La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La ciudad de ayer Función conventual (II)

Las secuelas de Mendizábal

Las expropiaciones de los bienes de la Iglesia en 1836 supusieron el cambio de uso y la transformación de los tres conventos de Vegueta

7

La ciudad de ayer | Las secuelas de Mendizábal

Hasta el siglo XIX Las Palmas de Gran Canaria contaba con seis conventos repartidos entre los dos únicos barrios existentes en el momento: Vegueta y Triana. Fue en 1836 cuando las desamortizaciones de Mendizábal cambiarían el destino de estos lugares, algunos de los cuales se habían cimentado, prácticamente, junto con la ciudad. La iniciativa del por entonces primer ministro del Estado supuso una transformación para la capital grancanaria a cuya trama urbana no tardarían en sumarse estas instalaciones, ya fuese con un cambio de uso o con la creación de nuevas calles, plazas o manzanas de viviendas sobre sus solares.

Aunque la nueva normativa empezó primero a tener efecto en la actual zona céntrica del municipio, los tres cenobios del casco histórico no corrieron distinta suerte, si bien tardaron algo más de tiempo en pasar por la piqueta al encontrar en ellos el Ayuntamiento los espacios idóneos para otros fines, sobre todo, de índole educativa, hospitalaria y militar. El de San Agustín, incluso, llegó a combinar varias de estas funciones tras pasar a manos públicas y otros, como el de San Pedro Mártir, estuvieron a punto de ello.

Cuenta la tradición popular que este último se erigió sobre el lugar exacto en el que los aborígenes y los castellanos "acordaron la paz y el sometimiento de los canarios a los Reyes Católicos", según recoge Sergio Suárez en su blog Canary Islands Destination. Este solar, que se encontraba "en los límites exteriores del Real de Las Palmas", donde hoy se ubica la plaza de Santo Domingo, fue entregado en 1522 por Pedro de Vera a la orden de los Dominicos que levantaron su abadía en honor a San Pedro Mártir antes de 1550. Una "vasta construcción cuadrada", en palabras del historiador Rumeu de Armas que no escapó de las llamas de las tropas del corsario holandés, Pieter Van der Does que dejó un reguero de fuego tras su fallido intento de conquista en 1599.

La reconstrucción, para la que se aprovecharon los muros que habían sobrevivido, se prolongó desde 1610 hasta finales del siglo XVII. En el monasterio vivían unos 40 frailes y se impartían estudios de teología, si bien esto cambió a partir de 1840 cuando el Consistorio capitalino lo solicitó para convertirlo en "cuartel del regimiento de la guarnición", tal y como aparece en el libro 'Las Palmas ciudad y Puerto. Cinco años de evolución' de Fernando Martín Galán. No obstante, cuatro años después se trasladó a sus instalaciones el hospital de San Lázaro que hasta entonces estaba en el convento de San Bernardo.

El excenobio dominico sirvió también para atender a los afectados por el conocido como el año del hambre, en 1847 y por la epidemia del cólera morbo que se expandió en 1851. Algunos textos también recogen que llegó a servir como manicomio o leprosería, pero en cualquier caso, el inmueble no llegó nunca a ser enajenado, por lo que a nivel urbanístico no tuvo ninguna repercusión. Tan solo su iglesia, hoy parroquia de San Domingo de Guzmán, ha mantenido hasta la fecha su uso original. Asimismo su viejo claustro puede ser admirado en la Casa de Colón a cuyo patio del pozo fue trasladado hace unas décadas.

También en Vegueta se construyó en el siglo XVI el convento de San Agustín. Sus orígenes se remontan a la ermita que el Ayuntamiento ordenó levantar como acción de gracias por el cese de una epidemia que había asolado la ciudad. Bajo la advocación de la Vera Cruz, este templo se cimentó sobre la antigua mancebía del Cabildo donde más tarde, en 1664, empezaría a sustituirse por una nueva iglesia junto al convento de la orden agustina. En plena calle llamada entonces del Colegio (hoy Doctor Chil) la edificación contaba con "un hermoso claustro y una gran torre de piedra de sillería" que, en 1843, pasarían a manos del Gobierno local que lo transformó en un cuartel para la milicia nacional.

Un año después, se iniciarían los trámites para convertir sus instalaciones en el primer instituto de enseñanzas primarias y secundarias que abrió sus puertas como colegio civil en 1848. Precisamente en este centro educativo, que se mantuvo abierto hasta 1917 bajo el nombre de Colegio San Agustín, terminó sus estudios de Bachillerato en 1862 Benito Pérez Galdós, quien tuvo entre sus compañeros a Fernando León y Castillo o Nicolás Estévanez. Al igual que su vecina, esta abadía tampoco fue sacada a subasta y su iglesia también fue convertida en parroquia. En la actualidad, en su manzana están establecidas las dependencias del Palacio de Justicia de Canarias.

Por último, cabe resaltar el convento de San Ildefonso, fundado en 1634 para una comunidad de monjas cistercienses. Las primeras en instalarse fueron un grupo de religiosas procedentes del monasterio de San Benito que pretendían llevar una vida austera. Así pudo ser hasta que en 1842 el inmueble se convirtió en centro de mira del Consistorio que se lo solicitó al Gobierno estatal para establecer entre sus paredes una escuela de instrucción primaria. No obstante, la abadía permaneció inmutable durante 26 años más hasta que el 6 de octubre de 1868, previo traslado de las hermanas, se procedió al derribo de la edificación que inicialmente estaba destinada a ser sustituida por "un Jardín Botánico y de Aclimatación" y una escuela práctica de agricultura.

Comenzaría aquí el "asunto más engorroso" de las desamortizaciones en la ciudad, ya que a pesar de las intenciones locales, el solar permaneció como escombrera y basurero hasta que el obispo José María Urquinaona y Bidot logró recuperar la propiedad de la parcela en 1875, gracias a la paralización de cualquier tipo de proyecto para este espacio por parte del regidor municipal del momento, Luis Navarro Pérez. Durante varios años más el terreno permaneció en estado de abandono en el que entre 1876 y 1881 la corporación, con apoyo de los vecinos, pretendía emplear en el ensanche de las calles adyacentes o para edificar una cárcel.

Nada de eso se llevó a cabo como tampoco se ejecutaron las otras propuestas que se realizaron a lo largo de los años siguientes. No sería hasta 1888 cuando el obispado, previa autorización papal, enajenó la parcela que se dividió en ocho partes. Un año después se daba vía libre municipal para la construcción de la primera casa particular que formaría parte de la nueva manzana de viviendas que se creó en este espacio donde ahora también se emplaza el Museo Canario y donde también estuvo el ya desaparecido Colegio Viera y Clavijo. Y así fue como concluyó el proceso de transformación urbanística que se inició en Las Palmas de Gran Canaria en pleno siglo XIX en el que los conventos ocupaban una sexta parte del perímetro urbano de la ciudad que quedó totalmente alterado tras las expropiaciones del clero.

Compartir el artículo

stats