Francisco Álvarez, más conocido como Panchito el heladero, ha muerto. El nonagenario fue uno de los últimos artesanos en el delicioso dulce de verano que con su tradicional carrito de madera recorría la ciudad. Sus últimos años, sin embargo, tuvieron un sabor amargo ya que, en mayo de 2015, dos de sus nietos fallecían a manos de un tercero en Almatriche por rencillas familiares al gestionar un negocio de productos de limpieza.

La Clínica del Pino, el Pueblo Canario, el muelle Deportivo, la plaza del Mercado, la Catedral, Molino de Viento, el colegio de Las Teresianas y Los Salesianos fueron algunas de las paradas de Francisco Álvarez, más conocido como Panchito el heladero entre los ciudadanos que degustaban a mediados del siglo pasado los refrescantes barquillos que llevaba en su carrito de madera. Su vida se ha apagado a los 94 años.

Nacido en Las Lagunetas, en la Vega de San Mateo, comenzó en el negocio a finales de los años 40, cuando en busca de unos tunos en la montaña de San Lorenzo se tropezó con un fabricante artesanal de helados -Pepito el Pastor- que le ofreció trabajo. Así lo contaba él mismo a este periódico en octubre de 2014, a los 90 años, mientras disfrutaba de su vida de jubilado en el Círculo Mercantil.

Tras trabajar con Pepito el Pastor en La Isleta y en El Confital durante los años 50, se puso después con un empresario gallego en el barrio de Las Alcaravaneras. La fábrica de helados se encontraba cerca del cine Goya y durante años hizo cientos de kilómetros arrastrando su particular carrito a un lado y a otro de la ciudad.

El último heladero artesanal hizo durante décadas las delicias de pequeños y grandes con sus tradicionales conos de vainilla, quesito de turrón, mantecado especial, polos y americano de leche, anís, chocolate y fresa hasta que se jubiló. Solo su hermano continuó con la industria heladera.

Los últimos años del heladero no fueron, sin embargo, tan dulces. El hombre, que tan solo tenía una hija y cinco nietos, tuvo que vivir la muerte de dos de ellos a manos de un tercero en mayo de 2015.

Los hechos ocurrieron entre Almatriche y Jinámar. La familia tenía una empresa de fabricación y distribución de productos de limpieza -Alvamanza-, con sede en Jinámar. Noelia y José Antonio recibieron varios disparos de su hermano mayor Francisco Javier por rencillas por el negocio. Primero mató a su hermana a las puertas de su casa y, posteriormente, fue en busca de su hermano, al que acribilló en el mismo coche en la calle Manuel Alemán Álamo, de Jinámar. Tras ello se entregó a la policía.