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La ciudad de ayer Función conventual

Conventos bajo plazas y calles

Hasta el siglo XIX la capital contó con seis cenobios, tres de ellos en Triana

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La ciudad de ayer | Los antiguos conventos de la capital grancanaria

Cuando Juan Rejón llegó a Gran Canaria con su ejército lo hizo también acompañado de un grupo de religiosos franciscanos. A ellos, recogía el cronista de la orden, les otorgó un espacio en el que poder construir un convento que finalmente vio la luz pocos años después de la fundación, en 1478, del Real de Las Palmas en torno a la plaza de San Antonio Abad de Vegueta. Este cenobio, cuyo solar ahora ocupa el Conservatorio Profesional de Música, fue el primero de los seis que llegó a tener la ciudad hasta el siglo XIX, cuando las desamortizaciones de Mendizábal cambiaron de uso y propietario las instalaciones monacales que pasaron a ampliar el entramado urbano.

La medida del primer ministro Juan Álvarez Mendizábal abrió la veda en la ciudad a nuevos proyectos que, en muchos casos, fueron abanderados por el Ayuntamiento que encontró en estos espacios el lugar idóneo para satisfacer otras necesidades sociales y políticas de la capital. En 1836, cuando entró en vigor la medida para despojar al clero de las propiedades que no tuvieran destinadas a fines benéficos, el municipio contaba con tres abadías en el casco histórico y otras tantas en Triana, que eran los únicos barrios existentes en el momento. Según el libro 'Las Palmas ciudad y Puerto. Cinco años de evolución' de Fernando Martín Galán, tan solo uno de ellos "fue sacado a subasta", mientras que los otros cuatro pasaron a tener un uso público, bien convertidos en plazas y calles o bien destinados a uso militar u hospitalario. En cualquier caso, todos perdieron su función original y los primeros en pasar por la piqueta fueron los del ahora centro de la capital.

La nueva normativa se estrenó con el convento de San Bernardino de Siena de las religiosas de la Orden Cisterciense Reformada, también conocido como de Santa Clara. Fundado en 1664 en pleno corazón de Triana, inició su actividad con un grupo de 33 religiosas de las que muchas procedían de su homólogo de La Laguna. Una vez instaladas, poco a poco las monjas fueron ampliando con la compra de varias casas y las dotes de algunas profesas el cenobio que sucumbió bajo las llamas en un incendio que tuvo lugar en 1790. No sería hasta medio siglo después cuando la edificación, que fue reconstruida, sería reclamada por el Consistorio para construir un teatro y un nuevo paseo.

La aprobación para ambos proyectos llegaría en abril de 1840 por el intendente de Canarias, pero no fue hasta octubre cuando se procedió a la expulsión de las clarisas y posterior derribo del inmueble cuyo solar pasó a manos municipales. Esto supuso la ampliación de la actual plaza de Cairasco y la creación de una nueva que dividía en dos el terreno, uniendo los dos únicos barrios existentes al "prolongar la calle de San Francisco (ahora General Bravo) hasta la de Muro y puente de Verdugo para conectar con la calle Nueva (actualmente Obispo Codina)". Asimismo, en 1942 se creó el que durante mucho tiempo fue el único espacio arbolado de recreo de la ciudad, hoy conocida como la Alameda de Colón. Tres años después, se inauguró bajo el nombre de Cairasco el que fue el primer coliseo en el que a día de hoy se emplaza el Gabinete Literario.

En 1842 también pasó por la piqueta la abadía más antigua y vecina de la anterior que ocupaban los franciscanos desde 1480. En su caso, el Ayuntamiento solicitó al Gobierno estatal el complejo para alojar a la guarnición y regimiento de Las Palmas. Cedido a la Hacienda militar, el edificio mantuvo este uso hasta la década de los 60 del pasado siglo cuando fue derribado por encontrarse en un estado ruinoso. Sobre el solar que fue originariamente la sede monacal, se erige ahora el Conservatorio Superior de Música, manteniendo únicamente la función eclesiástica la parroquia que conserva el nombre y que se levantó donde estaba la iglesia original, después que el convento de San Francisco fuera incendiado en 1599 por la armada del corsario holandés, Pieter Van der Does, antes de abandonar la ciudad tras un fallido intento de conquista.

En una de las campanas de este templo se grabó hace no tanto la célebre frase de Galdós que aseguraba que su sonido "lo distinguiría entre cien que tocasen a un tiempo". Y es que fue aquí donde el escritor fue bautizado a los dos días de nacer, en 1843. Otra de las curiosidades es que la puerta de la huerta se conserva actualmente en el patio de la Casa de Colón donde fue reconstruida tras la recuperación de la cantería de sus jambas y dintel, que está formado por un arco conopial.

También en Triana se encontraba el convento de San Bernardo que, creado entre 1579 y 1592, se convirtió en el más grande de toda la ciudad. Al igual que ocurriera con el citado anteriormente, este cenobio también sufrió bajo las llamas provocadas por el holandés, siendo reconstruido y nuevamente habitado en 1609. A finales del siglo XVII llegó a contar con más de un centenar de monjas que fueron desalojadas en 1842. Ese año se sacó a subasta con su consiguiente compra por parte de José Luis Orgiel y Luis Navarro que se encontraron con que el inmueble estaba ocupado por los enfermos del Hospital provincial de San Lázaro, a quienes el Consistorio había dado orden de trasladar en 1840, a pesar de no contar con la autorización estatal.

El conflicto no se saldó hasta 1844 cuando finalmente los propietarios pudieron derribar el complejo, del que únicamente sobrevivió su iglesia hasta 1868. Además, el gobierno local del momento solicitó al Gobierno dejar espacio -en caso de subastar la abadía- para poder prolongar las calles Cano y San Francisco que no se llevó a cabo hasta un año después cuando la parroquia era cedida al Ayuntamiento que empleó su solar en esta acción. El derribo permitió también crear varias manzanas de viviendas una de las cuales albergó posteriormente el Hotel Continental en el edificio que, desde 1972, ocupa la sede del Círculo Mercantil de Las Palmas.

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