Más de medio centenar de personas marcharon en la mañana de este viernes por el paseo de Las Canteras contra los efectos que la proliferación de las viviendas vacacionales está generando en sus barrios. Alertan de que el desorbitado incremento de precios de los alquileres residenciales está expulsando a los ciudadanos de las áreas en que han vivido durante la mayor parte de su vida.

Colectivos como Un barrio para vivir o Ben Magec organizaron la protesta en la capital grancanaria, convocada en toda Europa bajo el lema Las ciudades no se venden. La inmensa mayoría de los participantes, que caminaron con pancartas de denuncia y entonando cánticos contra los pisos turísticos desde la plaza de Saulo Torón hasta la del Pilar (Guanarteme), acudieron ataviados con pijamas.

Entre los eslóganes que podían leerse se incluían "Se alquila vivienda para turistas, se vende el ama del barrio" o "P'a limpiar y p'a servir y sin sitio p'a dormir". Federico Santana, de 52 años, los últimos diez residente en Guanarteme, es propietario, por lo que no está afectado directamente por las subidas de los alquileres. Sí por los cambios que se están produciendo a su alrededor. En los últimos tiempos ha tenido que ver cómo no pocos de sus vecinos han tenido que mudarse a otros lugares de la ciudad porque "les suben el alquiler un 60%" de un día para otro. Más de cerca, la propietaria de la vivienda en la que vivía su suegra en régimen de arrendamiento "necesitó" la casa. La familia se puso manos a la obra para hallar otra morada. "No encontramos nada", lamentó, por lo que han tenido que llevarla a "una residencia".

"O esto se detiene, o de verdad van a sacarnos de nuestros barrios", aseguró Candela Caro, una joven de 26 años que durante toda su vida ha vivido en El Terrero, junto a Triana. Le llega el momento de emanciparse y ya conoce las dificultades a las que se enfrenta. "Estuve mirando por Arenales y Guanarteme y qué va, imposible", relató. Un desembolso mensual de 400 euros se ha convertido en solo un año en el doble o más, explicaban los asistentes a la marcha.

La protesta encerraba también un carácter preventivo. Al menos así se desprendía de las palabras de Laura Castilla, de 29 años, y vecina de Guanarteme, una de las áreas de la capital grancanaria que más afectadas se han visto por la implantación de este nuevo nicho de negocio. "Hemos visto lo que ha pasado en Mallorca o Barcelona", aludió a los episodios de ataques contra visitantes que se produjeron el pasado verano. "No creo que tengamos que dejar que aquí brote la turismofobia", expuso.

Canarias cuenta con un decreto que regula el alquiler vacacional desde hace tres años. Lo aprobó el anterior Gobierno en sus últimos meses. El Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) tumbó la prohibición de desarrollar esta actividad económica en las áreas eminentemente turísticas, pero el Tribunal Supremo aceptó el recurso de casación del Ejecutivo, con lo que le devolvió la plena vigencia.

La Asociación Canaria de Alquiler Vacacional aboga por que sean los propietarios los que decidan qué hacer con sus inmuebles, sin negarse a cumplir unos parámetros de calidad que garanticen la imagen del destino. Quienes se oponen -patronales y colectivos vecinales- exigen restricciones que atenúen el efecto que está provocando su rápida proliferación.

En nueve días, la Consejería de Turismo regional presentará el nuevo decreto, que pasará a información pública. En él, la Administración autonómica establecerá el marco general de regulación y los cabildos y ayuntamientos tendrán la última palabra sobre en qué lugares de las islas y de las ciudades se permite esta actividad.

"Nos tememos que la legislación será laxa", señaló Federico Santana para expresar su temor a que se intenten "conjugar los intereses de los hoteleros y los especuladores". Según su percepción, los pequeños propietarios han encontrado una oportunidad "para especular, pero la tendencia es que sean grandes empresas las que terminen acaparando los inmuebles".

Para Laura Castilla, no hay más tiempo, debe ser ya cuando se aborde el problema, "porque los precios de los alquileres están muy altos" y, además, el tradicional clima de convivencia con el turismo está empezando a cambiar. "Hay que atajarlo ya para desterrar los problemas que padecemos quienes vivimos aquí y evitar que crezca un clima hostil contra quienes nos visitan", alertó.