Lucía el sol todavía -un sol que se había hecho de rogar durante todo este mes y que apareció con fuerza por fin este sábado- cuando los bañistas que volvían de la playa con la toalla, la mochila, la arena y el salitre a cuestas se mezclaban en la entrada del Auditorio Alfredo Kraus con los varios centenares de hombres y mujeres vestidos de gala que acudían al acto de entrega de Honores y Distinciones a 22 personalidades y entidades, a los que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria distinguió por su trayectoria profesional y su aportación al municipio y sus vecinos.

La bailarina Natalia Domínguez, con una sonrisa de felicidad que no podía ocultar; el economista Oscar Gutiérrez y Lidia Farray, la compañera del desaparecido psicólogo clínico Jaime LLinares fueron los más aplaudidos por el público que casi llenaba la Sala Sinfónica del Auditorio, tras recoger el galardón. También se volcaron los asistentes con Basilia Sánchez, la presidenta de la Asociación de Mujeres Zuleima, que además de una fuere ovación recibió gritos de felicitación.

Pero, sin lugar a dudas, la que acaparó los mayores aplausos y la que hizo llorar a muchos con su emocionante y apasionada intervención fue una de las homenajeadas, la presidenta de la Asociación de Empresarios Constructores y Promotores de Las Palmas, María de la Salud Gil, que fue elegida para hablar en nombre de todos ellos.

La voz de Salud Gil se quebró cuando, casi al final de su discurso, agradeció a su madre, la que según ella es la auténtica dueña de su reconocimiento como Hija Predilecta, porque pese a ser una víctima de su tiempo tuvo "la sapiencia y el valor de pelear para que yo tuviera la oportunidad de la formación".

Una lluvia de aplausos cubrió el discurso de Gil, que además de dibujar un magistral retrato de cada uno de los premiados, aprovechó la oportunidad para reivindicar el papel de la mujer y denunciar la ignorancia a la que ha estado sometida su actividad y pensamiento a lo largo de la historia.

Gil no pudo evitar salirse del guión del discurso que tenía preparado y referirse a la polémica sentencia de La Manada y la aún más polémica puesta en libertad de sus miembros, pese a estar condenados a nueve años por abusos sexuales a una joven, una circunstancia que la llevo a afirmar que una sociedad que es capaz de defender la presunción de inocencia del que delinque y no aliviar la presunción de culpabilidad de la víctima "no es sana".

Mientras la gente disfrutaba en la playa de los prolegómenos de la fiesta del fuego y en muchos riscos de la capital se echaban los trastos viejos e inservibles a las tradicionales hogueras, Gil animó a los que escuchaban a arrojar al "fuego purificador" todo aquello que nos sobra y no nos deja avanzar. Y fue enumerando el odio, el rencor, el resentimiento, el sufrimiento, el miedo, el dolor, la intolerancia, la xenofobia, la homofobia, el feminicidio, la desigualdad, el sectarismo, la indiferencia, el pesimismo, la pereza, la desconfianza, la soberbia y la insolidaridad.

Especialmente emotivo fue el momento en el que Alicia Castro, la madre de Alfonso Aguirre, con 24 años el premiado más joven de este año, acudió a recoger la distinción de la ciudad porque su hijo no pudo viajar a Las Palmas desde Estados Unidos, donde vive, por motivos laborales. El popular presentador y periodista José Martín Ramos, emocionado como la mayoría de los premiados al recibir el galardón, lanzó besos volados al respetable. Antes de que los cantantes y guitarristas Said Muti, Belén Álvarez y la intérprete de órgano Mar Tejadas pusieran el colofón al acto, la ciudad recordó a las personalidades distinguidas por la ciudad que han desaparecido en el último año, entre ellos Juan Andrés Melián, Pinito del Oro, Óscar Jiménez, Juan Hidalgo y Alberto Manrique de Lara.

El alcalde Augusto Hidalgo cerró su intervención animando a la gente a celebran el 450 aniversario del nacimiento de la ciudad, disfrutando de la "noche de hogueras, noche de fuego y sortilegios", y "sintiendo en el alma la arena de Las Canteras y viviendo la música con sabor a mar", de varios artistas, entre ellos, Olga Cerpa, que se quitó su traje pantalón rojo nada más terminar el acto, lo cambió por un vaquero y se subió al escenario en la arena de La Puntilla.