Rugieron motores y saltaron chispas a ritmo del rock más duro de la última década del siglo XX. La plaza de Santa Ana brilló con los acordes más actualizados de la obra Don Juan Tenorio. Cada año, y van ya doce ocasiones, la dirección da su toque innovador a esta historia inmortal de amor y romance. Ya el año pasado el público pudo disfrutar de un Don Juan encarnado en una mujer, Natalia Braceli. Ahora tocaba dar el salto en el tiempo, transportar al espectador a los rockeros años noventa. Las letras de Led Zeppelin, interpretadas por la actriz canaria Yanely Hernández, hicieron poner en pie al público de Vegueta.

El clásico de José Zorrilla volvió a llenar la plaza de Santa Ana. El público disfrutó de esta versión revisada de la emblemática obra de amor entre Don Juan, Mingo Ruano, y Doña Inés, Naira Gómez. Todo comenzó en el típico bar de carretera, motel de mala muerte incluido. Lugar donde el galán protagonista se encontró con Don Luis Mejía en plena fiesta de Carnaval.

El encuentro se saldó con una apuesta, conquistar a Doña Inés, quien vive en un convento enclaustrada, y a Ana Pantoja, una rockera empedernida. El duelo entre las harleys, en plena plaza mayor de Santa Ana, se saldó con una persecución policial, al puro estilo del cine de Hollywood más comercial. Algo quedó claro, Don Juan vive "por y para las motos, las mujeres y los colegas".

Mientras, en el convento, a las puertas de la catedral de Santa Ana, esperaba Doña Inés. Junto a ella estaba la actriz Lili Quintana, quien se puso en la piel de la abadesa de las Calatravas. Allí sufrieron los dos amantes el esperado encuentro por todos, donde se plasmó el desmayo de la mujer sobre el malote rockero.

Yanely Hernández, alias Ana Pantoja, puso el broche final con el clásico Stairs to Heaven de Led Zeppelin. Después de cinco años desaparecido, el malote de don Juan visitó la guagua (panteón) donde se levantaban las tumbas de don Luis, el comendador y aquellos a los que dio balazo limpio en la carretera. Pero, entre los sepulcros descubrió el lecho de su amada Inés, quien falleció al no poder estar junto al amor de su vida.

Los personajes, con las ropas de cuero hasta las cejas, cambiaron poco del guión original de José Zorrilla. A las órdenes de Israel Reyes interpretaron su papel en verso, como la norma manda. Aunque, en un ambiente de lo más rockero, todo hay que decirlo. Pues el rugido de las harleys y la banda en directo transportó al público dos décadas atrás.

La obra de Don Juan Tenorio se ha convertido en un clásico de la noche previa al Día de Todos los Santos. El encuentro entre los espíritus en un desolador cementerio hacen de esta obra idónea para esta fecha tan señalada. No obstante, la noche de los muertos es una de las más esperadas para muchos grancanarios.

Mascaritas y castañas

Mientras retumbaba el rock de los noventa, las calles de Vegueta y Triana vivieron en un mundo paralelo. Las castañas asadas y las parrandas típicas de la noche de finados envolvieron las calles Pelota, Mendizabal y Botas. Las Palmas de Gran Canaria también sabe vivir la víspera de los difuntos al puro estilo canario.

Aunque no fueron pocas las terroríficas mascaritas y los curiosos que se acercaron hasta la obra de teatro de Santa Ana, muchos optaron por tomar un buen enyesque y una buena copita de vino en el entorno del Mercado de Vegueta. Siempre la humacera de las castañas y los asados presente. Ese característico olor del otoño no podía faltar al encuentro.

Otros optaron por las múltiples fiestas que se celebraron por toda la capital grancanaria. El Real Club Náutico realizó un baile de Halloween con la temática "Muerte en el Circo" como protagonista.

La Orden del Cachorro Canario, en la plaza de Santo Domingo, también celebró su particular fiesta de finaos, con música en directo y cachorro sobre la cabeza de cada asistente. El encuentro es un clásico ya del barrio histórico, pues, no obstante, se trata de una organización que intenta preservar las costumbres tradicionales de las Islas, frente a otras actividades festivas que han llegado de otras latitudes en los últimos años.

Huesos de santo, castañas asadas y buñuelos. La noche de difuntos cuenta con su propia repostería en Canarias. Unos productos destinados a endulzar el paladar a la hora de honrar a los seres queridos que ya están en el más allá. Todos ellos se dieron cita anoche en Vegueta.

En la tarde de ayer comenzó el ajetreo en las calles del casco histórico de la capital grancanaria. Mientras en Santa Ana un nutrido grupo de moteros ensayaban las últimas notas a lomos de las harleys, Triana se llenó de chiquillos con ganas de colarse en más de una tienda y gritar la fórmula mágica de la noche: "truco o trato".

Pequeñas brujas, esqueletos y otros seres del más allá inundaron la calle mayor en busca de una golosina o simplemente pasear junto a sus padres. Un payaso hizo las delicias de los pequeños en la plaza de Las Ranas. Pero esta no fue la única actividad infantil en el barrio. Muy cerca, en plena Triana, un grupo de jóvenes se puso a hacer malabares y un taller de maquillaje de Halloween. Unas clases que aprovechó más de una adolescente para hacerse un selfie y prepararse para la fiesta posterior.

La noche de difuntos en Canarias se ha convertido, a simple vista, en un auténtico mix de culturas. En la calle Mendizabal se mezclaron los trajes típicos del Archipiélago, los ranchos de ánimas de las parrandas y agrupaciones folclóricas con el enjambre de mascaritas diabólicas salidas de una película estadounidense.

Precisamente, el siniestro payaso de la película It fue uno de los disfraces más socorridos anoche, pues muchos aprovecharon el estreno del remake en la gran pantalla de este clásico del cine de terror. Aunque, como todos los años, no pudieron faltar Freddy Krueguer y Scary Movie.

Otros, en cambio, prefirieron seguir la tradición mexicana. En este país hispano es muy importante la costumbre de venerar a sus muertos en la víspera de Todos los Santos. Para ello utilizan un maquillaje muy característico que muchos quisieron imitar anoche en Vegueta.