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La ciudad de ayer La evolución de El Rincón

El Rincón que escapó del olvido

La zona albergó varias conserveras de pescado y un asentamiento de chabolas hasta los años 80

El Rincón que escapó del olvido

El tesoro geológico que alberga en sus entrañas El Rincón de Las Palmas de Gran Canaria permite acercarse a eras pasadas que llegan a nuestros días a través de los distintos colores de sus sedimentos rocosos. Sus paredes son testigos de la formación de la propia Isla, pero también de la evolución de la ciudad y su apertura hacia el Norte que supuso un antes y un después en una zona que durante décadas ha estado marcada por el abandono.

Los tiempos en los que las plataneras se extendían por la desembocadura del barranco de Tamaraceite quedaron muy lejanos. Las plantaciones fueron desapareciendo con la proliferación, a mediados del siglo pasado, de las factorías de pescado que más tarde se convertirían en las famosas conserveras como la de Beltrán, Lloret o Llinares, entre otras que se repartían por la zona que ahora ocupan el Auditorio Alfredo Kraus, la plaza de La Música y el aparcamiento intermodal ubicado junto al Centro Comercial Las Arenas.

"Aquí no quería vivir nadie por el olor que había de las conserveras y ahora es la parte más cara", señala Pepi González, presidenta de la Asociación de Vecinos de La Barriada de Guanarteme y Chile, quien cuenta que muchas personas se instalaron en el barrio al que llegaron desde Lanzarote y Fuerteventura trabajar en estas fábricas que fueron desapareciendo en la década de los 80 y en una de las cuales tuvo lugar uno de los accidentes más trágicos de la capital.

Ocurrió el 4 de enero de 1979 en la empresa Hijos de Ángel Ojeda cuando uno de los trabajadores bajó a la galería para desatascar los desagües y se desmayó tras inhalar el gas tóxico que desprendía el pescado putrefacto. Al ver que no regresaba, uno de sus compañeros, Rafael Viera, de apenas 18 años, acudió en su busca sin que tampoco pudiese salir de aquel habitáculo mortífero. Otros nueve empleados intentaron rescatarles, pero por desgracia, también corrieron la misma suerte. En total, fueron 11 hombres los que perdieron la vida.

"Uno de ellos era el marido de mi compañera de zapatería en Galerías Preciados, otro, era el sobrino de otro compañero. Fue algo verdaderamente horrible", asevera González. También fue un suceso que terminó por caer prácticamente en el olvido hasta que en 2006 se inauguró el monumento Manos Unidas que se erige en el lugar de la tragedia y que representa la solidaridad de los trabajadores que murieron ayudándose. "El precursor de esta obra fue Talio Noda", profesor del IES El Rincón que estudió los hechos junto a sus alumnos antes de que una mujer, familiar de uno de los fallecidos, le pidiera ayuda para honrar la memoria de los difuntos.

Además de la escultura, de aquellos años aún sobreviven un par de naves en cuyo solar el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria está pendiente de expropiar con la idea de poder levantar un edificio de viviendas o un hotel, justo al lado del aparcamiento intermodal que se estrenó en 2014. La idea de ampliar la oferta hotelera de la zona se remonta a hace más de tres lustros sin que haya visto todavía la luz.

Este no es el único proyecto frustrado del Rincón donde en 1991 se impulsó la creación del Parque de La Música que diseñó el arquitecto José Miguel Fernández- Aceytuno. Sin embargo, un contencioso judicial interpuesto por cinco particulares que reclaman la propiedad del cauce del barranco aten el Consejo Insular de Aguas, titular de los terrenos, dejó caer en saco roto esta iniciativa que, finalmente, fue sacada del Plan General de Ordenación municipal (PGO) en 2010.

Lo que sí se llevó a cabo fue la construcción del Centro Comercial Las Arenas que abrió sus puertas en 1993. Poco después, en 1997, lo haría el Auditorio Alfredo Kraus que inicialmente, a finales de los 80, se había planificado en La Isleta. "Pero aquello era un cuello de botella y los vecinos se manifestaron en contra, con el apoyo de muchas personalidades del mundo de la cultura", apunta Pepi González, quien también apoyó la causa que cambió de rumbo gracias a un compañero de la asociación que preside. "Fue a José Jorge Naranjo Israel al que se le ocurrió trasladarlo a la otra punta, al Rincón y así se lo propuso al alcalde de la época, José Vicente León. La idea gustó y finalmente se hizo donde está ahora", explica. El recinto fue inaugurado por el Rey Felipe VI, entonces príncipe de Asturias, y por el mismísimo tenor en 1997.

El crecimiento de la zona trajo consigo otra serie de cambios sociales. Y es que ante de la llegada de los enclaves cultural y comercial, la variante del Rincón abrió la capital hacia el Norte de Gran Canaria, si bien la nueva autovía se llevó por delante algunos de los que hasta entonces referentes del entorno. Los ahora reyes eméritos de España, Juan Carlos I y Sofía, asistieron a la apertura de la carretera aquel 21 de mayo de 1986 en el que también se inauguró El Atlante. La escultura realizada por el artista Tony Gallardo por encargo del presidente del Gobierno de Canarias del momento, Jerónimo Saavedra.

Creada con piedra volcánica extraída de La Isleta, esta obra se integra en el paisaje que preside el acantilado, legado geológico "en su mayor parte del Mioceno, el cuarto período geológico de la Era Cenozoica, que comenzó hace 23 millones de años y terminó hace 5 millones", según recoge Humberto Pérez en su blog Mi Gran Canaria. Entorno, además, del que también formaba parte de uno de los elementos que desaparecieron con la nueva carretera: la cabaña de la Peña de La Gaviota. Aquella casa construida a finales de los 50 por un bombero sobre una roca que más de uno recordará haber visto desde la ventanilla del coche.

No muy lejos, allá por principios del pasado siglo, también acuñó gran fama una fuente termal en la misma orilla del mar cuyas propiedades llevaron a la creación de un balneario que se inauguró en mayo de 1934 bajo el nombre de Cristo-Rincón, llegándose a fabricar hasta medicinas que comercializó una empresa alemana como 'Rincopyn' y 'Rincogono'. Sus instalaciones se completaron con la construcción de un hotel, justo enfrente, en el margen izquierdo saliendo de la capital, que aún sobrevive como vivienda particular.

Un inmueble que posteriormente también tuvo como compañeras durante décadas muchas de las chabolas que, más que un asentamiento, llegaron a conformar una pequeña ciudad que también fue desmantelada con la variante. "Con unos 11 años yo iba allí a dar catequesis", rememora González, "y hasta en las Fiestas del Pilar se hacían cuatro procesiones y una de ellas llegaba hasta esa zona". La religión no solo llegó a través del cristianismo. Hay quien también recuerda como en una pequeña explanada la comunidad hindú quemaba a sus difuntos.

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