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V Premios Mahou Los especialistas gastronómicos

El primer japonés de España

El Fuji tiene una historia que se remonta al año 1967, cuando las relaciones entre Europa y el país nipón aún no estaban desarrolladas

El primer japonés de España

"Cuando llegué a Gran Canaria en 1967 me asusté. Había oído hablar de la isla porque de pequeño me encantaban los pájaros. Sabía que en la isla había canarios, así que pensaba que sería muy verde, con muchos árboles. Llegué en barco al Puerto de Las Palmas y aquello parecía un desierto". Toshihiko Sato vino con 25 años para trabajar en el primer restaurante japonés de España, el Fuji. La trayectoria de este local emblemático, que ha recibido el premio Mahou a mejor restaurante histórico, discurrió junto al desarrollo y la relación entre las dos islas volcánicas de distintos océanos: Gran Canaria y Japón. Su historia también ha sido compartida entre los que han sido gestores, Miguel Ángel Martínez y el señor Sato.

Cuando Sato comenzó a trabajar en El Fuji, este era aún propiedad de su padrino, el señor Miyata, que trabajaba en Bruselas como comerciante. Su mujer, viajera y escritora en una época en que no era tan habitual el intercambio entre Japón y Europa, tenía buena relación con el jefe de la delegación francesa y belga de Japan Airlines. Coincidiendo con la apertura del consulado de Japón en Gran Canaria, el responsable de la compañía aérea se acercó a la Isla con la idea de abrir una oficina. Al volver a Bruselas recomendó a la viajera que la visitara antes de volver a Japón y ella siguió su consejo. Cuando llegó vio que había muchos atuneros y marineros japoneses; acceso tanto a producto como a clientes de un restaurante. El consulado, a su vez, servía de fuente de información y apoyo a los empresarios en su propio idioma. Antes de regresar a Japón llamó a su marido para comentarle la posibilidad de abrir un negocio en Gran Canaria. Tras el vuelo entre isla e isla fallecería, en su tierra.

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Aniversario del consulado japonés y homenaje al restaurante Fuji

"Moriría aquí"

El señor Miyata regresó a Japón para acudir al funeral. Por costumbre, en los eventos fúnebres la familia del fallecido recibe dinero de sus conocidos. Como homenaje a su esposa, escritora, compró con los yenes 20.000 libros en lengua japonesa y los donó a bibliotecas, hospitales y a la Casa del Marino de Gran Canaria. Según narra Sato, para él esto no fue suficiente en memoria de su esposa y por tanto se decidió a fundar el restaurante. El señor Miyata mandó a su hijo a Gran Canaria para que se hiciera cargo del Fuji. A su ahijado, Sato, que había llegado a Bruselas para aprender sobre la gastronomía europea, le ofreció un puesto en la cocina. Su ahijado pasaría a ser propietario del restaurante poco después, cuando su hijo regresó a Bruselas y lo sería hasta casi cuarenta años después: "Cuando me dijeron que me encargaba del restaurante comprendí que eso significaba que moriría aquí".

Los comienzos del restaurante no fueron fáciles. Atraía sobre todo a turistas escandinavos y a los tripulantes de la marina japonesa, así como otros asiáticos residentes. "Ya teníamos una inversión inicial y un gasto mensual por equipo y personal, pero no sabíamos cómo atraer gente. Muchos no sabían ni que había un restaurante aquí", asegura el antiguo propietario. A pesar de no dominar el español se decidió a salir de la cocina para acercarse a los comensales. Con el tiempo se convirtió en la imagen del restaurante. "El extranjero es tratado como un igual aquí en las islas, quizá por la costumbre a la mezcla de personas que viene de la conquista".

Boom japonés

La situación del restaurante Fuji mejoró a partir de los años 80, con el boom de la economía japonesa. Además de la curiosidad que comenzó a despertar la superpotencia, el negocio de la importación de coches de Japón acercó a muchos empresarios a su cultura. Unos años después, el sushi se pondría de moda, a raíz de la creación en Estados Unidos de variantes como el California Roll. Pese a ello, hasta la jubilación de Sato en el 2007, el sushi en el restaurante seguiría siendo como el original. En el 92 llegó a la cocina Miguel Ángel, como freganchín. Su habilidad con los cuchillos le ayudaría a ascender poco a poco, hasta convertirse en sushi man en el 99.

También era jefe de cocina y tuvo la oportunidad de formarse en Tagawa, restaurante japonés de lujo en Bruselas. En 2007 tomaría las riendas del local, aunque asegura que sus comienzos también fueron difíciles, pues la imagen del Fuji seguía siendo el señor Sato. Adaptando la carta logró atraer a un público más joven. Ahora el restaurante está lleno diariamente. A sus 75 años, Sato agradece su gestión: "Estoy muy contento. A cada momento recibimos un premio y salimos todo el rato en los periódicos". Para Miguel Ángel, "lo importante del Premio Mahou es que es para los dos, porque más o menos llevamos el mismo tiempo en la empresa. Él lo fundó y yo llegué cuando él llevaba 25 años. Ambos somos la historia del restaurante".

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