Unos cuantos gramos de filosilicato de magnesio, unos filamentos de almidón de maíz, una chispa de bicarbonato de sodio y fragancia al gusto. Esta es, a grandes rasgos, la composición de buena parte de los polvos que anoche se lanzaron sin tino por el Guiniguada y las calles y plazas aledañas durante la fiesta de los indianos del Carnaval de la magia y las criaturas fantásticas, oficialmente llamado Carnaval Tradicional para que no se enfaden los palmeros, que fueron los inventores de esta fiesta.

El poder mágico de los polvos comenzó a producir su efecto a medida que se desparramaban por el aire y el enorme hongo de talco pegó a invadir las gargantas y a enrojecer los ojos de centenares de carnavaleros, que acrecentaban el efecto de la polvajera con una caída de ojos, una sonrisa seductora, o un quiebro de cadera o las botellas de ron que muchos de ellos, los más jovencitos, llevaban en el interior de bolsas de plástico.

Menos gente y mucho más joven. La fiesta de los indianos registró una menor afluencia que otros años, algo que ya se notó en la edición del pasado año, pero la principal novedad estuvo protagonizada por la desaparición del paseíllo de la Banda de Agaete, que sí actuó pero sobre el escenario montado en el Guiniguada. Muchos de los asistentes se mostraban desconsolados por la ausencia del desfile de los músicos, que este año pusieron como condición -para participar en la fiesta- eliminar la procesión que todos los años partía de las cercanías del Teatro Pérez Galdós. Los miembros de la banda aseguraron que tocar envueltos en polvos, que algunos de los participantes les lanzaban encima, afectaba a su salud y, en vista de que algunos de los participantes no respetaba ni a los músicos, optaron por suspender el paseo.

"Dale dale dale al cuerpo, lo que te pida, con careta o antifaz, te tienes que disfrazar, te digan lo que te digan. Dale dale dale..... ". La Banda de Agaete hizo su aparición, como siempre, con el himno carnavalero, y aunque se asomó desde lo alto del escenario levantó, como siempre, al personal que, en medio de la nube blanca, arrancó a dar salto y a levantar los brazos. Según fuentes de la Policía Local, sobre las ocho de la noche habían alrededor de 1.500 personas en el Guiniguada, una cifra que seguramente aumentó conforme avanzó la noche.

Entre ellos estabaYaiza, una joven de Schamann que aún no ha cumplido los 18 años y que ayer vivía su primera fiesta indiana, de la mano de su madrina, Conchi.

Polvos normalitos

"Imagino que será como siempre. Un poquito de música y de diversión y todos a echarnos polvos talco y formar un amasijo", explicaba Conchi con su bote de talco, poco antes de que se iniciara la gran polvajera. Y aclaraba: "Nuestros polvos son normalitos, de esos que se ponen en el culito de los niños chicos. Yo vengo todos los años. Hay que probarlo todo. Esta es una fiesta fantástica, aunque a mí me gusta todo el Carnaval y lo vivo bienísimo, a tope. Voy normalmente sola y me divierto, me vuelvo loca y cuando estoy cansada, pa' casita. Hoy vine con mi ahijada, pero siempre vengo yo sola".

Juan Carlos Díaz, uno de los pocos indianos que acudieron a la fiesta se mostraba preocupado por la decadencia del Carnaval Tradicional y porque la Banda de Agaete no aparecía. Eran más de las siete y media y ni rastro de los músicos. "Este año, la fiesta ha decaído bastante y la banda está escondida. Hay muchísima menos gente que otros años. No tiene nada que ver con otras ediciones", se lamentaba Juan Carlos que constataba la menor presencia de gente mayor con los sofisticados disfraces de indianos de otros años y de familias enteras. Este año el paisaje de los polvareda estaba protagonizado por la masiva presencia de pibes jóvenes, que habían cambiado la guayabera o el vestido y pamela por camisetas y pantalones blancos o vaqueros.

"Puede ser la coincidencia con la

Gala Drag o el frío, que no creo, porque la gente siempre está dispuesta para la fiesta, pero nos extraña la poca gente", señalaba Díaz, que añadía que "hace tan solo tres años en esta bocacalle no cabía nadie. Empezó con gente de cierta edad para pasárselo bien y recordar a los emigrantes que volvían de Cuba o Venezuela con sus grandes riquezas,pero esto ha degenerado bastante". A su juicio es un error la decisión de la organización de poner música de discoteca. "Llamamiento al Ayuntamiento, que recupere el Carnaval Tradicional por favor y que ponga otro tipo de música, como cumbias y música salsa, porque la que ponen ahora espanta a las familias con niños. Aquí sólo van a quedar los pibitos". espués de la Banda actuó el grupo cubano Elegua, que recuperó la música salsera.

Mientras Díaz se quejaba, Inma Betancor y José Santana estaban desatinados esperando por la Banda de Agaete. "A ver si viene, que si no me voy, porque mañana trabajo. Esto no tiene nada que ver con otros años". Más cerca del escenario, donde podía divisar a los músicos de la Banda de Agaete preparándose para dar el pistoletazo de salida a la fiesta estaba Rosa Herrera, una vecina de San Nicolás que acudió a la fiesta de los polvos con un grupo de 30 amigos. Antes solía disfrutar la fiesta carnavalera con la murga Los Sarandajos del Risco, pero ahora lo pasa igual de bien con todo el Carnaval, especialmente con los indianos, explicaba, mientras guardaba su bote de talco, que no sacaría hasta que la banda empezara a tocar.

Xaira se mostraba desconsolada por la eliminación del paseíllo de la Banda. "Este año ha sido diferente, no hay paseíllo y hay menos gente pero da igual, el caso es divertirse y pasarlo bien", se consolaba Xaira, que anoche se dirigió al Guiniguada con su marido y sus amigos. "Otros años han venido más amigos, pero este año nos hemos reunido un buen número. Venimos por la Banda y luego nos quedamos un poquito en lo que es la guagua del Carnaval. Este año empezó al revés. Primero la música de la guagua y después la Banda. Con tanta gente y tanto polvo, todo eso es perjudicial para los músicos, pero bueno, la cuestión es pasarlo bien un ratito y después pa'casa". Mientras la banda tocaba en el escenario, el personal lo pasaba bomba lanzado los polvos. Algunos los echaban con cuidado, manoseando el bote como si fuera un hisopo de agua bendita. Y también los había, aunque menos, que igual que lanzaban los polvos, tiraban al aire el bote, cuando éstos se acababan. Otros los tiraban con miedo. De todo había.