"Cada vez que subía la marea mi abuela no podía ir al colegio del Carmen, y eso lo contaba como un grato recuerdo", señaló Marta de La Guardia, vecina de La Isleta. Durante muchos siglos el barrio portuario de la capital grancanaria ha estado la mayor parte del tiempo separada del resto de la Isla. Un condicionante que ha forjado la identidad de un pueblo marinero en mitad de la mayor urbe del Archipiélago. Desde la creación del Puerto de La Luz, la zona atrajo a miles de familias y, entre ellas, estaba la de La Guardia. Una experiencia que pudo compartir esta vecina en la noche de ayer con decenas de personas en un paseo nocturno por las calles del barrio con motivo de las Fiestas de La Naval.

Cuando el recorrido llevaba poco más de media hora en marcha la comitiva, que estaba amenizada por la parranda folclórica Café Tin, se detuvo frente al número 31 de la calle Juan Rejón. Una vivienda de 1924 y uno de los pocos ejemplos que quedan en la vía de las casonas modernistas de principios del siglo XX, según resaltó Juan José Laforet, cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria. La parada no era aleatoria. Junta a esta construcción vivió en su día la familia de La Guardia, tal y como recordó Marta.

En La Isleta existen multitud de apellidos singulares, poco comunes, donde muchas veces sus miembros se concentran en este hervidero de calles empinadas. Según De La Guardia, la primera referencia de esta familia, de origen castellano, en Gran Canaria data de 1525. Siglos más tarde se trasladaron al risco de San Roque, en la capital, donde ostentaron una finca en el barranco Guiniguada.

Uno de sus descendientes realizó el servicio militar en La Isleta a finales del siglo XIX y allí, junto a un amigo, ambos conocieron a las hijas del dependiente de una humilde tienda de aceite y vinagre del barrio. "El amor surgió", aseguró anoche de La Guardia, y de ahí el legado del apellido en el barrio. La familia se asentó en La Naval con la calle Faro pero, "como eran gente del campo, de labranza, tenían una finca en La Minilla, donde aún quedan restos del estanque", resalta. Un historia curiosa, pues, su abuela, quien vivió en aquella casa, tenía que ir caminando hasta el colegio del Carmen, que estaba por aquel entonces junto a la iglesia de La Luz. "Y a veces tenían que quedarse desde Playa Chica a ver el colegio al otro lado de la marea", apuntó.

A pocos metros de aquella casa de Juan Rejón comenzó todo, el paseo y la propia historia de La Isleta. El Coronel Jefe del Regimiento de Artillería Antiaérea-94, actual alcaide de la fortaleza de La Luz, se encargó de recordar los orígenes casi medievales de aquel enclave. El torreón de Fajardo, hoy enterrado bajo los jardines del castillo, servía de complemento al guardián que divisaba toda la bahía desde el volcán de El Vigía, de ahí su nombre. Un soldado que se encargaba de prevenir al Real de Las Palmas "cada vez que se acercaba un barco con más de cinco velas", aseguró el Coronel.

Posteriormente, la fortaleza creció y en su lugar se armaron con hasta once piezas de artillería y un nutrido grupo de milicias. Efectivos que emplearon contra las tropas del británcio Francis Drake en su ataque de 1595, al que lograron derrotar entonces, una gesta que se recuerda cada año en estas fechas de las fiestas de La Naval. "Atacaron con 47 lanchas pero el capitán Alonso de Alvarado tomó una buena decisión en la batalla", matizó el Coronel.

Frente a este castillo se levanta la principal calle de La Isleta. Es frecuente escuchar entre sus vecinos la expresión "bajo a La Carretera". Hasta hace pocos años no existía tal vía, al menos de manera oficial. La gente llamó así durante generaciones a la calle que conectaba el pago con el núcleo fundacional de la capital, tal y como resaltó ayer el historiador Sergio Millares.

Realmente, los isleteros llaman así al eje de las calles Juan Rejón y Alvareda. "Ante un proceso participativo como el que se produjo hace unos años y la tradición popular entre los vecinos, el Ayuntamiento optó por dar un nombre binominal a la calle", apuntó Millares.

De esta manera, la principal calle de La Isleta lleva el nombre del fundador de la capital grancanaria, acto que tuvo lugar allá por el año 1478. El cronista de Teror, José Luis Yánez, y un vecino del barrio, Víctor Hernández, se encargaron de dar vida a otras importantes vías del casco portuario.