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Rincones playeros Las piscinas de La Laja

Piscineando por La Laja

Las piscinas naturales de la playa son el vicio que muchos disfrutan todos los días del año

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Rincones Playeros. La Laja

En pleno eje veraniego, los habitantes del barrio de San José se lanzan de cabeza a las piscinas de la Laja. Y es que, en el litoral capitalino, se reformó hace un par de años uno de sus extremos con el fin de que se convirtiera en la estrella de las piscinas naturales. Tanto aquellas personas que visitan el área con asiduidad como las que, simplemente, están de paso, consideran que es un área muy familiar, tranquila y que produce la sensación de estar en alta mar sin estarlo gracias a la presencia de los barcos que atracan en el fondo y la visibilidad de las olas que rompen antes de llegar a las piscinas.

Como cada día desde hace un año y sentada al lado de su muleta, Amalia Hernández acude a la Laja acompañada de su nieto, a quien no quita el ojo de encima ni un segundo, con el fin de combatir, nadando, sus problemas de cadera hasta que se pueda operar, mantener la figura y superar el aburrimiento que le causa estar sola en su casa ya que, confiesa, "en mi casa me deprimo y me aburro como una ostra y el tiempo que estoy aquí no como demasiado". Explica que, en realidad, ella lleva apuntada en piscina un buen tiempo, pero no va porque, según dice, "me dio por venir un día y ya me quedé para siempre". Ahora, adora las piscinas de la Laja dado que encuentra más vida y alegría que en una piscina artificial "en donde sólo ves un sitio cerrado y gente con problemas. Eso entristece el alma". No obstante, asegura que lo suyo no es coger sol sino hacer ejercicio y relajarse. La piscinista declara que hace un tiempo nadaba una hora completa, "ahora nado 30 minutos porque la cadera ya no me deja" y, para ello, antes de salir de su casa hace una consulta en Internet para saber cuándo empieza y cuándo termina la bajamar. También le encanta jugar con su nieto en un ambiente tranquilo, por eso lo que menos le gusta es cuando "viene mucha gente y esto se llena", cosa que normalmente suele ocurrir sábados y domingos. Por otro lado, el agua la ve limpia porque "la vienen a limpiar", pero le incomoda que se deje basura entre las rocas que cubren la piscina. Mientras su nieto se tira de bomba a la piscina más pequeña y caza cangrejitos, Amalia recuerda que después de una de las limpiezas se metió, en una de las piscinas, una enorme mantarraya y, según desvela, "estuve nadando con ella cinco días o más". La mantarraya no pudo escapar de la tentación que tuvo Amalia - y, probablemente, otros bañistas - de inmortalizar el momento a través de la cámara de su móvil. Hernández señala que en las piscinas de la Laja se han tenido en cuenta algunos defectos y se han mejorado. Ejemplo de ello son las nuevas rejillas que han puesto en el borde de las escaleras y desniveles de cada pileta para evitar accidentes de todo tipo. La fiel visitante reconoce que nunca se ha caído, pero "sí he visto brutales caídas, así que está muy bien que hayan puesto rampas antideslizantes".

José Hernández tampoco encuentra pega alguna. Confiesa que padece de ansiedad y dice que las piscinas de agua salada sanan el alma ya que cuando acaba su actividad acuática diaria siente que "el día se enfoca de una manera más positiva". José aclara que lleva nadando allí desde que se inauguró el área y, gracias a que vive en San José, puede disfrutarla cada día.

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