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Rostros de tiza en el suelo

Bianca Milacic, galesa de nacimiento y viajera, usa desde hace semanas la calle Triana como un gran lienzo para sus obras de arte

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La artista Bianca Milacic dibuja en la calle de Triana

Cada día, desde hace dos semanas, nuevos ojos de tiza blanca y carbón observan desde el suelo a las personas que pasean delante del Marks&Spencer de la calle mayor de Triana. Bianca Milacic dice que prefiere que sus creaciones puedan mirarlos, antes que tener los ojos cerrados. Siempre dibuja rostros de personajes conocidos como Dalí, desconocidos o de estatuas, como el David de Miguel Ángel. Cada día se acerca con su perra Lola y saluda a Lidia, propietaria del puesto de Lotería que tiene una vista privilegiada de la obra de Bianca. Entonces se postra sobre el suelo, lo limpia y traza líneas. Sus manos están manchadas y tienen cicatrices porque a veces se corta con los cristales rotos que quedan en las grietas; el arte urbano deja marcas en su cuerpo. "Tengo moratones en las rodillas. En Italia un hombre se me acercó un día chillando mientras pintaba. Resulta que su padre se había dedicado a lo que yo hago y a los 50 años no se podía poner en pie. Volvió más tarde con unas rodilleras para mí".

Bianca lleva tres años dibujando rostros en calles de Portugal, Italia, Reino Unido y España. Hija de una galesa y un montenegrino, se mudó a España a los 10 años. Se independizó a los 16 y trabajó como profesora de inglés para financiarse sus estudios de animación 3D en Madrid. Siempre dibujó retratos, pero si cambió el digital por las baldosas de la ciudad fue por su hermana: "La veía en casa sin hacer nada y un día decidí mandarla a la calle con una tiza y un trozo de carbón. Volvió con dinero suficiente para la comida de ese día. Me dí cuenta de que podía ganarme la vida haciendo lo que me gusta hacer; dibujar". Al comienzo pintaban juntas en las calles de la capital, luego ampliaron el lienzo a otras zonas de España. Con el tiempo el camino conjunto se bifurcó y cada una continuó por lugares distintos.

Dibujar en la calle la pone en contacto directo con las personas de las ciudades, desde los ancianos hasta los niños. "En estos años me he encontrado con gente muy amable. Personas que prácticamente me han adoptado, que se han convertido como en mi familia".

Una de ellas es la razón por la que llegó a Las Palmas de Gran Canaria, un chico que le pidió que pintara su barco en Ibiza y con el que acabaría viajando por el Mediterráneo y cruzando el Atlántico desde Almería hasta Tenerife. En el mismo barco vive ahora en el muelle deportivo de Las Palmas de Gran Canaria, donde planea quedar anclada hasta finales de agosto. "Esta es la única ciudad en estos años en la que dibujo sin que nadie pase por encima". Una semana después de llegar consiguió el permiso del Ayuntamiento para pintar sobre el suelo público y estableció su "oficina" temporal frente al número 59 de la Calle Mayor de Triana.

Un dibujo le lleva entre tres y cuatro horas de trabajo pero Bianca reconoce que tarda el doble porque siempre habla con la gente que se acerca. Su única firma (su Instagram y su Facebook) le sirven para comunicarse con los viandantes, que a veces le pasan fotos de rostros que terminan formando parte de su obra. En Triana dibujó a Steve Jobs como regalo de cumpleaños de un joven que la visitaba todos los días en su "oficina", como la llaman. También ella sirve de inspiración para parte de su público: "Tengo mensajes de niños de todas las partes del mundo a quienes he regalado libretas para que dibujen, que me mandan fotos para que vea cómo evolucionan. Soy mejor que una profesora de dibujo, porque no les obligo a que me traigan nada".

En el futuro quiere seguir viajando, pero limitarlo a seis meses al año, para alquilar un estudio en el que trabajar la otra mitad en los proyectos que le llegan. Pintar en la calle le da buenos momentos a pesar de que a veces siente que hay gente que desprecia su forma de vivir. "Algunos consideran que ensucio cuando yo siempre tengo que quitar chicles y limpiar el suelo antes de pintar. No sé por qué lo rechazan o me tratan mal, si es porque no les gusta lo que hago o porque tienen envidia de mi libertad". En Madrid, una galería de arte terminó expulsando su arte de su puerta porque la dueña consideraba que perdía dinero. Otras veces, no es solo el desprecio de los paseantes. Ha recibido vídeos eróticos por redes sociales de gente con la que hablaba de trabajo. "Recibo atenciones que nunca he pedido ni dado a entender que pedía solo por ser mujer, o más bien, una mujer que intenta hacer algo".

En Triana, los niños se acercan a acariciar a Lola y un chico le regala unos códigos QR para que su público acceda a su Instagram y Facebook directamente. Lidia se ofrece a cuidar sus cosas mientras ella va a comprar más tiza y carbón. Bianca retiene lo positivo de la calle y continúa. Con cariño, recuerda que Tedos Teffera, fotógrafo etíope cuya obra está expuesta en el CAAM, le pasó sus retratos: "Entre cientos de fotografías elegí un retrato de su abuelo, que había fallecido recientemente, sin saberlo. Al verlo en el suelo, Tedos se emocionó. La alegría de ese chico es una de las cosas que no viviría si estuviera sentada en un estudio". Sabe que su obra es efímera, pero quiere "que sea el tiempo el que la borre, como nos borra a todos".

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