de las cuales entran al restaurante después de hacer una cola. "Aquí tenemos la máquina para dar número", señala la camarera al artefacto del que cuelgan algunos papelitos.

Carmina Martín Ramos y Juan Domínguez González esta vez no han tenido que esperar y no tardan mucho en disfrutar de una variada comida en la que se encuentran platos de lapas, pimientos, ensalada o queso. "De aquí nos encanta todo porque es un sitio en el que los precios se adaptan al bolsillo y la calidad es muy buena", aseveran quienes son asiduos al enclave también por el ambiente acogedor del barrio.

Muy cerca de Martín Ramos y Domínguez González, María Jesús Artiles y Dionisio Blanco disfrutan de huevas y longorones con una cerveza "fresquita". Ellos también han aprovechado la víspera del festivo dentro del puente para pasear por San Cristóbal. "Nos gusta bastante la zona y solemos venir por aquí", cuentan antes de proseguir con las delicias que tienen sobre la mesa. Apenas han dado las dos de la tarde y El Bote está prácticamente al completo. Han bastado unos minutos para que el restaurante se llenase de comensales que se han animado a pasar por el barrio como la familia de Saro González que ha acudido a disfrutar de uno de los sitios que más les gusta para picar.

"Esto se llena siempre mucho, sea fin de semana y días como estos", comenta sobre los locales de restauración María del Carmen Peñate. Residente en San Cristóbal desde hace 47 años preferiría que hubiese menos trasiego, sobre todo en la zona del litoral donde afirma que mucha gente no sabe cómo comportarse. "Muchas personas vienen a la playa de arena que hay al fondo y no la cuidan", explica quien añora los tiempos en el que los chinchorros eran arrastrados por los vecinos hasta la costa cargados de peces. "Ahora los que se dedican a la pesca tienen que salir a alta mar porque todas estas cosas de antes están prohibidas y por ello el barrio ha perdido mucho".

Lo que sí conserva San Cristóbal es la esencia familiar que se respira en los vapores que emergen de los calderos y se cuelan por las ventanas para fundirse en la calle con esa inconfundible olor a mar.

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