No quiso dar su nombre. Un vecino de la calle Marie Curie, en El Batán, fue uno de los protagonistas en la narración de un curioso fenómeno que lleva años inquietando a los ciudadanos de la zona. El barrio vive infestado de gallos y gallinas. Entre dos edificios de esta vía capitalina se ha asentado, desde hace cinco años, una cantidad no menor de 30 aves. Con el tiempo ha ido aumentando el número y su zona de influencia entre las calles colindantes. Se sitúan en una zona de tierra, gobernada por arbustos y palmeras, y ahora también por gallos y gallinas. Una ladera conecta diferentes vías, lo que ha beneficiado la migración de las aves por el barrio.

El vecino admite querer desalojar al grupo de animales, que despiertan al vecindario de madrugada cada día. "El alumbrado público les hace creer que es de día, y empiezan a cacarear", comenta. Esto lleva sucediendo cinco años, aunque el Ayuntamiento enviara técnicos a la zona el pasado curso. Aseguran haber desalojado 50 gallos y gallinas. Sin embargo, existen varios problemas que hacen que la situación no haga sino empeorar. En primer lugar, muchos vecinos alimentan a las aves con pan, millo y cáscaras de tuno. Esto hace que los animales se hayan enrocado allí, con la certeza de tener el sustento garantizado.

Por otro lado, el lugar que han elegido como posada termina en una ladera. Es un terreno complicado para la labor de los técnicos del AyuntamientoAyuntamiento. Los gallos y gallinas tienen a su disposición un espacio por el que huir fácilmente y esconderse, mientras que sus captores deben tener cuidado con no caer. Un policía local fue hace meses a intentar acabar con un pequeño foco que se mudó a la calle superior y "se despeñó por la ladera". El vecino explica que no quiere tener problemas con sus compañeros de vecindario. Muchos de ellos ven con buenos ojos la ubicación de los animales en su barrio. No solo ellos los alimentan, sino que muchos vienen de fuera a hacerlo. "Algunos dueños de bares de las afueras dejan sus sobras aquí para que las aprovechen", afirmó otro vecino mientras aparecía una furgoneta que "no era de nadie del barrio".

Otro vecino, mayor que el anterior, comenta que su familia tiene que limpiar las barandillas que colindan con el hogar de estos animales para que él pueda caminar por las calles de su barrio. "Me tengo que apoyar en ellas para caminar. Suelen estar muy sucias por las palomas, que también se juntan aprovechando la comida que dejan para las gallinas". Las ratas también hacen suya la comida podrida que se va estancando. "Lo peor son los días calurosos". Se refieren al olor. La imagen sorprende. Nada más ver pan aparecen una decena de gallinas. Otro de los problemas es que no son animales de granja, sino que "la vida sin control humano les ha asilvestrado". El Ayuntamiento ve aquí uno de los principales problemas. El foco de infecciones que se puede estar creando en una zona que no está preparada para albergar vida animal de estas características y el descontrol de natalidad de la propia población.

En la calle Yanusari Kawabata, se podían ver caminar entre dos edificios a una gallina con una decena de polluelos detrás. Uno de ellos, aún aprendiendo a saltar y quedándose atrás a cada acometida de sus hermanos, terminó por conseguir saltar el muro que lo separaba de ellos. La colonia no está sino creciendo, y no va a parar. Los vecinos del barrio están enfrentados a consecuencia del asunto, pero el Ayuntamiento ha prometido enviar hoy una batida de diez operarios con redes manuales y mecánicas. Sin embargo, los afectados no confían especialmente en estas formas por el tamaño de la colonia y las dificultades para capturar las aves en esas condiciones.