Los teléfonos móviles a los que estamos enganchados, el último modelito de cualquier firma de ropa e incluso los materiales de construcción con los que se levantó el centro comercial donde está la tienda de esa marca. Todos los bienes de consumo que nos rodean han viajado alguna vez en un contenedor y para llegar hasta nosotros han hecho un largo recorrido en el que las terminales de contenedores desempeñan un papel fundamental que pasa desapercibido para la mayoría de la población, incluso para los que ven el Puerto cada día desde las ventanas de sus casas en La Isleta.

A tratar de remediar esa distancia invisible está dedicado el proyecto Estibando historias de vida. Con él, la Fundación Belén María y la Asociación TribArte pretenden recuperar las vivencias de trabajadores portuarios jubilados para compartirlas con los más jóvenes del barrio trasladando la historia del Puerto a los centros educativos de la zona y pasando de ese modo el testigo sobre la historia viva de un barrio que no se entiende sin el Puerto, y viceversa.

"Yo solo conocía que aquí es donde atracan los barcos", bromea Nuria, que estudia sexto curso de Educación Primaria en el colegio Galicia, mientras observa el constante ajetreo de grúas desde lo alto del edificio de la mayor terminal de contenedores de Canarias, la de Opcsa. Junto a sus compañeros de clase y otros dos grupos de su misma promoción acaba de visitar algunos de los lugares más importantes del Puerto guiados por la experta voz del estibador jubilado José Francisco Reyes, que junto a Pedro Cazón, estibador en activo, les cuenta uno y mil secretos sobre la vida en esta 'ciudad dentro de la ciudad' que es en realidad el recinto portuario.

El Puerto no es un lugar que se recorra a pie con facilidad: son demasiados los kilómetros de calles y diques que conforman su trama como para conocerlo a fondo a pie, así que los jóvenes estudiantes y los estibadores se montan en una guagua que los lleva de una punta a otra en pocos minutos. Durante el recorrido, Reyes y Cazón van contando en qué consiste la labor diaria en el Puerto y cómo participan los estibadores en ella.

Una de las primeras paradas tiene lugar en el muelle Reina Sofía, donde se acumulan los buques perforadores de la industria petrolífera offshore. Aquí se escuchan las primeras exclamaciones de sorpresa al comprobar de cerca las grandes dimensiones de estos barcos, a la vez que Reyes explica a los jóvenes la labor de los estibadores en estos casos, que se limita a trasladar materiales como tuberías de perforación o hélices.

Mientras cubren la distancia que separa el Reina Sofía de la explanada de Naviera Armas en La Esfinge, Reyes y Cazón continúan enseñando a los jóvenes la diferencia que hay entre carga contenerizada rodada, o entre un portacontenedores y un rolón. Poco después ya están en Opcsa para descubrir que los turnos de 24 horas permiten que el Puerto nunca pare, o que los estibadores que manejan las grúas pasan horas en una peculiar posición. "Me gustaría subirme, pero trabajar ahí no", reconoce Ruymán, que al igual que sus compañeros cursa sexto de primaria.

Las visitas al Puerto son la culminación de un proyecto que se desarrolla durante todo el curso académico. A lo largo de este ejercicio han participado en él 237 estudiantes de tres centros educativos -León y Castillo, Canteras y Galicia- que durante meses han conocido el trabajo portuario a través de asignaturas como las Matemáticas, las ciencias Sociales o la Educación Física. A partir de ahora, cuando miren hacia el Puerto, lo harán con otros ojos.