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La ciudad de ayer Un paseo por el barrio portuario

Las luces de La Isleta

La Virgen de La Luz, cuya advocación es fruto de una leyenda, dio nombre al puerto que cambió la Isla y creó un barrio obrero de la nada

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La ciudad de ayer: Las luces de La Isleta

Cuenta una leyenda que unos marineros vieron una luz "divina" sobre un punto en la costa de La Isleta. Las gentes del lugar suelen decir que este es el origen de la Virgen de La Luz, patrona del Puerto del mismo nombre. Los castellanos, tras conquistar Gran Canaria fundaron una fortaleza y una ermita en la zona de tal manera que quedara protegida la bahía de Las Isletas de los invasores. Durante siglos este lugar quedó alejado de todo el mundo, pues un mar de arena separaba el enclave de la ciudad de Las Palmas.

El auge del comercio internacional en las Islas en la segunda mitad del siglo XIX obligó a plantear la construcción de un nuevo puerto en Las Palmas de Gran Canaria, pues el muelle de San Telmo se había quedado pequeño e inútil. En 1883 comienzan las obras del refugio de La Luz, esto motivó el rápido crecimiento poblacional. Llegaron entonces cientos de personas desde el interior y desde Lanzarote y Fuerteventura. El pequeño caserío se convirtió rápido en una ciudad paralela al núcleo original de la capital.

Según el historiador Fernando Martín Galán habían antes de cambiar de siglo 285 chozas de piedra seca y más de 250 casetas de madera de diverso tamaño. En la mayoría de los casos, estas construcciones tenían poca consistencia. "Tenían dimensiones exiguas y dotaciones absolutamente insuficientes, a veces solo con dormitorio, cocina y poco más; en gran número en condiciones ilegales", apunta el historiador en su libro Las Palmas ciudad y puerto.

Hasta hace no mucho tiempo aún se podían ver algunas de esas casetas de madera. La casa de Josefinita, en la esquina de las calles Tauro con Gordillo es una de las más recordadas entre los vecinos de La Isleta. No obstante, el pintoresco barrio portuario aún conserva muchos edificios de principios del siglo pasado. Las casas terreras predominan en calles como Tecén o Fontanales. En su conjunto, son una muestra de identidad de un barrio obrero que creció rápido y de forma caótica.

La antigua ermita de La Luz se constituyó como parroquia en 1900, la primera fuera del entorno de Triana y Vegueta. Sus dimensiones reducidas eran insuficientes para tantos fieles. Una fotografía de 1912 muestra el diminuto templo del siglo XVI ocupando el ancho de la nave central de la actual iglesia. Esta se inauguró finalmente en 1914 basándose en un diseño del arquitecto Laureano Arroyo.

No obstante, el rápido crecimiento de la zona portuaria desbordó todas las previsiones. En las siguientes décadas surgieron las parroquias de San Pedro y del Carmen, esta última virgen con una gran devoción entre los isleteros. Es normal que, en un paseo por sus calles, ver azulejos con esta imagen en las fachadas.

La construcción del nuevo muelle de La Luz supuso la llegada de la revolución industrial a Gran Canaria. En el recodo que forman las actuales calles Juan Rejón y Albareda se levantaron fábricas y naves dedicadas a la actividad portuaria. La fábrica de Hielo y la litografía Saavedra, entre otros negocios de renombre, se aglutinaron en el entorno de la plaza Manuel Becerra. El primero se está transformando en un centro de día para personas sin hogar y el segundo está en abandono. Las puertas del Muelle Grande quedan como fiel reflejo de la grandeza portuaria que vivió Las Palmas de Gran Canaria en aquella época.

No es de extrañar que en la calle Andamana, que parte de Manuel Becerra, se concentraran gran parte de los clubes nocturnos y de alterne de la capital. Hoy esa calle y sus aledañas parecen una ciudad fantasma. Puertas y ventanas tapiadas, paredes desconchadas y cornisas que se desmoronan. Aún se pueden leer algún letrero de Whisky, un recuerdo de aquellos pubs y cabarets, que en otro tiempo hicieron las delicias de marineros de medio mundo. "El barrio chino" lo llamaban algunos.

Aunque, si por algo destacó La Isleta fue por su fuerza obrera y sindical. No obstante, allí se concentraba la mayor parte de la industria de la capital. Tras estallar la Guerra Civil las fuerzas franquistas ejercieron una fuerte represión sobre la población del barrio. La Casa del Pueblo, hoy en la plaza homónima, fue demolida y el sindicalismo proscrito. Muchos de ellos no acabaron lejos, pues el Lazareto en los montes de La Isleta hizo las veces de campo de concentración.

Un barrio multicultural

Como tantas familias de isleteros, la de Pedro Rodríguez también se dedicó a la mar y se abrió al mundo. Su padre fue cambullonero y su suegro trabajó en los astilleros. "Fue uno de los que construyó la ballena blanca para la película", dice este isletero, en referencia al cetáceo de la película Moby Dick. La cinta se rodó en la bahía de Las Canteras en 1954 y contó con la participación del actor de Hollywood Gregory Peck, un hecho que causó gran furor entre la población de la época.

La avenida marítima sepulta hoy los terrenos donde se situaron en su tiempo los astilleros. Al igual que han desaparecido del mapa las naves de fruta y mercancías de familias británicas como la Woermann o los carboneros de la Blandy Brothers. Incluso, varias postales de los años cuarenta muestran barcos en fase de reparación donde ahora está el IES La Isleta. No obstante, hasta finales de la década de los cincuenta las olas chocaban contra los robustos muros del Castillo de La Luz, a modo de foso defensivo. "Pasé grandes recuerdos de adolescente tirándome al mar desde las rocas del castillo", apunta Rodríguez.

A sus 73 años, para este isletero su barrio ha sido su vida. Aún recuerda los tiempos en los que las aguas del mar sobrepasaban el Istmo y los dejaba incomunicados. "La última vez que las aguas se unieron tendría unos nueve años", apunta Rodríguez. "Había gente que iba en barca hasta Triana", continúa con su relato.

A finales de la década de los cincuenta el padre de Rodríguez trajo desde Inglaterra, gracias a sus tejemanejes en el Puerto, "la primera televisión de La Isleta". "Éramos una familia de trece hermanos y cada uno traía a sus amigos, se llenaba la casa de chiquillos", recuerda el isletero. "Aquí se pillaban canales de muchos países y la televisión española llegaba en diferido", continúa recordando aquellas tardes con la casa llena de risas.

Fueron años en los que el Puerto vibró, era un mar de culturas. Tras las oleadas de ingleses de principios de siglo llegaron los coreanos y los hindúes. "Los coreanos se dedicaron al puerto, con una flota pesquera importante", recalca Rodríguez. Mientras, los indios llenaron de bazares las calles Juan Rejón, Albareda y La Naval. "Nada de Triana, a comprar se venía al Puerto, ahora esto está muerto", repiten numerosos vecinos. También en la principal calle de La Isleta destacaron los Almacenes Alcorde, con todo tipo de productos náuticos.

"Los indios tenían todo tipo de cosas para la casa y electrónica", recuerdan los isleteros. "Cuando se acabó la Ley de Puertos Francos cerraron muchas tiendas, el barrio calló mucho", indica Rodríguez, con referencia a los cambios de aranceles e impuestos tras los cambios legislativos a finales de la década de los ochenta. Aunque, estas calles nunca los asiáticos nunca abandonaron estas calles. Los nombres Xin Guan, Shun Dan o Sheng Da han pasado a ocupar los escaparates de La Naval. Desde hace unos quince años la comunidad china irrumpió en la zona y desplazó al comercio tradicional de los Indios, que se mantiene de forma casi testimonial.

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