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Rincones Playeros San Cristóbal

La tertulia playera de San Cristóbal

La puntilla del antiguo barrio de pescadores se abarrota de personas de fuera

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Rincones playeros. San Cristóbal y El Confital

Todos los días, desde hace 6 años, María Jesús, María Leonor y María Luisa acuden a la playa de San Cristóbal con el objeto de distraerse de la rutina del hogar, relajarse y charlar un rato o, como aclaran entre carcajadas, "nosotras venimos de tertulia a San Cristóbal". Las tres Marías, como se autoproclaman, no viven en San Cristóbal sino que proceden de otros barrios como Zárate o San José. Las señoras visitan la playa dos horas cada mañana pues aseguran que se está más fresquito y, dicen, "el calor lo dejamos para los lagartos". Admiten que eligen la playa porque es muy tranquila, pero consideran que está "algo abandonada". María Jesús, cómodamente sentada en su sillita de playa, explica que el sector necesita unos arreglos en el sentido de que hay escasos servicios de higiene. Se muestran molestas porque no hay baños y sólo hay una ducha de pies para todo el regimiento que pisa su arena. Y es que, en San Cristóbal, no suele caber ni un alfiler los fines de semana y festivos de verano, sin embargo, en invierno, dicen las tres Marías, "venimos los de siempre, pero el agua está igual de buena" y añaden que "tiene que estar lloviendo a cántaros para que una se quede en casa". María Leonor compara esta parte de la costa con una piscina dada la quietud de sus aguas y confiesa que antes iba a pasear por Las Canteras, pero desde que conoció a sus compañeras se unió a la aventura con ellas.

Junto al trío playero pasa la dueña de uno de los bares de San Cristóbal con la toalla bien anudada al cuerpo a modo de vestido y a punto de salir de la playa. La propietaria, de 72 años, lleva viviendo en el barrio pesquero desde que tiene memoria y el paraje ha formado parte de ella, por tanto, desde siempre. La lugareña va todos los días para darse un baño en el mar y tiene fichados a todos y cada uno de los usuarios frecuentes en el sector costero. Según cuenta, no se ve aparecer casi nadie del vecindario por la orilla pues, según lo que ella observa, "viene gente de todos los sitios, menos del barrio". No obstante, la garantía que sí que propone es, según dice, que "al menos a mí me encuentras siempre". Así, ella también se suma al resto de valientes que se zambullen en el agua, incluso, en invierno y reconoce que, hace años cuando las chabolas inundaban la costa y las piedrecillas se adueñaban del área, la puntilla de San Cristóbal era más conflictiva, en cambio, ahora las personas que frecuentan el lugar "están más concienciadas y mentalizadas" y se ha conciliado, por tanto, un entorno más pacífico, cercano y familiar.

La señora del local espera que no vengan muchas más personas a San Cristóbal porque para ella "la playa es maravillosa y se llena rápido" y, dirigiéndose a una pareja de Jinámar que están recostados bajo su enorme sombrilla, muestra el fuerte apego que tiene hacia el paraje, voceando: "¡Eh! Fefa, ¿le decimos que la playa es horrible para que no venga más gente?".

Tanto Fefa como Jorge llevan años dándose el chapuzón en San Cristóbal y son conocidos por el resto de habituales. Ambos revelan que vivieron en esa parte de la ciudad y que, a pesar de que actualmente residen en otra localidad, continúan siendo fieles al lugar que les acogió durante mucho tiempo. Eso sí, reconocen que sólo ponen el pie en la arena en verano dado que "el resto del año hay que trabajar". Los jinameros explican, además, que en la zona se respira serenidad gracias a que "cada uno va a su bola" y destacan lo limpia y pura que llega el agua del mar pues, dicen, "no hay barcos ni yates que dejen grasa y la ensucien".

Pese a que la puntilla de San Cristóbal tiene una buena imagen en la cabeza de quienes la visitan, siempre hay algo que no termina de encajar del todo.

Por un lado, algunos usuarios reclaman la presencia de animales que hacen sus necesidades en la misma playa y que escuchan a sus dueños por la mañana mientras los llaman. Aseguran que tienen miedo de que los niños pequeños jueguen en la arena por si puedan coger una infección.

Denuncian, además, otro foco de infección localizado a un lado de la playa en dónde crecen unos verdísimos matorrales. La causa, dicen, son los continuos escapes de agua de la casa que se encuentra en una esquina. Especulan que se podría tratar del desagüe o de la propia lavadora de la casa, sin embargo, se desconoce el punto concreto de inicio. Lo que sí saben los del lugar es que el Ayuntamiento ha recibido unas cuantas denuncias y, por lo visto, no se ha producido ningún cambio, hasta ahora.

Todos hacen hincapié en la importancia de que, quien visite cualquier playa, disfrute de ella sin dejar basura y sin destrozarla y señalan que deberían valorar más lo que se tiene y respetar la naturaleza pues, como se suele decir, el respetito es muy bonito.

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