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Fiestas Fundacionales Hijo Adoptivo

"No hay pobreza mayor que la locura"

En 1986 Jesús García Barriga, religioso de la orden de San Juan de Dios, llegó a la capital y aquí encontró su destino

Jesús García Barriga, en la plaza de Santa Ana, ayer. QUIQUE CURBELO

"No hay pobreza mayor que la locura por la incomprensión y el miedo que inspira un enfermo en su entorno, en la sociedad; y lo más grave, no entenderse a sí mismo, ni con los demás, ni con el mundo". Es lo que afirma el padre Jesús García Barriga, fundador de la Obra Social de Acogida y Desarrollo, todo un referente social en Canarias en atención a los más desfavorecidos, y conocedor a fondo de lo que son las enfermedades mentales tanto desde su labor como miembro de la orden de San Juan de Dios como por su formación. El religioso recibirá el día 23 el título de Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria. "El que la ciudad le haga a uno hijo adoptivo tiene mucho peso; es una gran recompensa. Más cuando has estado mirando constantemente a la cara y a los ojos a los que nadie mira. Eso dice mucho más de la ciudad que del que recibe el premio", asegura.

La historia vital de Jesús García Barriga comienza en 1954 en Ronda (Málaga), en el seno de una familia humilde del campo. "Fuimos doce hermanos, aunque once vivos. Yo era el último y me llevaba nueve años con mi hermana. Quizás eso me llevo a ser solidario porque en una familia tan grande se aprende mucho", relataba ayer en su despacho de la sede social de la Obra. A los 18 años descubrió que quería servir a los demás después de descartar ingresar en la Guardia Civil y ser cura "porque había que estudiar mucho". "Me veía con los enfermos, quería atender a personas pobres y desamparadas que, en aquella época, había muchos por los campos andaluces; con ellos me sentía feliz", explicaba el religioso, que fue a una sala de beneficencia de las que había entonces en España a probar suerte.

Curiosamente, el hospital había pertenecido antiguamente a la Orden de San Juan de Dios, a la que al poco tiempo ingresó gracias a un amigo cura que le indicó que la orden misionera cumplía con las expectativas que buscaba en la vida. Su primer destino con ellos fue el hospital psiquiátrico de Ciempozuelos, de Madrid. "Allí conocí la dura realidad de los enfermos mentales en un momento histórico en el que la atención mental nada tenía que ver con lo que es hoy en día. Me quedé impresionado por este mundo. Yo pensé que me había vuelto loco; quería trabajar con los pobres pero pensé que eso era demasiado para mi". Pero el trabajo con los enfermos le cautivó. Estudió Enfermería y se especializó en Psiquiatría.

El padre reconoce que fue un periodo muy rico en su vida y en su profesión durante siete años, en los que trabajó con el doctor Abril, una eminencia en la materia. "Vi todo tipo de enfermos y de todos los lugares de España desde mi puesto de director de enfermería de la clínica militar en la que había un tribunal que decidía el futuro de los militares, policías y guardias civiles que habían tenido algún problema. Era un tiempo muy convulso con los atentados de ETA, el golpe de Tejero".

En 1986, la orden le envía a Gran Canaria para adaptar la Ciudad de San Juan de Dios, que atendía a niños con secuelas de la polio a un centro en el que atender también a niños con problemáticas neurológicas y desprotegidos. Y en la ciudad encontró su destino. "Tenía una imagen de sol y playa, pero me quedé aterrorizado con la pobreza que vi bajo el antiguo escalextric. Borrachitos que la mayor parte era enfermos mentales y consumían alcohol porque no tenían ansiolíticos, ni tratamiento, ni asistencia, y que la ley de Sanidad del 86 habían pasado de enfermos mentales a indigentes". Con ayuda de monseñor Echarren, al que conoció en el Pozo de Vallecas de Madrid, montó las primeras camas en el salón parroquial de San Agustín, el germen de lo que es la Obra Social. "Soy un hombre muy afortunado porque necesito un especialista en la rama que sea y ahí está. Salvo excepciones, he encontrado aquí mucha generosidad"

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