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Las Palmas de Gran Canaria, mucho más que palmeras

La capital grancanaria cuenta con parques y parajes naturales que ponen al descubierto la variedad de su flora

Las Palmas de Gran Canaria, mucho más que palmeras

Si alguna planta caracteriza a la ciudad es sin duda alguna la palmera. Está en el origen de su nombre: El Real de Las Palmas -el campamento militar desde que el capitán Juan Rejón inició la conquista de la Isla en 1478-; en su escudo y en su bandera. Pero también en parques, jardines, parterres y laderas que la circundan. Sin embargo, pocos ejemplares pertenecen a la especie de palmera canaria - Phoenix canariensis-, uno de los 278 endemismo de la flora del Archipiélago, que además está protegido. Un lugar idóneo para descubrirla es el Jardín Canario Viera y Clavijo, la joya de la corona de la ciudad en lo que a riqueza botánica que tiene la Isla se refiere. El pasado año, 174.409 personas visitaron este lugar.

Un palmeral de Phoenix canariensis recibe al visitante que entra por la carretera del Dragonal al Jardín Canario, que lleva el nombre del primer naturalista canario que comenzó a resaltar la belleza vegetal de la Isla ya en el siglo XVIII. Los ejemplares se encuentran en la denominada plaza de Matías Vega, en honor del expresidente del Cabildo insular que apoyó la iniciativa del botánico sueco Eric R. Sventenius de crear en el barranco de Guiniguada el vergel del Archipiélago (1952). Para ser más exactos, el bosque termófilo canario que va desde la zona costera hasta los pinares. La empresa dio sus frutos y hoy es uno de los espacios botánicos y científicos de mayor interés que tiene el Archipiélago.

El director de este espacio natural, Juli Caujapé Castells, señala que en el Jardín Canario están representadas casi todas las vegetaciones del Archipiélago "excepto la de alta montaña" debido al propio emplazamiento del vergel que, a pesar de estar a varios niveles de altura, no se dan las condiciones climáticas para que se den este tipo de plantas. "Se ha intentado con otros endemismos pero es imposible, no reúne las condiciones climáticas", puntualiza Caujape.

Aparte de la palmera canaria pueden verse otras especies canarias como el drago, el acebuche, el pino, el brezal, el cardón, la siempreviva gigante o la yesquera amarilla; entre otras. También endemismos de la península del bosque termófilo y otras plantas de fuera del Archipiélago que se han aclimatado sin problemas a nuestro entorno y que forman parte ya de nuestro paisaje en jardines y parques desde que las Islas entraran en la ruta de las exploraciones y del comercio. Es el caso de la conocida como ave del paraíso o Strelitzia parvifolia, oriunda de África.

Curiosamente, lo que más llama la atención entre los turistas en el Jardín Canario es la colección de cactus - hay 2.000 ejemplares de todo el mundo- pese a que no hay ningún cactus endémico de las Islas. Así lo indica Caujapé, que resalta el trabajo de conservación que se realiza en el Jardín Canario tanto en lo que se refiere a las colecciones vivas de flora como a la recogida de semillas. Y es que el Jardín Canario, dependiente del Cabildo insular, cuenta con un banco de ADN de la flora canaria, así como un banco de germoplasma de flora silvestre y un herbario, con los que rescatar y proteger nuestra vegetación, así como usar en caso de repoblación. Sin olvidar, las labores de investigación y conocimiento que se realizan sobre las plantas.

Paseo por la ciudad

En Gran Canaria hay más de 1.280 especies y 82 subespecies, de las que 1.003 especies son nativas o autóctonas -crecen espontáneamente en la Isla pero no son endémicas- y 278 son endémicas. De ellas, 95 son endemismos grancanarios, 137 endemismos canarios y 46 endemismos macaronésicos, según señala la consejería de Medio Ambiente en su página web. Algunos de esos endemismos están amenazados como la teline nervosa, una especie que crece en zonas degradadas y escarpadas y que florece entre finales de diciembre y la primavera, o 'la isoplexis isabelliana'o cresta de gallo, que vive asociada al pinar. Ejemplares que también pueden verse en el Jardín Canario.

Los parques y jardines de la ciudad ofrecen la posibilidad de descubrir diversas especies de árboles, arbustos y plantas tanto canarias como foráneas, la mayoría de ellas de carácter ornamental que recrean la vista y dan sombra a sus visitantes, aunque también paz y sosiego porque hacen de pantalla frente al ruido de la calle aparte de aminorar la contaminación de los coches.

En el parque Romano, por ejemplo, destaca el flamboyan, un árbol tropical conocido también como árbol de la Llama que resalta por una copa aparasolada y por sus espectaculares flores rojas cuando florece en primavera. Por contra, tiene unas raíces muy invasoras que pueden acabar con cualquier construcción que haya cerca como le ocurre también a los ficus elastica plantados en el parque de San Telmo, construido a principios del siglo XX después de que la ciudad se expandiese hacia el Puerto.

Los ficus, llamados también árbol del caucho o gomero, no dan flores, sino higos que no son comestibles. Originario de la India fue introducido en Europa en 1815.

En el parque del antiguo Estadio Insular, uno de los últimos que se han levantado en la ciudad, puede disfrutarse de un palmetum, con especies de diversas partes del mundo donadas por Viveros Godoy; cuyo fundador ya fallecido, Juan Godoy Morales, se dedicó durante años a crear una colección de palmeras en la Isla que más tarde comercializó en su vivero.

En el parque del Castillo de La Luz, por contra, son las rosas las que llaman la atención a los visitantes por su peculiar colorido. Mientras que las azaleas, el bambu y los dragos ocupan un espacio en el parque Doramas, construido a principios de 1920 tras la puesta en marcha el Ayuntamiento del nuevo plan de ordenación urbana.

Todo este patrimonio vegetal, al igual que los ejemplares dispersos que se pueden ver por la ciudad -la araucaria frente al edificio Maphre de la calle de Juan de Quesada o el drago de la plaza del Espíritu Santo; entre otros- construyen la imagen de la ciudad y ayudan al ciudadano a estar en contacto con la naturaleza. De ahí la petición de algunos colectivos y personas privadas a que este patrimonio natural sea conservado igual que ocurre con los edificios. El Ayuntamiento no dispone aún de un catálogo de ejemplares singulares como ya tienen otras ciudades para promover su defensa.

La expansión de la ciudad, los diversos planes de urbanismo, la falta de atención y cuidados a lo verde y la insensibilidad de muchas personas ha hecho mella a lo largo de las décadas en este patrimonio natural. En los últimos años, han caído las palmeras gemelas del risco de San Nicolás que tantas veces pinto Jorge Oramas y algunos de los laureles de Indias de la calle San Bernardo han muerto por el orín de los perros.

Los espacios naturales alrededor de la ciudad como el barranco del Guiniguada y La Isleta permiten también la observación de diversa flora autóctona en función de su cercanía al agua. En el barranco del Guiniguada, flora silvestre y también la introducida por el hombre como el sauce, la tabaibal, la palmera, la pita, la tunera o el romero marino como destacan Cristina Afonso y Francisco Luis Guerra en la guía de patrimonio Guiniguada los caminos del agua (2004). En el Paisaje Protegido de La Isleta crecen, por su parte, variedades del género de la euphorbias, que debe su nombre al médico griego de Juba II, rey de Mauritania.

Entre ellas, lechugas y uvas de mar, toldas, verodes, tasaigos. También el corazoncillo o picopajarito, especies muy amenazadas. Una oportunidad para conocerlas es visitar este fin de semana la exposición temporal que sobre este entorno natural ha ideado el Cabildo insular en La Puntilla, y que se podrá visitar hasta el jueves 14. Plantas adaptadas al viento y a la humedad de las zonas costeras que formarán también parte del parque del frente marítimo que se diseña actualmente entre la Base Naval y el muelle de cruceros.

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