"Nueve días tardó en llegar a Las Palmas el barco desde Brasil", cuenta Carlos Ramírez Padilla, de 11 años, sin salir todavía de su asombro. "Eso, por 24 horas, es mucho tiempo navegando", apunta su hermano pequeño de nueve, Javier. Concretamente y según los cálculos de los chiquillos, han sido unas 216 las horas que el buque escuela Brasil ha tardado en llegar a la bahía capitalina donde arribó el pasado día 9 procedente de Fortaleza. Hoy, partirá de nuevo rumbo a Valencia para continuar con el viaje que les llevará de vuelta a casa a finales de 2018, cuando hayan acabado su formación como guardiamarinas los 208 jóvenes que posteriormente se incorporarán a la marina de su país. Pero antes de marcharse quisieron abrir sus escotillas para que los ciudadanos de la Isla pudieran realizarles una visita de la que más de uno salió ayer impresionado.

"Lo que más me ha gustado es con lo que lanzan los cohetes", cuenta David García quien, al igual que su amigo Carlos, también tiene 11 años. Es la primera vez que ha subido a una embarcación de semejante envergadura (130,25 metros de eslora, 13,52 de manga y 5,80 de calado) y la experiencia ha sido tan buena que le encantaría repetir. En eso también coincide el menor de los Ramírez, a quien, sin embargo, lo que más le ha fascinado es el helipuerto. "Si hubiese habido un helicóptero seguro que me habría escachado", comenta divertido mientras Hugo Torres, de ocho años, se anima a compartir su paso por la fragata. "A mí también me ha gustado el helipuerto", confiesa. Algo que no era de extrañar en su caso ya que según asevera divertida su tía, Cristina Torres, "tiene casi un aeropuerto en casa con más de 15 aviones". Los barcos también le gustan, tanto que en su día visitó el Juan Sebastián Elcano.

Una docena de mujeres

Precisamente en el buque escuela español hizo durante nueve días las prácticas de patrón de cabotaje el papá de Carlos y Javier, Francisco Ramírez, que también les acompaña en el grupo junto con otra amiga, Ana Pérez. "Yo soy un amante de la náutica, pero hemos venido por hacer una actividad diferente", explica el progenitor de los dos pequeños que ha disfrutado especialmente con poder ser testigo de "la dinámica del barco que está funcionando las 24 horas del día".

En el caso concreto del Brasil, son los 466 tripulantes los que, con el capitán Vagner Belarmino de Oliveira al mando, se encargan de la actividad del buque. De ellos, 32 son oficiales, 226 son suboficiales y sargentos y el resto son los guardiamarinas entre los que por primera vez se encuentran una docena de mujeres, según explicó el teniente de navío, Jorge Claudio. Los jóvenes, que abarcan edades desde los 22 a los 27 años, no son solo brasileños ya que varios de ellos son estudiantes "de intercambio" con las marinas de otros países como Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Líbano, Reino Unido, Angola, Senegal, Namibia, México, Estados Unidos, Nigeria o Francia.

En cualquier caso, todos ellos serán nombrados alféreces una vez finalice el viaje tras el cual podrán incorporarse a la marina de su país. Esto tendrá lugar después del próximo 16 de diciembre, fecha en la que finalizará el periplo que comenzó el 22 de julio en el puerto brasileño de Natal. El recorrido continuó por Belém y Fortaleza, siendo Las Palmas de Gran Canaria la primera escala europea a la que seguirán Valencia, Tolón y Ruen (Francia), El Pireo (Grecia), Génova (Italia), Lisboa (Portugal), Londres (Reino Unido) y Hamburgo (Alemania). De ahí pondrán rumbo a Baltimore y Miami (EEUU) y Cartagena (Colombia). La ruta al completo la tienen señalada en un enorme mapamundi que preside la sala de estar en la que los guardiamarinas pueden descansar o distraerse durante sus horas libres.

Este espacio fue una de las paradas de la visita en la que también mostraron la sala de control desde la que se dirige el barco. Allí aguardaba uno de los estudiantes brasileños, Jorge Estevez. A sus 23 años, él es el primero de su familia en ingresar en la Marina de su país natal y lo hizo, confiesa, porque desde niño era un amante de la náutica que tras visitar numerosos museos navales terminó por apasionarle hasta tal punto que la convirtió en su profesión. Ya solo le quedan unos meses para culminar su formación práctica en la que en la recibe nociones de navegación, pero también de controlo de averías, meteorología o astronomía ya que "para alguien que navega es muy importante conocer y saber orientarse por las estrellas", apunta Claudio. Para ello un enorme globo terráqueo con todos los astros y un sextante (instrumento que permite observarlos) son los mejores compañeros.

El Brasil también dispone de un aula formativa "en la que los profesores tienen que guardar el equilibrio para escribir en la pizarra por el movimiento del mar", bromea el teniente de navío, quien hace algunos años fue uno de los pupilos de la fragata en la que repite por segunda vez como oficial. Entre las estancias, el barco también cuenta con un enorme salón en el que dan clases o avisos a todos los estudiantes. Este curso, como novedad, los guardiamarinas disponen de una habitación con ordenadores y wifi para comunicarse con sus familias. Asimismo, los jóvenes también han estrenado el nuevo sistema de simulación de entrenamiento y táctica diseñado en Brasil en el que bajo un foco de color rojo ("para que se habitúen a trabajar de noche"), se enfrentan a situaciones ficticias de guerra en las que tienen que aprender cómo actuar bajo las directrices, precisamente, de Jorge Claudio, quien es el instructor de esta especialidad.